Haber cursado en bachillerato la asignatura de comunicación audiovisual y haber manejado las cámaras allí por primera vez fue el detonante que convenció a Lucía Alonso de venir a estudiar esa carrera en la Universidad Complutense de Madrid. Pero la decepción no tardó en llegar: en la universidad no se abordaba la fotografía, que era lo que a ella le gustaba.
Así que tuvo que buscarse la vida y empezó a hacer prácticas con una fotógrafa a la que pidió acompañar durante las sesiones que la profesional hacía en las bodas para las que contrataban sus servicios.
«Era un poco el momento en el que las bodas estaban cogiendo impulso en otro sentido y empezaban a alejarse de lo rancio y lo clásico, así que le pedí a mi jefa de entonces que si me dejaba ir con ella a un par para empezar a tener algo que enseñar y ponerme a buscar por mi cuenta a quien me contratara».
El aprendizaje le sirvió para que se decidiera a enviar sus fotos a un estudio al que, cuenta «tenía echado el ojo» y su trabajo le valió para entrar a formar parte del equipo. «Aprendí mucho durante el par de años que allí estuve, y después, las circunstancias me llevaron a seguir por mi cuenta empezando mi propio estudio, con el que sigo a día de hoy».
Profesionalmente, Lucía Alonso es Pelillos de Ratón y se dedica a hacer reportajes de boda. Pero nada que ver con esas fotos que nuestros padres lucen en el salón. Las suyas son espectaculares, con una narrativa casi cinematográfica, elegantes y con mucha atención a los detalles.
«En una boda, como en casi todo trabajo que termina alargándose a lo largo de los años, se corre el riesgo de caer en lo mecánico y perder un poco el punto de vista que se tuvo en los inicios, sobre todo cuando se sobrepasa un cierto número de bodas por año y todos los fines de semana hay una. Antes, cuando empezaba, planificaba incluso qué objetivo utilizar en cada ocasión, para hacerme a ello y aprender qué buscaba. Ahora eso ya lo sé y lo que busco es ir más allá, puntos de vista nuevos; mi estilo, pero con los cambios que ofrecen la experiencia y el tiempo».
Al mirar las fotos de Lucía Alonso, es inevitable reparar en dos cosas. La primera, su predilección por el blanco y negro. «Hay fotos que veo directamente en blanco y negro antes de hacerlas; conozco la luz, entiendo la atmósfera, el momento o lo que me transmite o quiero transmitir. Creo que es mucho más poético o así lo percibo en mi cabeza, creo que le otorga una potencia pero a la vez cierta levedad a las cosas, bastante diferente a lo que se consigue con el color. El blanco y negro se acerca mucho más mi manera de ver el mundo». El color, dice, lo reserva para detalles como el ramo de la novia o los trajes de los invitados.
La segunda cosa que llama la atención de sus reportajes fotográficos es el mimo por los detalles. «Es verdad, me gustan muchísimo las esquinas de las cosas. Cuando hago fotos por placer, cuando estoy de viaje, cuando doy un paseo, cuando observo, eso es lo que veo, cosas normales y corrientes. Lo que está y la luz bajo la que existe. También me gustan muchísimo las ventanas, los reflejos en los cristales o lo que se ve a través de ellos. Y las flores. Esos elementos sin duda no faltan en mis fotos».
A pesar de las apariencias, cada boda es distinta: diferente luz en función de la hora del día en la que se celebre, diferentes lugares, diferentes estaciones… Para esta fotógrafa, retratar una boda es complicado porque es necesario improvisar continuamente, a pesar de haberse marcado un guion. «Lo que sucede es lo que tienes delante, si lo pierdes no vuelve más. El trabajo consiste en aprender a coger la velocidad suficiente y aprender una mirada concreta para poder anticiparse a todo y no perder nada, además de contar a la vez una historia completa». Y todo ellos supone un trabajo duro, ya no solo a nivel creativo, sino también en el plano físico: muchas horas de trabajo, viajes, cargar con equipo pesado…
Tras trabajar una media de 10 o 12 horas por boda, a su vuelta a casa o al hotel se dedica a descargar las fotos de la jornada. Para Alonso es imprescindible que su ordenador tenga velocidad. «Muevo mucha mucha cantidad de gigas cada semana, además de que trabajo descargando y directamente desde discos duros».
También, que sea ligero para poder transportarlo con facilidad. «Mi equipo de trabajo, las cámaras, flashes y objetivos ya son lo suficientemente pesados y ocupan espacio, así que espero que un ordenador me dé las pulgadas suficientes para poder editar en él, pero no a costa de incrementar el espacio». Y todo eso, y más, lo ha encontrado en el LG gram.
Con solo 1 kg de peso, el LG gram es ultraligero, por lo que resulta un factor fundamental para profesionales que deben moverse de un sitio a otro por razones de trabajo, como es el caso de Lucía Alonso. Además, su batería ofrece una autonomía de hasta 23,5 horas. Su pantalla profesional permite trabajar con contenido 4K UHD con máxima fluidez con un ratio de aspecto 16:10. Con un gran rendimiento y conectividad, es tan potente que permite llevar a cabo varias tareas simultáneas ofreciendo el máximo potencial en cualquier lugar.
LG gram cuenta con un diseño ultracompacto gracias a sus marcos más finos con los que consigue que en la carcasa de 15,5″ se implemente una pantalla de 17”. Además, en su mejora del diseño, incorpora una bisagra invisible que lo convierte en un portátil más elegante y funcional. También resulta cómodo para trabajar porque cuenta con una nueva camara FullHD con sistema infrarrojo de reconocimiento facial compatible con Windows Hello, un nuevo Touch Pad más amplio y preciso, y un teclado con retroiluminación donde se ha mejorado el tamaño y el recorrido de las teclas.
Y es muy silencioso y uno de los más eficaces térmicamente del mercado gracias a la optimización del sistema de ventilación, que permite mover un 50% más de caudal de aire que generaciones anteriores, con un nivel de ruido de solo 25dB.
«Es muy muy ligero, con diferencia», corrobora la fotógrafa. «Además, es fino, se puede trasladar con mucha facilidad. La batería tiene mucha duración, lo que me da libertad muchas veces para salir sin ni siquiera cargador, teniendo calculado el tiempo de horas que voy a trabajar. Otra de las cosas que destaco es que es muy silencioso y no se calienta. Mi trabajo me hace estar encerrada en la edición y sentada delante de un ordenador mucho tiempo. Si consigo salir para algo, a alguna cafetería, para descansar, o incluso en la habitación de hotel en la que trabajo con mi compañera cuando toca boda fuera, siempre se agradece el silencio para el que está alrededor».