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Para qué sirve la filosofía y otras preguntas que no deberías hacerte

Corría el año 1991 cuando un libro de un autor noruego, Jostein Gaarder, que narraba las peripecias de una niña llamada Sofía, se convertía en un best seller mundial traducido a más de 60 idiomas. Esto no tendría nada de extraordinario si no fuera porque, bajo la apariencia de una novela, El mundo de Sofía, que así se titulaba la obra, hablaba en realidad de filosofía.

Con un lenguaje cercano, sencillo y alejado de ese tono académico, Gaarder hacía un recorrido por la historia del pensamiento occidental. Aquella novela supuso la puerta de entrada para muchas personas a la filosofía y las animó a hacerse las mismas preguntas sobre el ser y el sentido de la vida que ya se hacían Sócrates, Platón y cuantos pensadores les siguieron después.

Dos décadas más tarde, la editorial Siruela adaptó la novela del escritor y filósofo noruego al formato de novela gráfica en dos tomos, donde la protagonista está más cercana en actitud y en costumbres (tiene redes sociales, por ejemplo) a los jóvenes del siglo XXI que la Sofía de 1991. De adaptar el texto al formato cómic se ha encargado Vicent Zabus, escritor, guionista y autor de series juveniles para la revista belga Le Journal de Spirou, mientras que la ilustración es obra de Nicoby, compañero de Zabus en la misma revista.

¿Estamos ante un bum de la filosofía?

Si juzgáramos solo por el número de columnas y secciones relacionadas con la filosofía que podemos encontrar en un buen número de medios de comunicación, podríamos decir que la sociedad está volviendo a interesarse por esta disciplina. Y la figura del filósofo vuelve a tener relevancia hoy en sectores como la empresa, la biotecnología, la política y la tecnología. En un mundo en crisis y donde los cambios se producen tan rápidamente, parece esencial que haya personas dedicadas a analizar y reflexionar sobre el sentido de la existencia humana y ayuden a poner límites éticos a eso que llamamos desarrollo científico.

Ofelia Grande, directora de la editorial Siruela, no sabe definir un perfil concreto de lector de filosofía actual. «Hace años sí: estudiantes, profesores, profesionales… Personas que se acercaban al libro con inquietudes más intelectuales y de formación que muchos de los que se acercaban a la ficción que, en algunos casos, se consideraba más entretenimiento. Hoy están muy mezclados y la no ficción va ganando adeptos día a día».

Para Grande, estos temas que invitan a la reflexión, ya sean filosóficos o ensayos en general, siempre han interesado, si bien antes lo hacían a un segmento más pequeño de lectores. «Quizás (y cualquier generalización es mala e imprecisa) eran libros más académicos, más pesados, en ocasiones. Hoy la no ficción es más para todos los lectores», opina. Pero que ahora puedan verse en las librerías un mayor número de este tipo de obras puede deberse a que «tenemos (o sentimos más) necesidad de conocer mejor el mundo que nos rodea; y también porque los autores no quieren dirigirse a ese pequeño nicho de lectores, sino a todos».

Y todo ello a pesar —o tal vez por ello— de que la asignatura de Filosofía haya visto cómo ha ido reduciendo su peso en el currículo escolar español. Que no esté bien vista una ciudadanía capaz de tener pensamiento crítico es una idea muy tentadora que se cruza por el cerebro de muchas personas como conclusión ante esta situación. Demasiado subversiva para ser apoyada, podría interpretarse.

[bctt tweet=»«La filosofía siempre será subversiva, siempre va dirigida a criticar el poder y lo establecido por este»» username=»Yorokobumag»]

«Por supuesto que la filosofía es subversiva, pero eso no es algo bueno, lo malo es vivir en un sistema que haga que algo tan humano como la filosofía se convierta en una actividad subversiva», opina Javier Céspedes, filósofo y colaborador en Yorokobu. Para Céspedes, la filosofía no es ni buena ni mala, pero las barreras que se le ponen sí son ilógicas. «La filosofía siempre será subversiva, porque la subversión es unidireccional y vertical, de abajo a arriba, siempre va dirigida a criticar el poder y lo establecido por este». Tanto es así que este pensador define a esta disciplina como «la insistencia en pelear batallas perdidas».

