Los primeros skaters vascos utilizaban los monopatines para bajar por las cuestas sentados o tumbados. Corrían los años sesenta y no había en el país ningún referente o modo de saber cómo utilizar este novedoso instrumento deportivo. «Me acuerdo de que en un tebeo, de estos americanos, venía en la contraportada una tabla igual que la nuestra, de madera, con ruedas pequeñitas, y había un tipo de pie sobre ella, y eso fue lo primero que vimos y dijimos: «¡Anda!, se puede ir de pie en esto»», recuerda Javier Labad en el documental Monopatín, que repasa la historia del skate en España. Mucho ha llovido desde entonces. San Sebastián, cuna de este deporte en nuestro país, está llena de monopatines. Sus usuarios han pasado de huir de la policía a disfrutar de pistas especializadas, y de ahí a conquistar la calle. No solo en San Sebastián sino en toda España.
En los setenta hubo una revolución, no solo política y democrática, también deportiva. Patines y bicicletas imperaban en las aceras, interrumpiendo el pausado y monocorde ritmo del peatón. Eran tiempos en blanco y negro, la burbuja cultural en la que vivía la sociedad del tardofranquismo filtraba con cuentagotas la influencia extranjera. Pero los sueños no son impermeables y hay tendencias capaces de superar cualquier censura. Las canciones de los Beatles, el cine de Woody Allen o los versos de Pablo Neruda calaron en la sociedad española a pesar de las objeciones que podía tener el poder. Algo parecido pasó con el skate. Las tablas se conseguían en bases militares americanas, a través de amigos extranjeros o con un tradicional y rudimentario DIY. Los peatones no estaban acostumbrados y la autoridad ponía pegas a un grupo de pioneros que fueron sumando adeptos y convirtiendo una moda en un auténtico modo de vida.
«Era como sentirse en California, o en Cataluñifornia… Era una sensación de libertad muy grande», aseguraba en una entrevista Panko Gabas, miembro pionero del Skate Club de Cataluña. Esta sensación, que puede comprender cualquiera que se haya deslizado sobre el asfalto con una tabla, era demasiado buena para ser minoritaria. Demasiado adictiva para no perdurar. En la actualidad se puede hablar de una subcultura skate, una forma de entender la vida que va más allá de la música o la vestimenta.
El skate era un deporte de adolescentes, una afirmación que ha perdido su vigencia. Ya no es solo un deporte, es también una forma ecológica y práctica de recorrer la ciudad. Ya no es solo para adolescentes, aquellos que lo fueron en los setenta y ochenta continúan usándolo. Y cada día son más los que siguen su ejemplo. Consciente de esta realidad, Decathlon ha lanzado la línea Oxelo Yamba, con materiales flexibles, colores vivos y un tamaño práctico que lo hace ideal para el usuario urbano, aunque quizá no el mejor para montar en él tumbado. Claro, que hace ya más de cuarenta años que nos dimos cuenta de que en el monopatín se puede ir de pie.
https://www.youtube.com/watch?v=trmZw_d3QbI
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