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Pablo Escobar sigue vivo

El 2 de diciembre de 1993, el día que cumplía 44 años, Pablo Escobar Gaviria moría sobre el tejado de una vivienda en un barrio de Medellín -las autoridades dicen que abatido en un operativo, su círculo cercano que se suicidó antes de ser capturado-. Los agentes colombianos y de la DEA, colocando los dedos en forma de v de victoria, posaban para la foto con el cadáver del capo más célebre de la historia, el hombre que había desafiado al Estado, secuestrando, sembrando bombas, matando a cientos, quizás miles de personas, y regando los Estados Unidos de cocaína.

Algunos de los policías cortaron por los lados el bigote de Escobar antes de la autopsia para guardarlo como trofeo. Al entierro acudieron miles de personas para dar el último adiós al ‘Patrón’, a quien consideraban su benefactor. Otros, durante años, fueron a bailar sobre su tumba para pisar por una vez al narcotraficante que le había quitado la vida a sus familiares o amigos.

Hoy, un grupo de turistas, la mayoría extranjeros, visitan la modesta lápida negra como parte de un recorrido turístico. Casi dos décadas después de su muerte, la leyenda de Pablo Escobar, ya sea en camisetas, series de televisión, libros o incluso como reclamo para visitar la ciudad, sigue viva.

En los últimos meses en Medellín hay un DVD pirata que se ha convertido en el indiscutible rey de ventas. “¡La serie de Pablo, tengo la serie de Pablo!”, grita un vendedor. En la esquina siguiente el mismo reclamo. El patrón del mal, emitida por Caracol, ha alcanzado un enorme éxito de audiencia, llegando al 26.9% de cuota de pantalla.

En la carátula se ve a Andrés Parra, el actor que encarna a Escobar, con su sempiterno copete peinado a la derecha y la mirada llena de autoridad. La telenovela está basada en La Parábola de Pablo (2001), escrita por Alonso Salazar J., quizás el libro que más se acerca a describir la camaleónica y misteriosa personalidad del capo. En sus páginas, que se han reeditado con un gran éxito de ventas este año, se le caracteriza como psicópata, espléndido, vengativo, buen hijo, ególatra, buen padre…

En Medellín, como comenta un hombre que le vendió provisiones y ropa a Escobar cuando estaba en la cárcel, “todo el mundo tenía algo que ver con Pablo, directa o indirectamente”. “Los niños con los que yo jugaba fútbol después se hicieron sicarios de Escobar. Un día, ya grandes, llegaban en motos nuevas al barrio, con zapatos nike, cadenas de oro y ostentando un arma”, cuenta José Alejandro Castaño, quien se ha sumergido en el legado de Escobar con la novela Cierra los ojos, princesa (2012).

En ella cuenta la historia de un rey todopoderoso que de día amputa brazos u ordena sumergir a sus enemigos en ácido y de noche le narra cuentos a su niña. Mientras en los barrios el sicariato se convertía en uno de los principales modus vivendi en otras latitudes más favorecidas de Medellín, existía otra costumbre: casi todos los que eran niños en los 80 visitaron alguna vez el zoo de Pablo.

Amante de los animales, Escobar mandó traer de diferentes rincones del planeta jirafas, elefantes, hipopótamos… a su hacienda, Nápoles. Los niños acudían de excursión al mismo lugar en el que se reunía con otros capos, como los hermanos Ochoa o el Mexicano, y montaba fiestas que quedaron para la posteridad, en donde la bebida se combinaba con los encantos de las reinas de belleza.

En la entrada hoy todavía se conserva un avión postrado sobre un arco. La leyenda dice que fue el primero con el que coronó una entrega de drogas a Estados Unidos. Nápoles se ha convertido en una reserva de animales y también en una de las paradas en los tours que desde el año pasado han empezado a ofertar algunas agencias turísticas.

Uno de ellos anuncia que durante cuatro días se podrá conocer la “verdadera historia del capo más grande del mundo”. El viaje incluye, entre otras, paradas en el barrio Pablo Escobar, en el que en su día construyó 5.000 viviendas para la gente pobre, en una casa en las colinas donde se refugió días antes de morir y también en la vivienda en la que finalmente falleció. La gran atracción es conocer a Roberto Escobar, El Osito, quien vivió al lado de su hermano el auge y la caída del Cartel de Medellín.

La explotación del legado de Escobar, siguiendo los pasos de otros famosos criminales como Al Capone, ha desatado un debate en Colombia. ¿Es legítimo comerciar con la imagen del criminal más grande de la historia del país? “Escobar despierta un morbo, una curiosidad y eso nos es necesariamente malo. Está bien recordar”, opina Castaño. “El problema es que algunos nos proponen una memoria desde la admiración, no desde el espanto. Cuando un extranjero se pone una camisa de Escobar, se tatúa un brazo con su nombre, o cuelga una foto suya como se cuelga una foto de Bob Marley o John Lennon, escupe nuestro dolor”.

Foto portada: Escobar Caracol TV, Foto 2: El Espectador, Wikimedia Commons

Por José Luis Pardo

José Luis Pardo es periodista de ruta. Desde hace un año recorre Latinoamérica en un VW del 2003, en busca de buenas historias. Puedes leer más sobre su viaje en www.dromomanos.com y seguirlo en @dromomanos.

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