«Sabemos que el mundo nunca va a ser perfecto, pero no por ello hay que dejar de señalar las cosas que lo hacen imperfecto. Sabemos que la vida nunca será del todo feliz, pero no por ello hay que dejar de pensar sobre las cosas que nos hacen infelices».

Sin embargo, no cree que haya una conspiración para reducir el peso de las humanidades en las aulas. «No creo que haya una persona detrás de cada comunidad autónoma o de cada universidad buscando quitarle fondos a la filosofía para que la gente no piense libremente. Creo que es un problema estructural de nuestra época, quizá relacionado con la digitalización y la informatización, con la cultura de masas y el entretenimiento masivo, pero no estoy muy seguro».

Viejas preguntas para un mundo nuevo

¿Seguimos haciéndonos las mismas preguntas que se hacían los filósofos griegos, los existencialistas, los empíricos y tantas otras corrientes de pensamiento?

«La mayoría de disciplinas de filosofía, desde los griegos hasta el existencialismo y la filosofía del lenguaje, acaban revelándose como una forma alternativa de responder a la pregunta ¿qué es el ser?», aclara Javier Céspedes. La ontología, que es el estudio del ser, sigue debatiendo sobre las mismas preguntas que planteaba ya Platón en el Parménides, y es el hilo conductor de toda la filosofía. «Por supuesto que todos los filósofos hacen multitud de otras preguntas sobre diversos temas y ámbitos, pero la mayoría de escuelas o épocas están condicionadas por una forma de responder a esta pregunta».

Por tanto, asegura nuestro filósofo de cabecera, estas preguntas siguen muy vigentes, aunque se planteen con una frecuencia diferente y su acercamiento también sea distinto al de otras épocas.

«Al final, desde los griegos, lo que todas las escuelas se han preguntado ha sido cómo vivir una buena vida, y eso es algo que todos nos preguntamos día a día, si bien sea un debate interno sobre si nos gustaría ser más hedonistas, epicúreos y estoicos, o nuestras ambivalencias morales o éticas. No hace falta leer filosofía para enfrentarse a estos problemas, pero, muchas veces, leer filosofía te permite amueblarte la cabeza para saber cómo gestionarlos, y en ese aspecto, Platón o Epicuro son tan actuales como Ortega o Camus».

Sin embargo, si bien no debemos dejar de lado esas preguntas históricas e irresolubles, es evidente que los nuevos tiempos han traído también nuevos dilemas.

Para Céspedes, la filosofía actual está dirigida a cuatro grandes ámbitos. El primero es el del feminismo, el género y la sexualidad. El segundo, el de la conservación de recursos naturales y la responsabilidad para con el resto de seres vivos. El tercero sería el de la igualdad global de todos los seres humanos. Y estos tres ámbitos suponen, en su opinión, una emancipación que tiene que ver con el cuarto, el del sistema capitalista, patriarcal y reaccionario, que impide la emancipación de esos tres ámbitos de forma estructural.

[bctt tweet=»«Ya hemos tratado de cambiar el mundo y no ha salido bien; igual lo que toca es volver a pensar qué mundo queremos»» username=»Yorokobumag»]«Ya hemos tratado de cambiar el mundo y no ha salido bien; igual lo que toca es volver a pensar qué mundo queremos»

«Creo que las reflexiones actuales se pueden resumir contando como Karl Marx una vez dijo: «Los filósofos solo han pensado el mundo, de lo que se trata es de cambiarlo»; y en relación con esto Slavoj Zizek comentó esta misma década algo así como que ya hemos tratado de cambiar el mundo y no ha salido bien; igual lo que toca es volver a pensar qué mundo queremos». Y ese sería el punto en el que estamos hoy: somos conscientes a diario de que nuestras aspiraciones son cada vez más imposibles, y tenemos que reflexionar cuál es el origen y cómo hacer para poder construir una vida disfrutable por y para todos de nuevo.

