Un grupo de personas empuja trabajosamente un piano por la zona fronteriza entre Bulgaria y Turquía, esos pocos metros que no pertenecen a uno ni al otro. Liminal crossing (Ergin Çavuşoğlu) es una recreación en vídeo de un hecho real. El piano pesa, pero se percibe una conexión entre todos los dedicados a la tarea, una nota positiva, casi de tragicomedia. «Me interesaba salir de esta visión un poco monotemática que hay sobre las migraciones para prestar también atención a un aspecto más constructivo de recuperación y de esperanza».
Una montaña de caramelos parece una nota dulce hasta que el espectador es informado de que pesan exactamente lo mismo que el padre del autor, Félix González-Torres, en el momento de su muerte. «Era la intención del artista que, con el tiempo, la obra desarrollara nuevos significados y consideraciones», explican desde la fundación Félix González-Torres. Por ese motivo, el autor utilizó ese peso de 175 libras (que puede ser interpretado como el peso aproximado de un individuo sano) en más obras ese año.
Todas las obras de la exposición On anam? (Where are we going?), expuestas en el museo Es Baluard de Palma hasta el 1 de abril, presentan esa lectura dual: una nota trágica sumada a un «pero» que arroja algo de luz. «No solamente está el cariz dramático, sino también notas positivas: búsqueda de una vida mejor, traslado porque parte de la familia está en otro lugar o porque se desea un cambio… En cada obra convive esa dicotomía», explica Sonia Becce, comisaria de la exposición. [pullquote]Me interesaba salir de esta visión un poco monotemática que hay sobre las migraciones para prestar también atención a un aspecto más constructivo de recuperación y de esperanza[/pullquote]
Precisamente con dualidad, o más bien con ambivalencia (condición de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas), es recibido el espectador que pone su primer pie en la muestra, en concreto con la pieza «Untitled» de Félix González-Torres, dos pilas de papeles. El espectador tiene que elegir:
Ningún lugar mejor que este
Cualquier lugar mejor que este
El deseo de escape se contrapone a la inexistencia de un puerto seguro hoy en ningún lugar del mundo. «Enfrentarse a esas pilas de papeles ralentiza la entrada del público que llega un poco azorado», reflexiona Becce. «Con la acción de recogerlo y quedárselo, el visitante pausa ese recorrido, vive la experiencia. La obra de Félix González-Torres es, por así decirlo, una pregunta. Se basa en el balance: es esto o es lo otro. No habla de un lugar, sino de cómo nos enfrentamos los seres humanos a esas situaciones, a esas decisiones». [pullquote]No habla de un lugar, sino de cómo nos enfrentamos los seres humanos a esas situaciones, a esas decisiones[/pullquote]
Todos los artistas plasman la idea de viaje a un sitio que no es propio, y todos introducen en sus obras notas autobiográficas. «Usan estrategias conceptuales y críticas pero a la vez muy sensibles con este tema», dice Becce. «Cada uno aborda la temática de la diáspora, los desplazamientos, las tensiones, etc. de un modo artístico, sensible y autobiográfico».
El resultado es una colección de obras «con una importante carga política y crítica y un gran impacto estético».
Una persona coge un puñado de tierra y, después de moldearla durante unos segundos, se la come. La imagen esconde un ejercicio meditativo sobre cuestiones raciales. «No es tragedia, es una visión antropológica y sociológica», recalca la comisaria refiriéndose a la obra Agudah del artista Paulo Nazareth.
La muestra es la última de una trilogía que gira en torno al contexto de un Mediterráneo inmerso en contradicciones individuales y colectivas. Pero, como puede verse en los orígenes de sus artistas (Cuba, Brasil, Líbano, Bulgaria…) no se ciñe solo al Mediterráneo. «Por extensión y expansión, puedo referirme a otros mares para hablar de esos movimientos migratorios. Me parecía que así era más interesante, porque pocos mares escapan a estos movimientos».
Las obras no son las mismas para todos los visitantes. Las sensaciones que pueden despertar son variadas. «La visita se dispara en cada uno», adelanta Becce. «Cada visitante de la muestra, cuando se enfrenta a una obra, descarga toda su experiencia vital. Sensaciones, sentimientos, afecciones…».
La muestra se completa con un programa educativo que habla de fronteras y de identidades a los más pequeños, de esas líneas artificiales «que nos han traído tantas guerras y nos siguen trayendo tantos problemas». Becce hace hincapié en que hay que enseñar a los niños ese respeto por la diferencia, «transmitir esas ideas donde y cuando se pueda. Con arte, con música, con charlas… nada sobra».
El ser humano, animal migratorio
Durante el primer semestre de 2017 llegaron a España 237.115 inmigrantes, lo que dejó un saldo migratorio positivo (tras restar las emigraciones) de 52.926 personas.
Los seres humanos se mueven constantemente. Son «sujetos de fronteras» y se pasan la vida traspasándolas: la del nacimiento, la de la puerta (y la seguridad) de su hogar y, finalmente, esos «límites imaginarios que ha impuesto la geopolítica».
Algunos migran por causas forzosas, como un desastre natural o una guerra. No se quieren ir, pero con esa pena tienen que poner la vista en su siguiente lugar de acogida, que siempre será un segundo plato. Y en esa experiencia, inevitablemente encontrarán alguna nota positiva, aunque al principio la idea les parezca inverosímil.
Otros migran de forma voluntaria. Por una situación insostenible en su lugar de origen, por ejemplo de precariedad laboral y económica o de persecución social a minorías, y sobre todo por la expectativa de que en otro sitio estarán mejor. Pero ni los viajes suelen ser tan sencillos como alguien los planteó, ni lo es la llegada al territorio extraño ni los siguientes años en él. La ilusión siempre va enlazada con las fatalidades; siempre habrá una nota negativa que complete la dualidad.
En el lado positivo, una consecuencia de las migraciones suele ser el relativo reparto de la felicidad: los que se quedan no se sienten tan mal y los que se mueven mejoran, se alivian algunos problemas de sobrepoblación y el desempleo disminuye.
En el lado negativo se sitúa, sobre todo, la desintegración familiar y otras consecuencias económicas como la disminución de los salarios en algunos sectores por la explotación laboral de los inmigrantes y, en los casos más graves, la violación de los derechos humanos cuando un país de acogida no garantiza una dignidad mínima a los inmigrantes.
En la exposición ‘On anam?’, la selección de piezas (vídeos, instalaciones, fotografías y documentos) capta distintos interrogantes relacionados con los procesos migratorios. Esas obras hablan de la gestión de conflictos, de las emociones que se desarrollan en las fronteras, de los cambios y las contradicciones, de la identidad individual y colectiva y muchos otros temas relacionados con la diáspora.
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Foto de portada: Carmela Gross, Migrants 2, 2014. Instalación, conjunto de 104 piezas realizadas en hierro esmaltado, medidas variables. Colección del artista. Cortesía Galeria Vermelho. Fotografía: Pedro Pérez Machado. © de la obra, Carmela Gross, 2017
Una respuesta a «La cara y la cruz de los movimientos migratorios»
Tienen excelentes artículos. Me gustaría leer más con relación a las artes y la migración y sus consecuencias.