Aunque se trate de una baja pasión que cuesta reconocer en público, todos deberíamos aceptar que odiamos. En mayor o menor medida, pero lo hacemos. Ya sea por prejuicios, porque la otra persona es totalmente contraria a nosotros o porque nos ha hecho algo imperdonable (o no). Un rencor que, aunque no es nunca positivo, sí que nos puede ayudar a ser mejores, a esforzarnos más en lo que hacemos.
Son muchos los creadores que lo han utilizado como gasolina para no bajar nunca la guardia. Nombres como Plutarco, John O´Hara, Eduard Limónov o Morrissey son algunos de ellos.
También el escritor Kiko Amat, quien reconoce que, si no, a santo de qué se iba a poner a las seis de la mañana delante de un ordenador horas y horas para perfeccionar un texto. Unos sentimientos que le han acompañado toda su vida y sobre los que ha reflexionado mucho en su miniensayo Los enemigos. O cómo sobrevivir al odio y apadrinar la enemistad (Anagrama). Un libro en el que explora el odio, sin llegar a ninguna conclusión, con el fin de comprenderse mejor, desdecirse, dejarse en evidencia e intentar sacar provecho de todo ello.
Defiendes que el odio puede ser constructivo. ¿Cómo puede llegar a serlo?
Lo primero que conviene decir es que no es un libro de certezas, sino una exploración de aspectos del odio, de la idea y de la enemistad en el que no se llega a una conclusión. Aventuro un abanico de posibilidades a la vez que intento comprender esta patología deprimente que es la mía. Uno de los espacios temporales es que el odio puede ser constructivo. Para ello, se realiza una explicación en primera persona, en la que expongo que el odio y la enemistad pueden ser un acicate para algún tipo de creación.
En términos artísticos, en mi caso, el odio, la ira y ver el mundo polarizado no son la meta de lo que hago, pero sí su combustible. Sin esa gasolina, no me hubiera levantado a las 6 de la mañana durante años y años para escribir. En ese aspecto concreto, sí que puede entenderse. Como Plutarco, defiendo que el odio te mantiene atento. Es como el enamoramiento, ya que te hace tener al otro en la mente todo el tiempo y te obliga a cuidar tus cosas. No te permites descansar.
Algo que no te pasa únicamente a ti. Otras personas, como el recién citado Plutarco, se han guiado también por el odio para crear, para ser mejores.
Hay muchos otros autores. En el libro cito muchos de ellos. De hecho, Plutarco tenía dos obras tituladas Cómo distinguir a un adulador de un enemigo y Cómo sacar provecho de los enemigos. Es más obvio que un título de una canción de Morrissey. En literatura y música pop se dan muchos casos como este: sentimientos de rabia y furia que, en vez de convertirse en algo destructivo, se han utilizado para crear.
Aunque, como digo en el ensayo, esto no es un asunto baladí, no es una tontería. Jugar con el odio te puede destruir. San Agustín tiene una frase que me encanta que dice que el remordimiento es como tomar veneno y esperar que se muera otro. El odio tiene ese potencial. Todos esos creadores que nombro en el libro son modelos que, si no me han dicho que ser así está bien, sí que me han mostrado que no todo el mundo tiene que ser buenista. Han naturalizado estos sentimientos.
Un tema muy serio que tomas con mucha ironía y humor.
Mis libros son horrendamente tristes, pero están llenos de humor. Algo que tiene que ver con mi cultura oral, en la que la tragedia y la tristeza y las situaciones penosas se explicaban utilizando una dialéctica cómica. Esto me ha creado una forma de expresión y de escribir muy personal. Todo viene de un mal lugar, pero se explica con humor porque es mi dialéctica.
Como la lista de personas que odias sin llegar a conocer.
