Las relaciones de pareja son, por decirlo de forma suave, complicadas. Ponerse de acuerdo en temas como cuánto tiempo conviene dejarle usar el móvil a un hijo, cuántas visitas semanales se deben permitir a los pesados de los suegros o cómo organizar la compra semanal para ahorrar dinero pueden convertirse en auténticas batallas campales.
Y, ojo, que siempre hay quien se siente cómodo peleando por chorradas del estilo. Pero también hay quien cede (simplemente) para que la discusión inicial no derive en una pelea. O le cueste la salud.
Por extraño que parezca, un mal matrimonio con conflictos frecuentes puede joder bastante la salud a cada uno de sus miembros. Así lo asegura un grupo de investigadores de las universidades de Nevada y Michigan, que monitorearon a 373 parejas heterosexuales para analizar su trayectoria de salud e investigar si los desacuerdos sobre múltiples temas tenían un impacto negativo sobre la misma.
«Seguimos a las parejas casadas a lo largo de sus primeros 16 años de matrimonio, y comparamos la salud subjetiva de las esposas y esposos que informaron un mayor número de temas de conflicto con los que reportaron menos», asegura en una entrevista digital una de sus autoras, Rosie Shrout.
La estudiante de doctorado en Psicología Social presentó los resultados preliminares de esa investigación (que pronto verá la luz) con la ponencia Health Trajectories and Breadth of Conflict over the First 16 Years of Marriage, en la conferencia International Association for Relationship Research –celebrada en Colorado el pasado verano–.
Es un hecho probado: la falta de consenso sobre temas cotidianos –como los hijos, el dinero, los suegros o las actividades de ocio– afecta muy negativamente en la salud de ambos miembros de la pareja –aunque aún tiene un mayor impacto en el caso de los hombres–.
«Todas las parejas experimentan conflictos, pero lo importante es cómo lo manejan», comenta Shrout. «El conflicto puede ser particularmente dañino para la salud si los cónyuges son hostiles o defensivos durante los desacuerdos, o si están discutiendo sobre el mismo tema una y otra vez sin ninguna resolución. Es importante que los cónyuges demuestren que entienden la perspectiva de su pareja, validen sus preocupaciones y demuestren que les importa».
Para calificar la salud de los participantes, los investigadores pidieron a los cónyuges que respondieran a todo tipo de preguntas sobre su salud. «Incluso si su salud interfería con su trabajo, si estaban lo suficientemente sanos para hacer las cosas que querían hacer, si tenían problemas para dormir, si les molestaba el nerviosismo y se sentían inquietos o si estaban teniendo dolores de cabeza», explica la autora.
Todo apunta a que el conflicto matrimonial es veneno para el cuerpo. «Los problemas y las discusiones constantes en la pareja tienen repercusión en la salud física», explica la psicóloga Sara Blasco. «Los problemas que más encuentro son debidos a la ansiedad y angustia que eso supone: insomnio, pérdida de memoria, bulimia y, en ocasiones, excesos con el tabaco y el alcohol. O somatizaciones de todo tipo, desde problemas intestinales hasta dolores tensionales».
Eso sí, no todo es terrorífico. También hay estudios previos que aseguran que las personas casadas tienden a tener vidas más largas y sanas que las personas divorciadas, viudas o que nunca se han casado. Esas investigaciones defienden que las personas casadas suelen tener un mejor bienestar psicológico, menos probabilidades de desarrollar enfermedades y se curan más rápido cuando están enfermas.
En ese sentido, el nuevo estudio desafía esa idea de que el matrimonio es siempre bueno en lo que a salud y bienestar se refiere. Desde luego, Shrout y su equipo tienen claro que firmar un contrato matrimonial no trae la felicidad por arte de magia y de forma instantánea. Y van aún más lejos: dicen que su estudio demuestra que andar tirándose los trastos a la cabeza a todas horas puede ser tan malo para la salud «como fumar o beber alcohol».
Blasco, por su parte, reconoce que cuando los enfrentamientos con la pareja «llegan a afectar a aspectos del narcisismo dañados previamente, la relación es inviable». A menos, eso sí, que cada uno de sus miembros ponga de su parte y «trabaje esos aspectos en sí mismo».
Aunque, pensándolo bien, igual habría que ser más pragmático. ¿No sería mucho mejor que todo el mundo se quedase soltero? «¡Sería la solución! Pero la humanidad tendería a desaparecer. Ya lo plantea Aldous Huxley en Un mundo feliz», apunta con humor la psicóloga, que se resiste a ver el vaso medio vacío. «Es de esperar –con optimismo– que los jóvenes no estén tan dañados en sus vivencias primarias. Que tengan mayor autoestima sin necesidad de compensar miedos e inseguridades. Y que, por lo tanto, las relaciones de pareja sean más sanas en el futuro».