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Ocho consejos para escribir ficción cuando esa no es tu profesión

Los escritores que viven de escribir sus libros y cuya única dedicación es esa representan un porcentaje pequeño del total de escritores. La gran mayoría compagina su actividad con otra relacionada o no con la escritura. Algunos son periodistas, editores, comunicadores o profesores; otros tienen profesiones desligadas de la escritura.

Cuando publican algo nuevo, esa obra parece brotar de la nada. «¿De dónde sacas el tiempo?» es la pregunta habitual de las personas que ven a menudo a ese escritor dedicándose a cualquier otra actividad.

¿Y cómo esa persona que escribe informes, artículos o posts para las redes sociales se reinventa luego para escribir ficción con un estilo totalmente diferente? ¿Cuánto tarda en escribir una novela, un relato o un guion? ¿Cuándo escribe? ¿Sobre qué escribe y por qué? A continuación trataremos de responder a algunas de esas cuestiones.

SACAR EL TIEMPO

Los españoles utilizan el móvil una media de tres horas y 27 minutos cada día según un estudio de HMD global de 2021. Cuando alguien piensa en la posibilidad de escribir durante un tiempo determinado (una hora al día, dos horas a la semana, dos horas tres veces a la semana…), se le hace difícil encontrar el momento en el que lo hará porque actualmente tiene todas las horas del día ocupadas de otra forma.

En su libro Atomic habits, James Clear explica cómo se forman los hábitos. Tienen mucho que ver con la motivación de obtener un resultado, y se construyen a medida que repetimos una acción y nuestro cerebro la asocia a una sensación positiva.

Por supuesto, si no tienes el hábito de la escritura instaurado en tu rutina, tendrás que renunciar a cosas. Tal vez a unas horas deslizando el dedo en Instagram o al segundo capítulo de la serie que te gusta. Todo depende del esfuerzo que estés dispuesto a asumir para obtener el resultado que anhelas.

Y hay algo más: ¿quién dijo que escribir deba suponerte un esfuerzo? Si tienes la suerte de que es lo que más te apetece hacer, renunciar a las alternativas será mucho más sencillo.

NECESITARLO

El primer paso para vencer el síndrome del impostor que seguramente te aceche es decirte a ti mismo que no necesitas demostrar nada. Si escribes a pesar de que no vives de ello y a pesar de que no es fácilmente compatible con casi ninguna otra cosa, seguramente sea porque no puedes evitarlo.

Si esto es así, ya tienes gran parte del trabajo hecho porque escribirás sin quererlo en tu cabeza cuando observes distintas situaciones; todo el rato estarás escribiendo. «Nada de lo humano te será ajeno», modificando la célebre frase de Publio Terencio Africano. Cuando eres escritor, nunca puedes aburrirte porque todo lo que sucede a las personas te interesa de un modo u otro.

Si no tienes que forzar la escritura ni las ideas, tienes mucha suerte.

CAMBIAR EL REGISTRO

Para los que escribimos a la vez que realizamos otras actividades que consumen la mayor parte de las horas del día, empezar una novela es «como abrir un grifo», tal y como decía el escritor Haruki Murakami. En ese paréntesis temporal que comentábamos antes vamos introduciendo estímulos, ejemplos y vivencias nuevas que llegan durante el periodo en el que te encuentras escribiendo.

Dice el autor de El pájaro que da cuerda al mundo que, cuando escribe historias de ficción (y es un autor especialmente prolífico), intenta no aceptar a la vez encargos de otro tipo para no desviarse de ese caudal que es su novela.

Aun aceptando que esa sea la situación ideal, muchos escritores no pueden permitírsela, y tienen que desarrollar la habilidad de cambiar de registro continuamente debido a su trabajo, de ponerse «un sombrero u otro», de abrir y cerrar el grifo a demanda.

Una técnica útil es, siempre que sea posible, cambiar el entorno en el que se realiza una actividad y otra. Moverte de la mesa al sofá o a otra estancia ayuda a decirle al cuerpo que estás haciendo una actividad diferente que tiene otros ritmos. No son ni la misma actitud ni las mismas habilidades las que debes buscar para redactar un tuit informativo o una propuesta de negocio que para redactar una frase poética. 

Cuando termines el proyecto, es imprescindible que encargues una buena corrección profesional. Los ojos externos detectarán mejor, sin conflicto de intereses ni sentimentalismos, las partes mejorables.

SER ORGANIZADO

Cuando una novela tiene historias entrelazadas o saltos temporales, y especialmente cuando entre una sesión de escritura y la siguiente pasan días o semanas, conviene repasar lo ya escrito para evitar problemas de raccord.

Se llama así a los errores de montaje que se convierten en curiosidades en algunas películas y que hacen que una escena aparezca antes que otra que cronológicamente la precede. Por ejemplo, que alguien se quite un abrigo y al instante siguiente vuelva a aparecer con el abrigo puesto, o que un vaso de agua que antes estaba vacío aparezca mágicamente lleno sin que nadie haya pasado a la habitación.