Sí. El libro me deja en evidencia, yo no parto de una posición moral superior. En el capítulo donde se exploran mis prejuicios y odios ridículos, detallo los perfiles que me predisponen a una posición de enemistad. Algunos de ellos tienen su razón de ser y otros ninguna. Incluso en el capítulo de Enemigos equivocados, cuento las veces que me he colado con los adversarios por situaciones ridículas o porque no me acordaba de la razón. De nuevo, se pone bajo el microscopio una postura con grandes visos de ridiculez.
Aparte de por los prejuicios, ¿de dónde más nace el odio?
Esta pregunta te la puedo contestar únicamente desde la primera persona. El odio es algo que he explorado a través de mi narrativa y, por ejemplo, en mi última novela Revancha, tiene que ver con un anhelo insatisfecho. Lo que el protagonista quiere aplastar es lo que querría ser, lo que le fue negado. Esto para mí es crucial, porque creo que hay un elemento de la polaridad que tiene que ver con eso, con haber querido ser algo.
Mi perpetuo odio antiestudiantil sí que tiene que ver con prejuicios proletas contra los clasemedieros, pero también con el haber sido apartado de un mundo benigno y artístico como era el de los universitarios. Lo que nunca pude tener. También, claro, el odio que surge cuando hay dos visiones del mundo, cuando se cancelan una a la otra.
En el libro también defiendes que, aunque odiar te puede ayudar, al final es un arma de doble filo.
El libro lo escribe alguien dañado. El odio es neutral pero no inane. Lo puedes usar de un modo cataclísmico o de un modo provechoso. En mi caso, se han dado ambas situaciones y he visto cómo el odio ha estado cerca de destruirme. Pero también cómo me ha gestado una identidad y cómo me ha ayudado a escribir. Yo he reconocido que escribo por rencor. Escribo porque no fui un niño sano ni deportista, porque fui medio Asperger. Hay una parte de mi identidad que reclama venganza, un perpetuo vais a ver. Y esto tiene que ver con el odio.
¿Y cómo te ves ahora? ¿Cómo ha evolucionado ese vais a ver?
Con los deportistas, las victorias son irrefutables. Pero ese vais a ver, desde un punto de vista artístico, es una insatisfacción perpetua porque nunca acabas de ganar. Nunca es una victoria demostrada. Se puede ver desde diferentes puntos de vista, como que he publicado novelas, pero también que he acabado escribiendo porque era un tío fallido social y deportivamente. Además de que escribir no es nada terapéutico. Por lo tanto, no he vencido. Lo único que he hecho ha sido racionalizarlo y, al entenderlo, he sabido lo que sucede. Aunque tampoco me sirva para nada desde un punto de vista social. En mi caso, el odio me inunda y me domina. Es algo que no puedo controlar.
[pullquote] Ser bueno es muy difícil. Es una forma de ser que implica una serie de concesiones, empatía y generosidad que no tanta gente es capaz de generar [/pullquote]
Si es tan común, todos odiamos, ¿por qué crees que no se habla de él?
Hay diferentes tipos de pecados, y unos son más fáciles de exponer en público que otros. Tú dices que es una cosa normal, pero mucha gente simula no sentir rencor. Yo he conocido a gente benigna, pero si ni siquiera ellos están exentos de estos sentimientos, imagina alguien que no es ni benévolo.
Aparte, como digo en el libro, ser bueno es muy difícil. Es una forma de ser que implica una serie de concesiones, empatía y generosidad que no tanta gente es capaz de generar. Por eso, una parte de mi enemistad tiene que ver con este perfil de hedonista y mentiroso que niega estas sensaciones. Y que su negación no tiene nada más que ver con el ego más asqueroso y con la manipulación del prójimo más repugnante.
Para finalizar, te iba a preguntar cuál es para ti ese enemigo final, el que más odias. Pero ya lo has cerrado solo.
En realidad, si tuviera que crear un enemigo perfecto, sería alguien cuqui, pero que, en el fondo, es un escalador social tan vanidoso como su vecino. Un buenista, un hipócrita, pijo, escritor de mierda, clasista. Con cinco o seis elementos me haría el perfecto odiado.
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