«Aparte de esto, en la actualidad hay múltiples debates filosóficos concretos de nuestro tiempo, tales como debates de bioética sobre la eticidad y la moralidad de la inteligencia artificial y su uso por humanos; debates estéticos sobre las formas del arte; debates sobre la mejor relación y más óptima que se puede tener con el resto de seres vivos, debates muy importantes sobre el consentimiento y la emancipación y libertad reales, etc.».

¿Para qué sirve la filosofía?

Leídas así, resulta casi una necesidad afrontar esas preguntas y tratar de responderlas. Y —aunque inconscientemente— todos nos las hemos planteado alguna vez cuando leemos los periódicos y escuchamos las noticias sobre grandes avances tecnológicos, por ejemplo. Pero la imagen que se nos ha enseñado a muchos de la filosofía, y que sigue mostrándose así en los institutos, es, más que una invitación a la reflexión, un recorrido histórico por escuelas y pensamientos filosóficos sobre los que apenas se deja ver una aplicación práctica en la vida real.

En esto coincide también Javier Céspedes. «A mi parecer, la filosofía en el instituto se enseña de una forma muy lineal y unidireccional, atendiendo a un proceso histórico que encadena un autor tras otro naturalizando la evolución del pensamiento, como si un autor fuera consecuencia directa de otro, y así en línea recta hasta hoy».

Pero también cree que no toda la culpa es de una mala enseñanza, sino de cómo se plantea en el currículo escolar por parte de las administraciones. «No tiene que ser fácil enseñarlo de otra manera. Al final, los profesores están sometidos a una serie de contenidos que son de los que se van a evaluar los alumnos en la EvAU y tienen que salir de clase con ellos aprendidos».

«Vaya por delante que no rechazo el aprendizaje tradicional de la historia de la filosofía, antes bien, creo que toda persona necesita una base sólida para empezar a caminar», opina Sergio Santiago, filólogo, filósofo, autor teatral y cocreador de Theaomai. A través de la dramatización y con personajes que representan a jóvenes de hoy, la compañía teatral ya ha representado dos de las obras que forman parte de una trilogía en torno a la idea filosófica del panteísmo. La primera fue Maldito Espinosa, y el pasado mes de noviembre estrenaron la segunda, Bruno (Miércoles de ceniza).

«El problema es que ese contenido teórico se suele presentar como una aproximación arqueológica, inerte. Cuando ves un vaso sumerio del 3000 antes de Cristo eso ya no es un vaso, porque no sirve para beber. Explicamos a Aristóteles como si ya no fuera un filósofo, es decir, como si ya no pudiera ayudarnos a pensar». Por ejemplo, añade, se explica su cosmología de un modo casi esotérico, como una curiosidad histórica propia de tiempos menos avanzados.

[bctt tweet=»«’La paz perpetua’ de Kant, o ‘La banalidad del mal’ de Arendt son textos que nos siguen interpelando en todo lo relativo a las guerras de Ucrania y Gaza. Son vasos que aún dan de beber, y un profesor de filosofía deben enseñar a usarlos»» username=»Yorokobumag»]

«Lo cierto, sin embargo, es que nociones como las de entendimiento agente (por decir una de las que más nos ocupan en Theaomai) son capaces hoy todavía de estimular nuestra reflexión, porque orientan problemas que no están resueltos. Leer La paz perpetua de Kant, o La banalidad del mal de Arendt en sus contextos es importante, pero es un error no señalar que son textos que nos siguen interpelando en todo lo relativo a las guerras de Ucrania y Gaza. Son vasos que aún dan de beber, y un profesor de filosofía deben enseñar a usarlos».

