Cuando acabe el día de hoy, 8.000 globos iluminarán Berlín. A lo largo de los 15 kilómetros más significativos de los 150 del muro que rodeó durante casi 30 años la capital de Alemania, estas esferas recordarán que hace 25 años tuvo lugar una conferencia de prensa que cambió el rumbo de la historia. Un 9 de noviembre de 1989, cerca de las siete de la tarde, Günter Schabowski, portavoz del Gobierno de la antigua República Democratica Alemana, llevaba ya una hora ante los periodistas explicando las nuevas medidas con las que pretendían conjurar el descontento ciudadano que impulsaba protestas por todo el país. «Señor Schabowski», le dijo uno de los plumillas presentes, «¿cree que el proyecto de ley sobre viajes que presentaron hace unos días fue un error?».
«Se pueden solicitar viajes privados al extranjero sin tener que explicar los motivos ni relaciones de parentesco», contestó tras buscar entre sus papeles y encontrar la nueva normativa, que, por algún motivo, había olvidado explicar, «los permisos serán concedidos en un corto plazo,[…] sin los prerrequisitos anteriormente existentes; las salidas permanentes pueden realizarse por todos los pasos de frontera entre la RDA a la RFA y en Berlín-Oeste».
-¿Cuándo entra en vigor?-apuntó un redactor del tabloide Bild.
–Ab sofort-ahora mismo, en alemán.
Hablaba de los ciudadanos del Este con pasaporte en regla, sobre un cuarto de la población, y en realidad la normativa iba a entrar en vigor al día siguiente, para evitar aglomeraciones en los puestos fronterizos. Pero el pueblo o no lo entendió o no quiso hacerlo y decenas de miles acudieron ab sofort a la frontera, dispuestos a pasar al otro lado, comenzando el derribo que los 8.000 globos conmemoran esta misma noche.
Esta Lichtgrenze, frontera lumínica, es obra del artista Christopher Bauder y el cineasta Marc Bauder. La instalación se completa con seis puntos donde se mostrará metraje histórico y cada 500 metros habrá un panel con un recuerdo, una historia personal, una reflexión… de gente que vivió cuando la ciudad estaba partida por la mitad. Incluso la compañía aérea Air Berlin ofrecerá el 8 de noviembre tres vuelos a baja altura para que algunos afortunados puedan contemplar esta instalación desde el aire. Al día siguiente, a las 19.00, cumpliendo el aniversario de la rueda de prensa, miles de voluntarios pondrán un mensaje en los globos y cortarán sus ataduras, liberándolos al aire mientras suena la Novena Sinfonía de Beethoven.
Lógicamente, Berlín se ha volcado con esta efeméride. Los más variados tours turísticos; la visita de Gorbachov, que recientemente aseguró que quiso derribar el Muro dos años antes aunque las memorias del canciller Kohl digan otro cosa; se abren al público varias exposiciones; habrá una feria en la Puerta de Brandenburgo; la Filarmónica de Berlín hará un concierto especial, así como la European Union Youth Orchestra tocará en Mauerpark, la East Side Gallery y el Checkpoint Charlie; el artista Thierry Noir volverá a pintar trozos de muro original….Y ya fuera de lo institucional y turístico, clubs de la famosa escena techno de la ciudad organizan fiestas conmemorativas.
Pero, aunque ahora lo vendan todo como la más positiva de las experiencias, no todo fueron vino y rosas tras la caída del Muro.
Uno de las primeros asuntos extraños que trajo la caída del Muro fue la venta de sus restos. La demolición total de esta construcción defensiva compuesta por dos hileras de cemento y hormigón, la franja llamada Zona de la Muerte, sensores, vallas… se oficializó en junio de 1990, cuando la RDA anunció que «toda formación defensiva debía ser demolida». Pero desde el principio llegaban peticiones al Gobierno para comprar pedazos del muro.
