El patriarcado contrataca: académicos y divulgadores que están renovando valores retrógrados

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El patriarcado es una forma de organización, bajo la cual las mujeres quedan sujetas a los roles que el poder masculino les asigna. Pero cuando una mayoría de ellos controla  familias, grupos e instituciones, también ejercen influencia sobre lo social, lo económico y lo político. De hecho, podría argumentarse que establishment, statu quo y tradicionalismo son, de un modo u otro, sinónimos de patriarcado.

Y aunque pueda sonar casposo e incluso anacrónico, una camada de académicos y divulgadores está revisando y ampliando esos mismos valores conservadores para renovarlos. Algunos los bautizaron «intelectuales de YouTube», porque difunden sus mensajes en las redes. Solo que estos youtubers suelen tener doctorados. Y muchos seguidores.

Jordan B. Peterson escoge sus palabras con sumo cuidado. Este doctor en psicología clínica y profesor de la Universidad de Toronto saltó a la palestra con su primer libro Maps of Meaning: The Architecture of Belief. En él, teoriza sobre el proceso de la formación de nuestras creencias y por qué para validarlas nos involucramos en conflictos sociales.

Foto: Jordan B. Peterson by Strategic Communications/University of Toronto

En una charla reciente, explicaba que nuestro sistema neuroquímico –«que tiene 350 millones de años»– regula la comprensión de las jeraquías sociales. Lo cual significa que cuando alguien desafía nuestras creencias no solo afecta nuestro ánimo, sino que  socava nuestra posición en la estructura social. «Las personas defienden sus creencias para defender la legitimidad de su posición en la jerarquía», recalca.

Peterson descree de las ideologías y critica cierto tipo de activismo que considera irresponsable. «No entiendo cómo un joven que no puede mantener ordenada su habitación se da el lujo de criticar la estructura de todo nuestro sistema económico». Peterson visita regularmente programas televisivos y regala este tipo de titulares resultones, pero nunca pierde la agudeza. Al fin y al cabo, los filósofos también viven en la era de la comunicación.

Doctorada en Yale y profesora de Humanidades y Medios, Camille Paglia es además esteta y crítica de cine. Esta activista siempre ha mantenido una postura crítica con el feminismo institucionalizado, pues considera que este traicionó los principios de la contracultura de los años sesenta. «La verdadera revolución de entonces se basó en Jung, en mirar el cosmos en términos mitológicos».

Según Paglia, en el mundo angloamericano las mujeres de clase media-alta y con carreras exitosas «quieren redefinir a los hombres para integrarlos sin fricciones a su nuevo esquema laboral».

Camille Paglia

La académica argumenta que durante decenas de miles de años las tareas del hogar y la familia se realizaron en grupo, pero que muchas mujeres perdieron ese espacio por centrarse en sus profesiones. «No digo que deban dejar de avanzar, sino que dejen de culpar a los hombres por su infelicidad».

Para Paglia, las cátedras de Estudios de la Mujer surgidas en las universidades estadounidenses fueron creadas para sacar partido económico de la Segunda Ola Feminista. Pero tomaron como referentes a intelectuales como Derrida y Foucault, cuyos conocimientos de «la gran narrativa de la historia» eran limitados. Las ideas de esta «feminista antifeminista» nunca han dejado de ser controvertidas.

Otro profesor de la Universidad de Toronto, y doctor en filosofía, es John Vervaeke.  Su interés primordial son las ciencias cognitivas, específicamente las «psicotecnologías». Es decir, las herramientas mentales con las que ampliamos no solo nuestro conocimiento, sino nuestra sabiduría. Herramientas que podrían ser de gran utilidad si la economía, la política y el clima continúan sus tendencias inestables.

John Vervaeke by Strategic Communications/University of Toronto

Según el apasionado Verbaeke, estamos al borde de una segunda Era Axial, un avance revolucionario en el conocimiento. Pero aunque tenemos la capacidad de resolver las crisis que amenazan nuestro mundo, no sabemos cómo empezar.

En su video ¿Por qué hay tantas películas de zombis?, Verbaeke utiliza esta pandilla de seres destartalados –que vagan por el mundo sin propósito ni conciencia– como una metáfora no tan humorística de nuestro aletargamiento. Debemos ponernos en acción, ampliar nuestro marco de referencia y «aprender a aprender». Para ello, Verbaeke aboga por dos principios: practicar el pensamiento no convencional y el aplazamiento de la gratificación, casi un mandamiento religioso.

La religión es precisamente el terreno de Timothy Keller, un escritor y pastor a quien la revista New York acusó de querer salvar las almas de los yuppies neoyorquinos. En sus conferencias universitarias, este pastor presbiteriano suele hacer hincapié en cómo en el pasado nuestra identidad se formaba adhiriendo a las normas de la comunidad. Mientras que nuestra identidad actual se consolida oponiéndonos al grupo.

Timothy Keller by Frank Licorice

Para Keller, todo comenzó con Locke y otros filósosofos de la Ilustración, quienes  sostenían que un individuo debía poder elegir sus gobernantes sin la tutela de la iglesia. Esto dio paso al «individualismo político». Pero a partir de la Segunda Guerra Mundial hubo una explosión del llamado «individualismo expresivo», según el cual oponerse a la voluntad del individuo se convirtiría en algo «malvado y opresivo».

Había llegado «el individualismo absolutista». Pero Keller matiza: «Los derechos humanos y la dignidad del individuo surgieron aquí, en Occidente». Para el pastor, el problema no es la cultura occidental, sino la prosperidad que esta trajo. Una independencia económica que nos permitió cortar los vínculos de necesidad que historicamente nos han unido a la comunidad.

Tendiendo un puente entre la ciencia y la religión (para dinamitarlo más tarde) está el estadounidense Sam Harris. Este egresado de Stanford y doctor en neurociencia, posee un estilo multimedia: frases impactantes, analogías y sarcasmo. Y lo utiliza de forma contundente contra su enemigo: la religión. Su charla TED La ciencia puede resolver preguntas morales concluyó con el público en pie ovacionándolo.

Harris no teme comparar el fundamentalismo cristiano con el de los talibanes. Señala que el 44% de EEUU está convencido, o casi, de que Jesús regresará en los próximos 50 años. «Esas personas no solo eligen congresistas y presidentes, sino que son elegidos como congresistas y presidentes», dice. Pero lamenta que en su país el fanatismo religioso no pueda plantearse a nivel político: atacar las creencias religiosas allí es tabú.

Sam Harris

Harris es capaz de hipnotizar a su auditorio y someterlo a su voluntad. Pero su ensañamiento con el dogmatismo religioso parecería abrir las puertas a un nuevo dogmatismo: el científico. Un credo de certezas absolutas que, como demuestra la historia, puede desviarse fácilmente hacia la intolerancia.

Pensadores y divulgadores como estos quizá sean el último bastión de un diálogo inclusivo. A partir de aquí, la delgada línea que separa la empatía del sentimiento de superioridad se difumina. Y entramos en un territorio neblinoso donde el discurso intransigente –otra forma de lo patriarcal– se gentrifica y propaga.

Estos influencers nos brindan sus miradas complementarias, en el mejor de los casos. En el peor, el péndulo podría oscilar hacia un conservadurismo que gran parte de la sociedad considera no ya tradicional, sino anacrónico. La gran pregunta es si estas ideas heredadas de nuestros padres son realmente tan obsoletas como quisiéramos creer.

Claudio Molinari

Claudio Molinari es escritor.

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