El mundo de Sofía facilita, en ese sentido, el viaje por la historia del pensamiento occidental al convertirlo en el argumento de una novela, tanto en su versión clásica como en la gráfica. Y ya apunta a cómo pueden aplicarse las grandes teorías filosóficas en hechos comunes de la vida diaria por los que atravesamos todos. Pero tenemos tan interiorizado que todo lo que hagamos en nuestra vida tiene que tener una utilidad, que también lo aplicamos sobre algo como la filosofía, mucho más establecido en el mundo de las ideas.

De ahí que sigamos preguntándonos para qué sirve hoy la filosofía y cómo se aplica en nuestra rutina. «Bueno, yo soy un firme defensor de que la filosofía ni sirve para nada ni tiene que servir para nada», defiende Céspedes. Buscarle una utilidad es entrar en ese juego al que nos vemos abocados, el de buscar la practicidad y la optimización de todo lo que hacemos. Para el filósofo y colaborador de Yorokobu, esta disciplina tiene que proveernos de todo lo contrario.

[bctt tweet=»«La filosofía consiste en la insistencia de seguir peleando batallas que vienen pérdidas de antemano»» username=»Yorokobumag»]

«La filosofía puede ser reflexionar por reflexionar, porque sí, y porque no queda otra. Precisamente, lo bueno de entender que la filosofía no sirve para nada es que, tras esa aceptación, entonces no hay nada que se le pueda exigir a la filosofía, y eso supone liberarla de multitud de ataduras, pues permite reflexionar de forma libre sin necesidad de que los planteamientos sean útiles o no, sean aplicables o no. Al final, la filosofía consiste en la insistencia de seguir peleando batallas que vienen pérdidas de antemano».

Y, sin embargo, aunque no tenga que servir para nada como premisa, su utilidad es mucha. «Las reflexiones filosóficas del último siglo nos han servido a todos como civilización para darnos cuenta de muchas cosas: los derechos humanos, el feminismo, la igualdad racial, la democracia… todos estos avances serían imposibles sin las reflexiones filosóficas previas de cientos de autores que se han dedicado a investigar y razonar sobre qué es mejor para nuestra vida en comunidad».

También tiene una aplicación individual, pero no como autoayuda. «Un estudiante puede leer a Kant y asombrarse por el imperativo categórico, y decidir que a partir de ese momento quiere ser una persona más justa y buena con la gente que le rodea», pone como ejemplo. «El peligro aquí reside, como en todo, en la malinterpretación voluntaria de los textos —advierte—. Muchas veces, acudir a la filosofía es utilizado como un argumento de autoridad para justificar conductas que son de antemano injustas».

Como ejemplo de esto Céspedes habla del estoicismo romano clásico, donde destacan Las meditaciones de Marco Aurelio; y cómo ahora, pese a que el texto no haya cambiado, el mensaje que se transmite es de autosuperación e individualismo. «Por eso hay que tener mucho cuidado con la forma en la que uno se aproxima o facilita que otros se aproximen a la filosofía».

Filosofía atractiva en las aulas: ¿misión imosible?

Entonces, ¿cómo debería enseñarse la filosofía en los institutos? Porque todos tenemos muy vívida la imagen de ese profesor irreverente y descarado de la serie Merlí, capaz de motivar al alumnado para hacerse preguntas y acudir a sus clases como lo mejor de la semana escolar.

Sin llegar a ese planteamiento histriónico de la asignatura, sí es cierto que existen algunas iniciativas que pretenden atraer al estudiante hacia algo tan arduo, a veces, como la filosofía. Una de ellas, es la que empezó a desarrollarse en el instituto madrileño de Leganés IES Julio Verne. Allí se creó el mencionado grupo de teatro Theaomai, en el que la filosofía se llevó al escenario con obras escritas por propio Sergio Santiago.

