Notó el primer pinchazo caminando hacia el calendario. La nueva década pensó que era alguna contractura debida a la mala noche que había pasado y a las prisas con las que había salido de casa para llegar a tiempo a la inauguración oficial del nuevo año.
Pero cuando al pinchazo le siguió la sensación de estar cargando con un peso extra en la espalda, la cosa empezó a preocuparle. Se sentó un momento en un complemento circunstancial de lugar a descansar y retomar aliento antes de continuar. «Esto va a ser plato de recuerdos que me cené anoche, con lo indigestos que son», pensaba mientras rezaba para que no le diera el apretón en mitad de la calle y tuviera que buscar cualquier sitio donde le dejaran aliviarse, con la vergüenza que le daba cagar en váteres ajenos.
Pero el estómago no daba señales de malestar, más bien era la espalda la que le torturaba. Cuando se repuso lo suficiente, se levantó y siguió su camino con paso cansado. Agotada, la nueva década llegó al salón de convenciones con cara desencajada y la espalda encorvada por aquel peso invisible.
«¡Uy!, ¡¿pero qué tienes ahí?!», le dijo sorprendida la década anterior cuando se la cruzó en el hall. «¡Pues sí que te has contagiado pronto! Anda, deja que te quite ese apóstrofo que llevas clavado en la espalda antes de que se te pegue alguna s minúscula y ya no haya remedio».
Nos gusta hablar de décadas por aquello de acumular años de manera solemne. Pero es cuando nos toca escribirlas cuando llegan los problemas. La norma dice que tenemos dos maneras de hacerlo. La preferida es utilizando los numerales cardinales: los años ochenta, la década de los cincuenta… Pero también se aceptan las cifras: los años 80, la década de los 50.
Y como el numeral con el que se expresan las décadas debe usarse siempre en singular, lo que sí que no te consiente la Academia es que lo hagas a la inglesa: ni *los 80’s ni *los 80s.
¿Qué necesidad tienes de provocarles escoliosis a la pobre década, con lo mayor que está?