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De cómo perder peso con la dieta de la mitad del mundo

Existe la teoría de que uno pesa menos si coloca un pie a cada lado de la línea del Ecuador porque allí se encuentra el punto más alejado del centro de gravedad de la Tierra, el cinturón más ancho del globo y, por tanto, la fuerza gravitatoria es menor que en cualquier otro lugar del planeta. Vamos a Quito, la capital del país con el nombre del paralelo cero, para comprobar si es verdad que este es buen método para presumir de unos kilos de menos.

En un continente de naciones con tendencia al gigantismo, la República de Ecuador luce la talla S que se le adjudicó tras la desmembración de lo que un día fue la Gran Colombia (Venezuela-Colombia-Ecuador-Panamá). Sus escuetos 280.000 kilómetros cuadrados están surcados de norte a sur por una cordillera andina que en ese punto sostiene más de 80 volcanes. Al oeste de esa orgía eruptiva queda una mansa llanura boscosa conocida como el Golfo de Guayaquil. Al otro lado, el verde cerrado del Amazonas. Entre tanto, el país se queda con el récord de ser la nación con más alta concentración de ríos por kilómetro cuadrado del mundo y con una línea meridiana que surca de lado a lado el centro del país y del planeta.

La cuestión aquí es saber si en la línea del Ecuador uno puede bajar de peso. ¿Será una pócima milagrosa subirse a la mitad de la Tierra para engañar a la báscula? Lo cierto es que una vez conocida la historia de esta franja, encontrar el verdadero punto perfecto para cabalgarla tiene guasa.

Durante mucho tiempo ha existido gente que defiende esta máxima geo-dietética poniendo como prueba sus fotos con una pata a cada lado de la raya, que en los años 80 se dibujó en el suelo para que quedara claro dónde se hallaba el centro del mundo. Pero la historia de esta línea imaginaria para nada está hecha de una sola trazada.

El primero en clavar su bandera para atraparla fue el geógrafo Charles Marie de la Condamine, a principios del siglo XVIII. La encontró en un departamento del extremo norte de Quito llamado San Antonio de Pichincha. Para corroborar su trabajo, a finales del mismo siglo acudió el general Charles Perrier, de la Academia Francesa de las Ciencias, quien verificó la buena posición del linde. Posteriormente, en 1936, el doctor ecuatoriano Luis Tufiño terminó de dar fe al asunto y se construyó en el enclave un monumento de más de 10 metros de altura que honraba el hito geográfico ecuatoriano.

Menos mal que al obelisco no le hicieron cimientos demasiados profundos. A veces, los avances no solo ayudan, sino que también fastidian las cosas que se dan por sentadas. En 1979 la comunidad científica descubrió que el lugar donde se había colocado el monumento no era exactamente la línea del centro de la Tierra. Así que, en lo que se aclaraban, trasladaron el monumento a una ciudad llamada Calacalí, a siete kilómetros de distancia.

Entre descubrimiento y descubrimiento, la mitad del mundo bailaba. De 1979 a 1982, muy cerquita de donde se había situado el primer enclave, en San Antonio de Pichincha, se construyó otro monumento mucho mayor que el primero para indicar el definitivo descubrimiento de la línea de la media naranja. 30 metros de altura en piedra pulida, hierro y cemento, un museo etnográfico, la reproducción de una pequeña ciudad colonial llamada Mitad del Mundo y una raya dibujada en el suelo para marcar en tinta gruesa la prolongación del paralelo. Todo un blanco turístico miles de veces fotografiado. Solo tenía un pequeño error: ese lugar, tampoco era el correcto. Otra vez la misma faena.

La moderna tecnología GPS acabó por determinar que la verdadera mitad de la Tierra se hallaba exactamente 240 metros al norte de aquello, donde en 2006 se levantó el Museo Solar Intiñán y el reloj solar Quitsato. Precisamente, en la misma horizontalidad donde los indígenas precolombinos ya habían ubicado la Catequilla, un viejo yacimiento arqueológico cuyo nombre significa “el que sigue a la Luna”. Ellos, sin GPS ni nada.

En definitiva, que con tanto vaivén, ya no sé ni dónde debería pesar menos exactamente, ni de dónde sacar una báscula, ni de qué me serviría reducir unos kilos momentáneamente para volverlos a engordar en cuanto me desmonte de la raya. Teoría del pesaje fallida. Que lo compruebe otro. Al lector le diré, como sugerencia turística, que incluya Ecuador entre sus países que visitar, le gustará. Como consejo para bajar de peso, mejor que siga recurriendo a la alcachofa.

Por Jaled Abdelrahim

Jaled Abdelrahim es periodista de ruta. Acaba de recorrer Latinoamérica en un VW del 2003. Se mueve solo para buscar buenas historias. De vez en cuando, hasta las encuentra.

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