Cada escritor tiene sus procesos, pero algo que puede ayudar es realizar un esquema que cruce las líneas temáticas o historias que contiene la novela con su orden temporal.

Puede realizarse a mano o en una hoja de Excel. Así sabrás, como se hace en las series de televisión, qué historias se activan en cada capítulo y cuáles permanecen latentes. De este modo puedes comprobar de un solo vistazo la estructura de tu novela y compensar pesos que te queden descompensados.

COMPROMETERTE CON LA TEMÁTICA

Si tienes un trabajo a jornada completa u otras obligaciones y compromisos (familiares, deportivos o de otra índole), debes dividir esos meses entre las pocas horas semanales que puedas dedicar a la escritura de ficción.

Esto hace que el tiempo total de producción de la novela se dilate hasta abarcar años. Por eso la pregunta «¿cuánto has tardado en escribirla?» no tiene una respuesta fácil. En periodos tan extensos, tu vida puede cambiar mucho. Cambian tus ideas, tu percepción de las cosas e incluso tu estilo literario.

Una novela como  La habitación de Dafne (2022), con 264 páginas, podría ser escrita en pocos meses por alguien que se dedicara exclusivamente a ello. Por eso es muy importante comprometerte con una temática de la que sepas que no te vas a aburrir próximamente.

Ese tema te acompañará durante meses, pensarás en él en todas tus conversaciones, cuando consumas cultura o cuando leas las noticias. No puedes permitirte el lujo de que sea para ti un interés pasajero, como quizá sí puede serlo para un escritor que escriba y termine la novela en unos pocos meses.

JUGAR CON LAS PALABRAS

Para escribir ficción, debe haber un equilibrio entre la historia que cuentas (que sea interesante para un nicho de público, que sea diferente a lo que ya existe, que esté bien estructurada, que sorprenda…) y la forma en que está contada.

Una buena redacción puede compensar, hasta cierto punto, las carencias de una historia. Una vez escrita una escena, un truco que puede resultar útil consiste en releerla y modificar todas aquellas partes que pueden contarse de una forma más original.

Piensa, por ejemplo, si el orden cronológico se puede cambiar por otro, si puedes utilizar sinónimos o eliminar información obvia. Especialmente si por tu trabajo vienes de escribir en un registro más neutro, necesitas este tiempo para eliminar la monotonía de tus palabras y darles un toque de color.

Haz sucesivas revisiones pensando en diferentes aspectos. Por ejemplo, en una de ellas ponte en el lugar de una persona acostumbrada a leer obras de gran valor literario. En otra, piensa cómo entendería el texto alguien poco habituado a la lectura. En otra, fíjate únicamente en los aspectos emocionales que transmiten tus palabras. Y, así, hasta el infinito.

Se trata a una técnica similar a la de los Seis sombreros para pensar, de Edward de Bono, que ha demostrado ser útil en distintos ámbitos relacionados con la creatividad y la toma de decisiones.

Reescribe el texto de una forma distinta, como Raymond Quenau en sus Ejercicios de estilo. Emplear ese tiempo te llevará, seguramente, a versiones mejores de esa idea.

NO TENER MIEDO A DESCARTAR

Algo muy habitual en un escritor es valorar su producción «al peso». Pensar: «si he escrito 15 o 20 páginas sobre esto, no las voy a tirar a la basura, ¿no?».

Aunque cueste, debes desprenderte de esa inclinación a conservar todo lo que ha salido de tu mano o de tu teclado. Saber deshacerte a tiempo de partes de tu escrito que son de mala calidad dará valor a los fragmentos que permanecen.

No temas recortar. Si queda breve, sigue escribiendo. Tu texto nunca debe contener «paja», y algunos enemigos de un resultado final satisfactorio son la ansiedad por terminar y el apego injustificado a pasajes prescindibles.

TRAZAR UN PLAN

Si quieres escribir ficción pero esa no es tu actividad principal, no tienes ninguna fecha de entrega ni nadie te lo está reclamando; es demasiado fácil que lo pospongas. Por eso es útil trazar un plan.

Un ejemplo de plan es el siguiente: decidir el mes en el que deseas terminarla, elaborar una propuesta editorial (dosier en el que se recoge la sinopsis, la biografía del autor y otros datos de interés sobre la obra), hacer un listado de editoriales que publican libros similares al que tú has escrito o valorar opciones de autoedición…

Aunque escribir debe ser una tarea creativa y lo ideal es que te salga de manera natural, concebirlo como un trabajo serio puede ayudarte a que el proyecto literario se haga realidad y a que lo avanzado no caiga en saco roto.

Por Isabel Garzo

Isabel Garzo es periodista, escritora y asesora de comunicación. Es autora de las novelas, 'La habitación de Dafne' (Demipage, 2022), 'Los seres infrecuentes' (Editorial Pie de Página, 2016) y 'Las reglas del olvido' (Editorial LoQueNoExiste, 2013) y del libro de relatos 'Cuenta hasta diez' (Incógnita Editores, 2010).
@IsabelGarzo

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