Categorías
Creatividad

Teatros, museos y polígonos industriales

Vivimos rodeados de polígonos industriales, pero fingimos no verlos. Los colocamos lejos, fuera de nuestra vista, convirtiéndolos en no-lugares por los que solo transitamos cuando es estrictamente necesario. Pero esos espacios también forman parte de nuestra cultura; de su parte más industrial que solo valoramos cuando ha transcurrido mucho tiempo.

Eso es lo que ocurría hasta ahora en Castellbisbal, una localidad de algo más de 12.000 habitantes situada a unos 30 kilómetros de Barcelona. En su comarca, el Vallés Occidental, una de las más industriosas de España, se levantan más de 130 polígonos, de los que 12 están en el pueblo. Lo curioso es que este desarrollo industrial de la zona puede rastrearse mucho más allá del siglo XX. 

NYS Polígon Arts

Hace 2.000 años, poco después de que Aníbal, de camino a Roma, construyera el famoso Puente del Diablo que une Castellbisbal con la vecina Mataró, existía en la zona una factoría que exportaba aceite y vino en ánforas marcadas con el sello NYS. Restos de estas ánforas se han encontrado en diversos lugares de Cataluña, pero también en otros más lejanos como Narbona, el norte de Córcega y la ciudad de Roma.

Es decir, NYS fue para los romanos una marca internacional, lo más parecido a una industria que había en aquella época. Y los vestigios de la actividad de aquella remota empresa, las ánforas con el NYS estampado, reposan ahora en museos arqueológicos y forman parte de nuestro patrimonio cultural. 

Parece, por tanto, que es necesario que pasen muchos años para que valoremos como cultura las actividades industriales de una sociedad concreta. Por suerte, entidades como el Museo del Diseño de Barcelona se preocupan por romper esas barreras y no dudan en presentar objetos que en su día fueron comunes, fabricados por la incipiente industria catalana de las artes decorativas del siglo XIX, como la rica herencia cultural que en realidad son.

Con una voluntad similar nació el festival NYS Polígon Arts, un evento único en España y Europa, que toma su nombre de aquella remota fábrica romana, y que pretende convertir los espacios industriales del Castellbisbal del siglo XXI en un espacio de cultura, conocimiento e interacción social.

«El proyecto nace en 2020, en plena pandemia», explica Albert Gusi, artista y director de NYS Polígon Arts. «La idea era transformar el entorno donde yo vivo, Castellbisbal, y en concreto sus polígonos industriales, en un espacio de cultura». Y, ¿cómo hacerlo?, se pregunta. «Decidimos aplicar al polígono industrial una mirada nueva y convertirlo en un espacio cultural en el que ocurren cosas».

Ahora es posible disfrutar de la danza contemporánea, de la poesía o del teatro en las fábricas, en los muelles de carga, en los almacenes por los que habitualmente circulan cajas, transpaletas y camiones. «Con este festival, lo que tratamos es de sacar a todo el mundo de su zona de confort», reconoce Albert. «Por un lado, lo hacemos con la industria, al mostrarle una realidad que es distinta a la suya, caracterizada por la producción, la logística, el valor económico.

Le damos la vuelta a esto y buscamos que sea un artista o un colectivo el que interactúe en su nave industrial con sus materiales. Por ejemplo, si hay un residuo, tratamos de convertir ese residuo en un proyecto artístico. Transformar sus espacios de trabajo en un espacio museístico y de convivencia», razona.

«Por otro lado —continúa Gusi—, también hacemos que los artistas salgan de sus espacios habituales (su estudio o una escuela de arte) y los hacemos convivir con un entorno laboral en el que hay ruido, estrés, albaranes… Una parte de la sociedad que constituye un ecosistema propio, independiente, muy diferente al suyo. La idea es que ese entorno también los transforme a ellos, les influya».

 Tras la edición inaugural, celebrada el año pasado, la de este año ha contado con la participación de 14 empresas y más de 42 artistas que han transformado las fábricas y las zonas verdes de estos no-lugares en espacios culturales con un valor específico a través de las intervenciones de los artistas. 

Es el caso, por ejemplo, de la ruta poética poligonera que realizó el poeta Lluis Calvo, ganador del Premio Carles Riba de Poesía en 2020, o del concierto de tango realizado por el grupo Tango Trío en las instalaciones de la industria siderúrgica Manxa Ferros. También de la obra de teatro de pequeño formato que se realizó en los almacenes de la empresa textil TCR Trapos, o del proyecto expositivo de Joan Fontcuberta, que hablaba sobre la industria y sus vínculos con las vanguardias de principios del siglo XX. 

«La voluntad no es solo impactar en el mundo de la cultura, que también y que es importante, sino llegar al mundo de la industria igualmente —apunta Gusi—.. «El gran reto del festival es, precisamente, romper esquemas, llegar a nuevos públicos, romper los estigmas. Desde la organización, estamos convencidos de que hemos empezado a transitar un campo en el que hay mucho terreno por recorrer, ya que el mundo de la cultura nunca se había fijado en él. Pero nosotros creemos que en esta intersección entre industria y cultura hay unas posibilidades creativas, de expansión, e incluso económicas, que son muy potentes».

Por Juanjo Villalba

Juanjo Villalba es escritor y traductor. Puedes seguirle en @juanjovillalba

Salir de la versión móvil