Según una encuesta de la Fundación Bertelsmann, el 80 por ciento de los alemanes y el 90 de los austriacos esperan un nuevo orden. No se desean políticos más transparentes, bancos más éticos, ni reformas de estos dispositivos, sino un sistema completamente nuevo, tanto en economía como en política. Con todo, la ciudadanía sigue en actitud de espera mostrando una paciencia más allá de toda lógica y virtud. Esta constatación ha dado lugar al nacimiento de una secta: la Pacienciología.
La paciencia (del lat. patientia) es la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades. Constancia que se opone al mal a pesar de lo que se sufra. Aristóteles en sus Éticas nos habla de sobreponerse a las emociones generadas por las desgracias o aflicciones. Se hace necesario un entrenamiento ante el acoso de dolores y tristezas de la vida, una ‘poliorcética’. Demetrio I de Macedonia (337 a. C. – 283 a. C.) recibió el sobrenombre de Poliorcetes por ser considerado muy hábil en el arte del asedio o sitio a las ciudades.
Los ‘poliorcetas’ o personas pacientes saben esperar con calma a que las cosas sucedan, piensan que los acontecimientos no dependen estrictamente de uno mismo y hay que darles tiempo. Calificada como virtud, se le opone un vicio antitético con el pecado capital de la ira. Saber sufrir, tolerar las contrariedades y adversidades con fortaleza sin lamentarse y ante todo sin irritarse.
La Pacienciología desarrolla un completo sistema de creencias y enseñanzas, originalmente propuesto como una doctrina laica que se reorienta a partir de 2008 como una especie de filosofía social aplicada que se expresa en una afirmación: “La crisis pasará”. Nada compete a la ciudadanía, los poderes públicos lo solucionarán. Aunque de apariencia loable y esperanzada, esconde una de las sectas más terribles.
Asegura Michael Lagone (1988), psicólogo especializado en sectas: “Una secta es un grupo o movimiento que exhibe una devoción excesiva a una persona, idea o cosa y que emplea técnicas antiéticas de manipulación para persuadir y controlar a sus adeptos (…), diseñadas para lograr las metas del líder del grupo (…), trayendo como consecuencias el daño a sus miembros, a los familiares de ellos o a la sociedad en general”.
Existe, pues, sin duda, una peligrosa secta tras la invitación a esperar la recuperación de este sistema que se ha manifestado, cuando menos, de una torpeza absoluta para dar la réplica al momento actual.
Según Brian Wilson (1970) en su Sociología de las sectas señala: “ En las sectas acostumbra a existir una élite de personas a quien se atribuye conocimiento y habilidades especiales”. En la actualidad, secretamente posicionadas en lugares de poder económico y político.
Encontramos también en la Pacienciología, como en toda conducta o pensamiento sectario, la convicción y creencia de que su propia salvación, o el éxito de sus objetivos particulares, requiere una búsqueda agresiva de la conversión de otros.
Existe un gran oscurantismo sobre las ceremonias secretas de sus líderes, aunque conocemos la invocación de Benjamin Franklin, inventor del pararrayos, cuya imagen aparece en el anverso del billete de 100 USD: “Quien tiene paciencia obtendrá lo que desea”.
Conocer a sus miembros y su mensaje es fundamental si queremos erradicarlo. Y ante todo, recuerda: no denunciarlo nos hace cómplices, además de ‘poliorcetas’.
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Francesc Beltri Gebrat es socio de Mediterráneo Consultores