Hay quien mira al cielo para ver estrellas. Otros se deleitan con las irregulares formas de las nubes. Los hay que emplean su tiempo en averiguar el punto de partida y destino de los aviones que surcan los cielos. Otros vuelan cometas. Y hay quien levanta la mirada para avistar pájaros. En este último grupo hay aficionados a las aves que se centran en el plumaje de sus alas; otros en su canto, en los movimientos migratorios y en su forma de alimentarse o reproducirse. Y luego está Xavi Bou, que ha dedicado una buena parte de su tiempo a retratar las formas orgánicas que surgen del movimiento de los pájaros.
Vamos por partes. Xavi Bou es un fotógrafo barcelonés que ha dedicado casi una década a explorar y perfeccionar un medio que le permita congelar el movimiento y plasmarlo a través de la fotografía de una forma única. Es decir, concentrar en una instantánea algo que en realidad dura unos segundos.
Son muchas las cosas que se mueven alrededor de nosotros. Un niño que juega, el rodar de un coche, las manillas de un reloj, una montaña rusa o un balón de fútbol. Bou podría haberse decantado por alguna de ellas, pero pudo más su pasión por la naturaleza. Y de la unión de sus dos aficiones nace Ornitografías, un proyecto en el que presenta el vuelo de las aves como nunca lo habíamos visto.
«Mi intención es capturar la belleza del vuelo del pájaro en un solo momento, haciendo visible lo invisible», explica el fotógrafo, para el que las ornitografías se alejan de la práctica puramente científica de la cronofotografía que desarrollaron los fotógrafos Eadweard Muybridge y Étienne Julies Marey en el siglo XIX. «Es el equilibrio entre el arte y la ciencia, un proyecto de descubrimiento naturalista y, al mismo tiempo, un ejercicio de poesía visual», recalca Bou.
Un equilibrio entre arte y ciencia que ha llevado a expertos de todo el mundo a basarse en las ornitografías para desarrollar proyectos en campos tan diversos como la arquitectura, la danza, la música, la biología, la física o las matemáticas.
En su proyecto, Xavi Bou retrata la naturaleza de una manera diferente a la que estamos acostumbrados. Huyendo de una visión antropocentrista o descriptiva, el fotógrafo muestra la belleza del vuelo de las aves registrando sus sinuosos movimientos de una forma que roza lo abstracto. El autor enfrenta al espectador a lo desconocido y, cuando finalmente consigue entender lo que tiene delante, hace que reflexione sobre nuestro entorno y toda esa belleza que pasa inadvertida ante nosotros.
Por ejemplo, pocos se darían cuenta de que muchas de sus fotografías han sido tomadas desde su propio balcón en Barcelona o en las proximidades de donde vive. «Quizás podríamos aprovechar estos momentos de incertidumbre para cambiar la perspectiva con la que vemos el mundo, para reflexionar y mirar al cielo más a menudo», dice Xavi Bou, y de paso apreciar espectáculos como los que congela con su cámara y aprender a valorar lo que nos rodea.
Esto es lo que propone el autor de Ornitografías, redescubrir la naturaleza. «Queremos lo que conocemos. Si no sabes que en tu ciudad hay 30 especies de aves, no puedes valorar la riqueza de lo que tienes a tu alrededor». Por eso, además de su faceta artística, su trabajo quiere crear conciencia de la naturaleza que nos rodea.
El nombre que Bou le da a su proyecto representa de manera simple lo que se esconde detrás de sus imágenes: el dibujo que trazan las aves en el cielo al volar. Un trazo difuminado en el que difícilmente se reconoce al propio animal, con diferentes formas y patrones característicos y únicos de cada especie. Y de la misma forma que los pájaros seguirán volando sobre nuestras cabezas –esperamos que por mucho tiempo–, Ornitografías seguirá siendo un proyecto vivo, al que se irán añadiendo nuevas imágenes.
¿Y qué será lo siguiente? ¿Entomografía? ¿Herpetografía? ¿Ictiografía? Desconocemos si tratará de retratar las formas orgánicas que surgen del movimiento de los insectos, anfibios y reptiles o peces, pero lo que es seguro es que Xavi Bou ya ha comenzado a explorar nuevas y diferentes maneras de observar nuestro entorno natural.
