Resulta casi imposible crear una composición con los bloques de madera de colores que Maria Montessori ideó para realizar ejercicios de psicoaritmética sin que la imagen resultante no nos remita a un cuadro de Mondrian. ¿Acaso el pintor fue discípulo de tal pedagogía del XIX y utilizó ese artilugio para sus clases de matemáticas?
No solo es posible, sino que es muy probable que Mondrian, al igual que la mayoría de los artistas coetáneos, tuviera contacto durante su infancia con los juguetes y materiales educativos propios de las corrientes pedagógicas del XIX. En algunos casos, esta documentado que fue así.
Las metodologías más novedosas se basaban en el juego y la experiencia del «dibujo para todos», inspiradas por el Émile de Rousseau. Y de entre ellas destacaba el sistema Kindergarten de Friedrich Froebel.
«Todas estas pedagogías han sido un germen tan eficiente como desatendido del gran cambio introducido en la tradición por el arte moderno. De la misma forma que lo fue la emulación de la tradición artística (o la ruptura con ella), el conocimiento de otras culturas y épocas o la influencia de la literatura y las corrientes intelectuales del momento».
Así define la Fundación Juan March la premisa de partida de la exposición El juego del arte. Pedagogías, arte y diseño. Su objetivo, mostrar que la génesis del arte moderno también se encuentra en la infancia de sus protagonistas.
PEDAGOGÍA DEL XIX VS. OBRAS DE ARTE
Para avalar su tesis, la muestra recurre a una amplia selección de manuales de dibujo, recursos y juegos educativos de aquellos años. La mayoría proceden de la colección de profesor Juan Bordes, comisario invitado de la muestra. Recopilarlos no le ha resultado fácil.
Como explica Manuel Fontán, también comisario de la exposición, la labor de Bordes en este sentido es cuanto menos encomiable, dada la naturaleza de este material: «Juguetes, libros, manuales de dibujo… Están condenados a morir pronto. Rara vez sobreviven al segundo hijo».
Todos estos juguetes, libros y manuales se exponen confrontados a las obras de arte que, los que entonces eran niños, realizaron de mayores. Entre ellas están algunas de las piezas cubistas de Gris, Braque o Picasso; las neoplasticistas de Mondrian, Van der Leck, Van Doesburg, Rietveld y Van’t Hoff; las de los artistas de la Bauhaus como Gropius, Itten, Klee, Kandinsky, Gunta Stölzl, Feininger, Josef y Anni Albers, y la obra de arquitectos y diseñadores como Ray y Charles Eames, Bruno Munari, Hermann Finsterlin, Bruno Taut, Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Enzo Mari o Marcel Breuer.
Pero también, las de suprematistas, constructivistas, futuristas, dadaístas o surrealistas y una amplia selección de artistas, diseñadores y arquitectos de la segunda mitad del siglo XX.
Las similitudes formales entre juguetes y obras resultan obvias. «En el fondo, la idea que subyace es que, si se empieza educando a los niños como artistas que deben aprender jugando (y eso es exactamente lo que ocurrió en el siglo XIX), no es extraño que de adultos se entiendan a sí mismos y se comporten como verdaderos profesionales de la infancia. Estos dedicaron el serio juego de sus vidas a ese otro juego, elemental, elevado, divertido y reflexivo a la vez, que describe las mejores versiones de las artes de nuestro tiempo», explica Fontán.
«ESO LO HACE MI HIJO DE CUATRO AÑOS»
Latiguillos como el de arriba resultan recurrentes cuando se habla de arte moderno o contemporáneo. Realizados «con tono más o menos displicente» están en consonancia con el sentir general ante este tipo de arte:
«A diferencia del gran arte de siglos pasados, el del XX se caracteriza por una falta de seriedad, de madurez, de oficio manual y de talento: en definitiva, por una especie de endémico infantilismo que aquejaría a buena parte de la producción del siglo».
Pero, «¿y si, efectivamente, ocurriera que no solo lo pueden hacer niños de cuatro años, sino que, precisamente, solo pueden hacerlo ellos?».
Fontán sigue elevando su reflexión a otros niveles: «¿Y si lo que sucedió a los artistas del XX, lo que explicaría el carácter común de sus prácticas, es que la mayoría hubiera decidido “hacerse como niños”?»
El comisario atisba que esa aparente vuelta a la infancia escondía una propuesta de estos artistas para repensar determinados principios que han regulado el arte a lo largo de la historia; y también, una revisión de las premisas clave en la forma de educar y ser educados.
«¿Y si lo que ha pasado en el siglo XX [si nos figuramos la historia del arte como una casa construida a lo largo de los siglos] es que, sencillamente, el arte se ha trasladado de las estancias principales al cuarto de juegos?».
Estructurada en cuatro secciones, la exposición ha rellenado un hueco que ninguna muestra anterior ha llegado a ocupar. Si bien en las últimas décadas se han celebrado varias sobre juguetes diseñados por artistas, o sobre libros infantiles ilustrados por famosos pintores, hasta la fecha ninguna se había interesado por cómo lo que aquellos pintores, escultores y arquitectos aprendieron y jugaron de pequeños determinó el tipo de arte que crearon de mayores.