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Creatividad

La luz juega con la portada de Yorokobu

Es un momento indefinido. Puede que anochezca o puede que esté amaneciendo. Lo que sí está claro es que, al fondo, como deja adivinar una ventana, está la ciudad que habitan los coches, aunque no nos llegue su sonido hasta esta estancia que Òscar Medina, expresionista visual de Barcelona, ha creado para la portada de octubre.

Lo cierto es que no hay ruido de tráfico, no hay estruendo de cláxones que lleguen hasta este lugar. Hay silencio, como el del motor de un coche eléctrico. Y una cierta sensación de vacío, pero también de calidez, de cotidianidad, de rutina difícil de interpretar.

En su trabajo, Medina intenta generar escenas en cierta manera idílicas e idealizadas que trabajen con la luz. Es este elemento plástico el que otorga expresividad al escenario. «Intenté hacer una adaptación de una escena idealizada también, pero de una urbe, en la que es más importante la sensación que se genera gracias a las luces que al concepto o a cualquier figura retórica que se pueda interpretar en la ilustración».

La luz de la habitación de esta portada es eléctrica. O quizá no, quizá sea el sol colándose por los rincones de la estancia. Es un interior que juega con la sugerencia, mostrando una soledad que ya pasó, la que impuso la pandemia y el confinamiento a algunas personas, y que quizá no se haya ido aún.

En ese juego de luces y sombras juega un papel protagonista la estantería, que parece separar dos mundos, el que tenemos frente a nosotros y el que se adivina detrás en forma de escalera. En ella, los objetos se esconden y se muestran jugando con la luz para aumentar esa sensación de soledad nostálgica y tétrica, a la vez, que ha provocado el covid. Un rollo de papel higiénico, una pecera sin pez… Figuras que van formando el lettering que revela el nombre, Yorokobu, como una invitación al optimismo, a volver a la luz. Here comes de sun

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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