A Patrick Thomas resulta difícil clasificarlo. Para intentar buscar un atributo que le definiera, se lo preguntamos directamente unas horas antes de que empezara su ponencia en Serifalaris, el festival de diseño y cultura visual que tuvo lugar el pasado viernes en Getxo (Bilbao), pero ni siquiera él se siente capaz de definirse claramente. Si bien alguna vez se describió como artista gráfico, ahora no se siente muy seguro con esa definición. Lo que sí tiene claro es lo que NO es: un diseñador gráfico.
Para él, esa faceta está muy ligada a un briefing, a un cliente, y en su caso no es así. Al menos, no ahora, que no se dedica tanto al ámbito comercial de su profesión y puede elegir los proyectos en los que participar. «Me gusta más el concepto copy-paste entre arte y diseño», explica. «No me atrevería a llamarme artista, pero creo que estoy un poco a caballo entre el arte y el diseño». Ese carácter ecléctico, a caballo entre dos mundos, se traslada también a otras facetas de su vida y de su trayectoria. Por ejemplo, en la enseñanza, actividad a la que llegó sin querer y que, sin embargo, le está ofreciendo muchas satisfacciones.
Este diseñador inglés entiende la enseñanza como un trabajo colaborativo. «Yo les explico desde el primer día que, aunque luego sean ilustradores o diseñadores gráficos o freelances, siempre van a estar trabajando en equipo». Sin embargo, a su alumnado le pide alejarse de tanto impacto visual como les rodea hoy en día.
«Lo que realmente me gustaría pedirles es que cerraran todas sus cuentas en redes sociales», y se ríe solo de pensar en lo imposible que resulta ese empeño. «El problema, hoy en día, es que todo el mundo mira las mismas cosas, y yo intento romper un poco con esto. Prácticamente les obligo y les llevo muchas veces a visitar exposiciones que no tienen nada que ver con el mundo del diseño gráfico. Les obligo a buscar cosas que, aparentemente, no tiene sentido que busquen. Ese es mi consejo».
No es lo único que les pide: «También quiero que se olviden de buscar su estilo. Están obsesionados con eso, con tener un estilo. Asisten a las escuelas para aprender y encontrar un estilo. Yo les explico que eso es un error, el estilo es una tontería. El estilo lo consigues trabajando, no forzando ni imitando el trabajo de otros. Todo llegará».
Pero la enseñanza, afirma, también es una actividad que le exige estar muy al día de todo, con la vista puesta en los últimos avances tecnológicos y en lo que se está haciendo. Aunque esto ha ido siempre en su carácter y en su forma de entender el diseño y el arte. Una vez más, Thomas ha sabido navegar siempre entre el pasado, de ahí su interés por la serigrafía, y entre el futuro, que le ha llevado a ser uno de los pioneros del arte generativo.
La serigrafía, al igual que el mundo de la edición, en general, le interesan porque «democratizan el arte, lo hacen muy accesible». Fue una técnica artística que descubrió en su etapa de estudiante en el Central Saint Martins de Londres, momento en el que llegaron también los primeros Macintosh. «Era un entorno muy interesante para el aprendizaje, porque por la mañana estábamos hablando de tipografía, rollo Gutenberg en el siglo XVI, y por la tarde manejábamos un ratón. Los siguientes 30 años me los he pasado procesando todo aquello que viví. Y eso creo que ayuda a entender mucho mi trabajo. Por eso estoy igualmente interesado en los avances de software en imagen que en técnicas tradicionales del pasado, aunque me interesa más el futuro que el pasado», lo que no resta, según aclara inmediatamente después, una gran importancia a ese pasado.
Ese interés por la tecnología le ha llevado a experimentar ahora con la inteligencia artificial. Al contrario de lo que parece opinar un buen número de creadores, Thomas no cree que sea el enemigo a batir, aunque entiende que genere aprensión.
«Mi consejo, no solo para estudiantes sino para todo el mundo, es que se involucren con ella, pero desde una perspectiva crítica. Potencialmente es muy revolucionaria, es acojonante, aunque también tiene sus riesgos y sus puntos negativos. Lo que no se puede hacer es huir de ella, hay que intentar entenderla. Yo paso mucho tiempo explicando a mis estudiantes que no es la IA la que les va a quitar el trabajo, sino la gente que la controla».
«En el ámbito del diseño gráfico, por ejemplo, lo que puede hacer la IA controlando el kerning, el tracking y demás aspectos de la tipografía es increíble. Es tan potente e inmediato que no imaginas el tiempo que puede ahorrarte con esas cosas. Y eso es muy interesante, porque ese tiempo lo puedes invertir en conceptualizar, por ejemplo», aclara. En el fondo, se trata de experimentar, de jugar para encontrar nuevos caminos. «Yo creo que es importante trastocar las cosas, la disrupción, romper el proceso de creación. Y eso es para mí la experimentación».
La carrera de Patrick Thomas es larga. Además de su faceta artística, es ilustrador de reseñas de libros y artículos de opinión en The New York Times. Sin embargo, a pesar de toda su experiencia, o quizá por eso mismo, le resulta complicado concretar las razones por las que podría catalogarse un diseño como bueno o malo. «En mi caso, es todo muy instintivo. No sé, es que lo he hecho durante tantos años… No podría describir las reglas, porque muchas veces cosas que sorprenden no cuadran con reglas establecidas».
Tampoco le resulta sencillo explicar su proceso creativo. Para Thomas, lo fácil es enfrentarse a un briefing, con sus directrices, sus tiempos y sus presupuestos ya fijados. Lo realmente difícil es encarar el lienzo o el folio en blanco, cuando se abre todo un universo de posibilidades. «Por eso me gusta, porque supone un reto». ¿Pero cómo llega hasta ahí?
«A mí me ayuda mucho a centrarme empezar cada día nadando. Nadar forma una parte muy importante de mi proceso creativo. Mi día empieza muy temprano, sobre las 6.30 o 7 de la mañana, con media hora de natación. Al principio, los 10 o 15 primeros minutos son terriblemente pesados, pero me ayudan a conseguir un ritmo; y llega un momento en el que es posible separar lo físico de lo mental: tu cuerpo sigue haciendo automáticamente unos movimientos y tu cerebro desconecta. Y entonces llega ese momento sagrado en el que miro todo lo que tengo que hacer durante el día y lo ordeno en mi cabeza. Cuando llego al estudio, ya estoy preparado para empezar el día».
Recientemente, ha descubierto lo positivo para la creatividad que resulta andar. «Hasta hace poco me movía en bicicleta, pero descubrí lo bonito que es caminar por una ciudad y la proximidad que le da a las cosas. Basta con una vuelta a la manzana, ya tengo suficiente para descubrir algo nuevo. Hay que saber apreciar la belleza de tu entorno inmediato. No hace falta viajar lejos para eso, tenemos que mirar nuestro propio entorno más cercano y con más tiempo. Esta actividad alimenta mucho mi trabajo».