«La filosofía es difícil, y nuestro objetivo no es convencer a los actores ni al público de que no lo es. Más bien al contrario: yo quisiera que la gente tomara conciencia de que hay cosas difíciles que valen la pena, que hay dificultades que vale la pena atravesar», explica el filólogo y filósofo.

«Al público del teatro, renuente casi siempre a obras demasiado densas, merece la pena pedirle un poco, en una exigencia saludable de atención y cuidado. Como profesor practico la misma doctrina en mis clases: dentro de unos límites, exigir es una forma de respeto. Y una vez atravesada esa barrera, la filosofía, como el teatro, liberan y construyen, nos emancipan y edifican. Y el sabor de esas cosas, una vez que se prueba, se vuelve irrenunciable. Muchas personas nos dicen que nunca se imaginaron disfrutando de una obra sobre la Ética de Spinoza. Bueno, para poder llegar a eso primero hay que permitírselo; primero hay que estar dispuesto a atravesar la dificultad. Atrévete a lo difícil, porque, como decía Platón, «lo hermoso es difícil»».

Para Javier Céspedes, habría que empezar por ampliar el número de clases de filosofía en los institutos y extender su enseñanza a un mayor número de cursos. Para él, como ya ha señalado un poco más arriba, la EvAU tampoco se lo pone fácil a los profesores, ya que se sienten atados a dar los contenidos que se le van a exigir a los alumnos en esa prueba de acceso a la universidad, lo que les impide satisfacer las posibles demandas de conocimiento hacia otros temas que pueda plantearse parte del alumnado.

[bctt tweet=»«La filosofía es una forma privilegiada de rebelión contra el afán des-humanizador del poder, que anhela máquinas dóciles, inteligencias artificiales que no protestan porque no toman conciencia»» username=»Yorokobumag»]

«Te puedo decir que, en el contexto actual, con las limitaciones y dificultades existentes, yo probablemente lo haría igual que el resto. Enseñar la filosofía como historia del pensamiento no es algo malo ni negativo en sí, es probablemente la mejor introducción posible, pero depende, como todo, de la ilusión o entretenimiento que le ponga el profesor».

Lo recomendable, opina, sería generar debate sin forzarlo y permitir al alumnado reflexionar libremente, sin obligarle a hacerlo. Y, sobre todo, acudir a las fuentes primarias. «No sirve de nada aprenderte la fecha de nacimiento y muerte de Nietzsche y el título de todas sus obras si no se te ha permitido leer nada de ellas. Aunque parezca difícil, en todas las obras hay párrafos que resumen muy bien todo el texto, y creo que permitir a los alumnos acercarse a ellos, leerlos por ellos mismos de forma directa, es algo positivo y esclarecedor».

«Nosotros pensamos que Spinoza es útil para reflexionar sobre un chico de 20 años que se va de Erasmus a Ámsterdam. Que Giordano Bruno es una buena manera de pensar la libertad de expresión hoy, en presente. Que Averroes, nuestro gran maestro cordobés, es aún una escuela de tolerancia contra cualquier forma de racismo e integrismo. Esto son gotas, pero no en el desierto, sino en una tierra muy fértil, porque la vida humana está ahíta de preguntas en cuya respuesta vale la pena que nos esforcemos», expresa, por su parte Sergio Santiago.

«El general ataque que reciben las Humanidades por parte de los poderes políticos y económicos, el empeño por decir que son disciplinas inútiles que no nos preparan para el mundo actual… todo eso, en suma, es un síntoma de que hay que defenderlas en un doble sentido: defender las humanidades y defenderse con las Humanidades. Hoy, más que nunca, la filosofía es una forma privilegiada de rebelión contra el afán des-humanizador del poder, que anhela máquinas dóciles, inteligencias artificiales que no protestan porque no toman conciencia. Por lo demás, también el océano está formado por gotas, incluso el diluvio lo estuvo», concluye Santiago.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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