Palabritas chingonas desde las calles de Oaxaca

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Un país no es solo el espacio geográfico que ocupa. Ni tampoco es solo una historia, unos habitantes o una cultura. Un país también son sus formas, sus olores, sus colores y sus sonidos. Al final es toda la mezcla de estímulos que se vuelven perceptibles al pisar el país y que son tan difíciles de capturar y transmitir a distancia.

El que no lo tenga claro no tiene más que revisar El Palabrero Mexicano, de Adrián Suárez. En él, el director creativo español afincado en México propone una serie de destilaciones visuales que conjugan la riqueza del vocabulario local mexicano con la exuberancia cromática del día a día de la ciudad de Oaxaca.

Moverse por México podría ser un viaje lisérgico. Como dijo Salvador Dalí tras una de sus visitas, es un lugar más surrealista que sus propios cuadros. Y esa esencia, güey, no se captura fácilmente.

Dice Suárez que todos los países tienen su propia identidad, sus propias tradiciones, sus propios lenguajes visuales. En este palabrero mexicano se encuentra en los ricos colores de la ropa de las mujeres de este país, en la diversidad de sus estampados florales y en el atractivo visual de los puestos de los mercados de Oaxaca.

Además de la paleta de colores de Oaxaca, fueron los giros y expresiones del idioma lo que más llamo la atención del creativo y lo que le llevó a buscar su origen etimológico. Fue esta búsqueda, unida a su propia curiosidad acerca de los modismos mexicanos, la que le llevó a componer este trabajo. Muchas de ellas son palabras que fuera del país sonarán a culebrón, o a una de las últimas temporadas de Narcos, pero que en suelo mexicano aparecen cargadas de sentido.

Así, en el conjunto de composiciones que forman este trabajo se mezclan elementos dialécticos y visuales para construir una experiencia. En palabras del propio Suárez, «emplazando al espectador en suelo mexicano como si estuviera recorriendo alguna de sus calles, plazas o mercados. Se trata así de buscar una síntesis sensorial de vista y oído al caminar por las calles de Oaxaca y de esta forma, tratar de describir la singularidad del pueblo mexicano».

México es un país con un vocabulario muy rico que da lugar a palabras muy características. «Por ejemplo», dice Suárez, «chido, chingón, padrísimos o fregón, son algunas de ellas para referirse a cosas, personas o acontecimientos buenos. Expresiones informales que inundan las calles de las ciudades y pueblos en las conversaciones de sus transeúntes».

Todas ellas forman parte de lo que constituye realmente un paseo por una calle de cualquier ciudad mexicana. Será a través de ellas que el oído de cualquier visitante se hará realmente a la idea de que es mexicano el suelo que pisa, y no de cualquier otro país hispano hablante.

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