La virgen María en baldosines. Lleva gafas de sol y unos auriculares. Está pinchando música con unos ángeles de Red Bull. La escena está en la pared del baño. En la puerta, un cartel: The Holy Shit. Son las nuevas oficinas de Red Bull en Amsterdam.
Hay más salas. The Crash Room está pensada para ocupar el tiempo en algo distinto al trabajo. The Stratos y The Quiet Room proporcionan ambientes relajados y distendidos para invitar a los empleados a la colaboración y la productividad.
La intención de estos espacios es crear una atmósfera productiva y juguetona, según Design Bureau. Es la máxima de la empresa que mandó a Felix Baumgartner a la estratosfera para que se tirara en paracaídas. El espíritu carpe diem tiene que recorrer los pasillos de sus oficinas y la cultura pop debe aparecer en todos sus muros.
Red Bull dice en este site que su meta era mostrar su actitud rebelde en los 875 metros cuadrados del local. “Los arquitectos jugaron con las ideas de trabajo y juego, público y privado, y blanco y negro, y dividieron las secciones en consecuencia”, explica Design Bureau.
La zona pública está formada por espacios abiertos destinados a actividades de ocio como jugar a videojuegos o grabar música. En el área privada están los despachos de los jefes y las ‘estaciones de trabajo’, aunque son, según destaca Design Bureau, “áreas de trabajo abierto”.
El estudio que ha diseñado estas oficinas, dotadas de alta tecnología, es el canadiense Sid Lee Architecture. La ubicación escogida responde también a la filosofía de la marca. La sede de Amsterdam está en Noord District, un barrio que, según Design Bureau, es conocido por “su comunidad artística, su actitud deportiva y la presencia de un submarino abandonado“.