Que el confinamiento está desarrollando la creatividad de muchas personas no es ninguna novedad a estas alturas, casi dos meses después de que comenzara el encierro. Hay ejemplos a patadas. Hay quien ha comenzado cursos de cocina, de costura, de escritura, de canto… Otros han empezado a tocar instrumentos musicales o a pinchar discos en la ventana.
Los que ya venían con el cartel de creativo colgado han aprovechado para desarrollar proyectos personales, ideas que pensaron hace mucho pero que nunca realizaron por falta de tiempo; trabajos que no se ajustan a un briefing, que no tienen que vender productos y que se hacen simplemente por gusto.
El ilustrador Óscar Llorens es uno de ellos. El confinamiento le pilló en su pueblo, Navadijos, un municipio situado a 1.500 metros de altitud en plena sierra de Gredos, en el que viven menos de 20 habitantes. «Aunque suene a tópico, la vida aquí es como viajar en el tiempo», dice Llorens. Y eso es precisamente lo que ha hecho: ha vuelto a los ochenta.
Dice el ilustrador que los primeros días del confinamiento tuvo la sensación de que la pandemia era el comienzo del fin del mundo. «Esperaba que de un momento a otro apareciera un platillo volante gigante como en V, la serie de los ochenta, y comenzara una invasión extraterrestre a lo bestia; o me encontrara el mítico monolito de 2001 en las erillas del pueblo». El resultado es una serie de dibujos en los que mezcla conceptos tan diferentes, pero que encajan perfectamente, como las series ochenteras de ciencia ficción y este pequeño pueblo de la provincia de Ávila.
Por eso podemos ver el Delorean de Regreso al futuro aparcado delante de una típica casa de pueblo, los trípodes de La guerra de los mundos sobre el skyline de Navadijos o un astronauta de 2001: Odisea en el espacio junto a la fuente en la plaza del pueblo. Y también un soldado imperial de Starwars que acaba de aparcar su motojet y que mira, en la entrada del pueblo cómo se acerca un AT ST y otros dos, con sus blasters en mano, mientras entra en el municipio una de las máquinas más destructivas de la saga de Georges Lucas, un AT AT.
«La serie no ha terminado», comenta Llorens, «tengo pensado meter gremlins en el tractor de mi vecino, al protagonista de Interstelar en la torre de comunicaciones del pueblo y todavía estoy dándole vueltas a ver cómo meto el barco pirata de Willy el Tuerto, de Los Goonies, en la plaza».