Tantas fueron que Alemania del Este decidió, en diciembre de 1989, encargar a dos empresas lidiar con el asunto. Una, de corte estatal y de la RDA, se ocuparía de las peticiones de Gobiernos y museos. Otra, del oeste y llamada Lele Berlin Wall, de las demandas de personas y empresas privadas. Todo el dinero que ambas ganaran debía ser manejado por el Gobierno de la RDA e ir a causas sociales. Mientras que la primera cumplió con lo estipulado, Lele Berlin Wall dedicó una parte a enriquecer a sus gestores, Judith LaCroix y Christian Herms.
Con sus 350 pedazos de Muro, muchos de ellos pintados por artistas famosos, desarrollaron su propio y lucrativo negocio, cuya cúspide fue una subasta en el paraíso fiscal llamado Mónaco. Por 80 placas de cemento y hormigón decoradas por gente como Thierry Noir, sacaron cerca de millón y medio de marcos alemanes, que nunca aparecieron y fueron a parar, se supone, a sus bolsillos. Tras estos episodios oscuros, la empresa fue cerrada por los tribunales al vender piezas pintadas por artistas sin su permiso expreso, sin que la mayor parte del dinero llegara a aparecer.
Otra de las malas consecuencias de la Caída fue la burbuja inmobiliaria que se desató en Alemania del Este. Berlín fue, durante 30 años, una más que probable casilla de inicio para una tercera Guerra Mundial, por lo que los precios de viviendas en la parte oeste no eran muy altos y en la zona este la propiedad era del Estado. Tras la caída, mientras el planeta miraba el desmembramiento de la Unión Soviética, las Alemanias se unían impulsadas por un Kohl que quería ser recordado como el Canciller de la Reunificación.
Mientras se hinchaba este fenómeno económico, los ciudadanos del Alemania del Este conocían una condición que no habían sufrido en 30 años: el desempleo. Tras la Reunifición, toda la economía del este desapareció en medio año, con desastrosas consecuencias para la gente. Gran parte de la culpa la tuvo un consorcio empresarial llamado Treuhandanstalt. Su misión, encargada por el último Gobierno de la RDA, era que todo el parque empresarial estatal del país siguiera trabajando para el pueblo alemán. En total gestionaba 14.000 empresas y consorcios industriales, valorados por la RDA en 1.400.000 millones de marcos. Tras la victoria de los satélites de Kohl en las primeras elecciones libres en el este, pusieron de presidente a Detlev Rohwedder. Este, posteriormente asesinado por la Fracción del Ejército Rojo, bajó la tasación a 650.000 millones de marcos e hizo de la Treuhandanstal una gran agencia privatizadora.
En cuatro años, se cerraron 4.000 empresas, se malvendieron miles y otras tantas se devolvieron a sus dueños. Al final, 8.000 compañías pasaron a manos de empresarios del oeste, que en la mayoría de los casos las cerraron o convirtieron en filiales. Ayudó a esto la paridad de la débil moneda del este con el fuerte marco del oeste, decretada por Kohl frente a la recomendación contraria del entonces presidente del Bundesbank y su equivalente comunista. Para 1994, cuando se disolvió el consorcio gestor, más de 3 millones de alemanes del este estaban en el paro, un 33% de la población de entonces. Aún hoy, la tasa de desempleo es el doble y los subsidios son mucho más demandados en Brandeburgo, Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia, los antiguos territorios de Alemania del Este.
Justo en este último Land se está realizando quizá la mayor conmemoración del fin de la Alemania dividida. Este fin de semana, por primera vez desde la caída del muro, los postcomunistas serán líderes de un Gobierno estatal. Tratados como parias en el parlamento federal, Die Linke es la cabeza de una coalición rojo-rojo-verde, con los socialistas del SPD y los ecologistas de Die Grüne. Este tipo de acuerdo es la esperanza de los que quieren ver a Angela Merkel fuera de la cancillería en 2017. Sigman Gabriel, cabeza nacional de los socialistas, dice que eso no pasará. Los democristianos de Merkel creen que Turingia es un campo de pruebas. Mientras, la canciller de teflón se reunirá con Gorbachov el próximo 10 de noviembre, cuando los 8.000 globos y sus mensajes, ya hayan partido entre los acordes de la Novena Sinfonía.
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