Captar el movimiento a través de la fotografía ha sido algo que ha despertado el interés de los fotógrafos desde el principio mismo de su creación allá por el siglo XIX. Todo comenzó cuando Eadweard Muybridge inventó un sistema de cámaras fotográficas para acabar con el debate de si un caballo al galope mantenía siempre un casco en contacto con el suelo o si, por lo contrario, había momentos en los que se suspendía por completo en el aire. El resultado de su experimento es bien conocido por todos. Caballo en movimiento marcó un antes y un después en la fotografía, la forma de observar la naturaleza y la invención de la ilusión que hoy llamamos cine.
Consistía en una serie de cámaras fotográficas dispuestas a lo largo del trayecto que recorrería el caballo. Estas se disparaban en el momento que el caballo pasaba frente al objetivo. Muybridge era inventor y para este proyecto desarrolló sistemas de disparo a través de hilos y temporizadores. De esta manera, consiguió unas velocidades de obturación jamás vistas hasta el momento para conseguir su propósito.
Y por si alguien tiene la duda sobre el galope del caballo. efectivamente, hay momentos en los que los cuatro cascos se separan del suelo.
Eadweard Muybridge y Étienne Julies Marey siguieron trabajando durante años en la cronofotografía dejando un extenso legado imprescindible para la historia de la fotografía. Pero el resultado de la cronofotográfía nos muestra el movimiento en secciones, no de manera continuada. No sabemos el rastro que deja en el aire el movimiento del caballo; podemos observar y comparar las diferentes posiciones que adopta durante el recorrido. A pesar de eso, el proceso que sigue Bou guarda algunas similitudes con la cronofotografía de Eadweard Muybridge y Étienne Julies.
Otra de las técnicas que parecen acercarse a las ornitografías es la llamada de larga exposición. Esas fotografías de ríos y cascadas en las que el agua parece seda, o las fotografías nocturnas en las que se muestran las luces de los coches en forma de estelas, o el light painting, que se hizo tan popular durante la pasada década, podría recordar al trabajo de Xavi Bou, al menos en lo que significa captar el rastro que deja un elemento al pasar. Pero para usar esta técnica con éxito se necesitan unas condiciones lumínicas muy específicas. El objeto a fotografiar tiene que estar mucho más iluminado que su entorno. Si no es así, desaparece o se ve como un fantasma y, desde luego, no se apreciará con la claridad que lo hace en las ornitografías.
Y por último, por supuesto, la astrofotografía. Esas impresionantes fotografías del cielo nocturno en las que aparecen círculos blancos concéntricos que muestran la trayectoria de las estrellas.
Esto se consigue haciendo desde una misma posición y durante horas fotografías del cielo estrellado. Según rota la Tierra, la posición de las estrellas varía. Al terminar las tomas, se superponen todas en un software de edición fotográfica, se descartan los elementos estáticos (de todas menos una, que se elige de fondo) y se superponen los elementos móviles (las estrellas). Así se genera este impresionante efecto.
Y quizás sea este último método el que más se acerque a la ornitografía. Pero un ave se mueve mucho más rápido que las estrellas y no se dispone de horas para cada toma, todo debe ser mucho más rápido.
Entonces ¿Cómo lo hace? Tras una larga planificación e investigación para determinar dónde y cuándo, Xavi Bou sitúa su trípode allí donde hará la toma. Sobre él coloca una cámara que le permite registrar entre 60 y 120 fotogramas por segundo a gran resolución y en RAW. Esto no lo hace cualquier cámara.
El equipamiento que usa incluye cámaras de cine de última generación ancladas e inmóviles con las que apunta a las aves y captura secuencias de varios segundos. Estas secuencias de video son divididas en fotogramas independientes y dan como resultado cientos de fotografías con un mismo fondo en las que (al igual que en la cronofotografía) se muestran las diferentes fases del movimiento de las aves. Con todo este material, empieza el trabajo de edición. Y en este campo Bou es un experto.
Para hacer breve un trabajo que dura horas, se podría resumir en un ejercicio parecido al del trazo de las estrellas. Se superponen todos los frames en uno solo, se trabaja en el fondo y el resultado es ese efecto tan intrigante que vemos en las ornitografías.
Un elemento clave es decidir cuántos frames compondrán la imagen final. Para ello, el autor busca que el resultado muestre lo suficiente pero no demasiado. Si hay pocas imágenes en la secuencia, gana importancia la forma de la propia ave y el rastro ya no es tan relevante; y si hay demasiadas, pierde belleza.
Ornitografías es uno de esos procesos que cuando se ve, se siente curiosidad por intentarlo, pero cuando se entiende el gran trabajo, paciencia y persistencia que conlleva, es preferible disfrutarlo a través de su autor.
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