¿Existen los árboles si no los nombramos? La pregunta parece baladí, pero demuestra lo estrechamente unidas que están la realidad y las palabras que la definen y le dan forma.
Con ellas nombramos el presente e imaginamos el futuro, pero también pueden hablarnos del pasado. Son palabras que están en riesgo de extinguirse por falta de uso, y no somos conscientes de que, si las condenamos al olvido, estaremos perdiendo una parte importante de nuestra historia, estaremos rompiendo nuestros vínculos.
«Quizás, las palabras más antiguas del mundo puedan revelarnos cosas acerca de los lugares de los que venimos, ayudarnos a convivir en un planeta herido, a no repetir los mismos errores que hoy se disfrazan de nostalgia, convertirse en amuleto para seguir adelante», advierte María Sánchez, la autora de este precioso artículo.
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