«Periódico monotemático de aparición imprevisible que explora y reivindica el formato reportaje desarrollado entre un escritor y un fotógrafo». El 11 de marzo de 2014 nacía Dúo, una publicación con vocación de convertir la fotografía, el periodismo y el oficio de contar historias en artesanía editorial. «Dúo no es un periódico, es PERIODISMO», asegura Juan Valbuena, cofundador del proyecto y cabeza de la editorial Phree, que distribuye este peculiar diario.
Con una tirada inicial de 1.000 ejemplares y otros dos números de 500 copias cada uno, Dúo ha llegado esta semana hasta Brasil, dentro del Encuentro de fotolibros, organizado por PhotoEspaña y el Sesc de São Paulo. Eso es, acaba de ser exhibido en una exposición de libros de fotografía.
¿Cómo puede una publicación en papel, con el aspecto de un periódico, convivir lomo a lomo con decenas de fotolibros de España y de todo el mundo?
«Creemos que Dúo también puede considerarse un fotolibro porque cumple todo lo que la insuperable definición de John Gossage dice que debe de tener un buen fotolibro: contiene grandes trabajos, el trabajo funciona como un mundo concreto en el libro mismo, el diseño complementa lo que se esta tratando y el contenido mantiene un interés permanente», señala Valbuena.
Sea libro, periódico o revista, Dúo lleva tres números y unos cuantos más están en el horno. «La idea es poder ir reinvirtiendo el dinero de las ventas y sacar dos o tres números al año. Tenemos muchas ideas y frentes abiertos simultáneamente: Melilla y la frontera sur, algo en el País Vasco, en Cataluña, un número sobre Zara y otro sobre Podemos. También queremos hacer algo sobre desahucios», cuenta Valbuena.
El dogma de este proyecto es fotografiar, escribir y editar con libertad, tiempo y espacio. Los ideólogos son cuatro fotógrafos: Eduardo Nave, Juan Millás y Carlos Luján, además de Valbuena. Hace años se les ocurrió hacer una especie de antiperiódico que saliera sin periodicidad, desarrollando un solo tema que no caducara y con una funda para ser guardado.
«Y todo en papel de periódico», matiza Juan Valbuena. De fondo, una obsesión compartida por el reportaje, y la relación entre palabra e imagen como modo de contar historias.
El número más reciente se llama Sobre el último cine X y cuenta la historia del fin del cine Alba, conocida sala porno del centro de Madrid.
«En realidad, no es la historia del cierre, sino el relato sobre la vida dentro de la última sala x de Madrid», matiza Laura Martínez, autora de las fotos.
«Lo que ocurrió es que sobrevino su cierre real durante el diseño de la maqueta. Hubo incluso que modificar algunas cosas del texto e incluir una crónica final, pero el espíritu del trabajo no era el cierre en sí, sino el relato del último cine X que, bajo la amenaza del cierre inminente, aún sobrevivía», agrega.
«El cierre, duro para los trabajadores y los clientes, dotó al Dúo 03 de una responsabilidad documental que antes no tenía. Un cliente que aparece en el texto me decía emocionado cuando vio Dúo 03 que era un objeto con un valor documental y emocional muy potente. Yo también lo veo así», cuenta Sara Brito, periodista y responsable del texto.
Las autoras de este número recrean a través de imágenes intimistas y un relato palpitante la atmósfera de un cine peculiar, gestionado por un personaje aun más peculiar que responde al nombre de Rafa. «Es una persona extraordinaria, un hombre bueno que estaba y está absolutamente enamorado de su trabajo y de ese cine en particular», asegura Sara.
El trabajo comenzó por una casualidad que unió a Laura y Sara durante años en un recorrido por el lado aparentemente oscuro del cine, que finalmente resultó ser más bien luminoso y hasta ingenuo.
«Un día vimos el cine abierto por un evento y cruzamos la puerta. Desde siempre nos había atraído por su naturaleza de sitio prohibido u oscuro, además del atractivo del edificio y lo curioso de los carteles de Rafa», cuenta Laura.
«Una vez dentro, me pareció de una belleza increíble y mi curiosidad se disparó. Pedí permiso para volver en horario de sesión continua y aluciné. Pero lo que realmente me motivó a hacer el trabajo fue Rafa, el encargado, y el mundo que había creado, en el que convivían deseo, sexo y un universo familiar, donde siempre te encontrabas a alguien con quien hablar o compartir un café», agrega.
«La atracción vino por pasos: primero la curiosidad de un lugar visto mil veces desde la puerta; luego el asombro y fascinación por el espacio arquitectónico y su decadencia, sus grietas y su belleza; ir descubriendo a Rafa, el maestro de ceremonias de un cine que, como él dice, es ante todo un club social, donde el café con magdalenas se combina con el olor a ambientador, las charlas mundanas, los gemidos, y el ir y venir de los clientes que están ahí para no estar solos y tocarse. No olvidemos lo importante que es eso», cuenta Sara.
«El sentido de comunidad es una de las cosas que más me atrajo del Alba, y eso es obra de Rafa, sin duda, que no solo hacía unos carteles extraordinarios, sino que decoraba el cine y la vida de los que pasábamos por allí», añade.
Seis años tardaron en componer este relato a cuatro manos. Una temporada marcada por una profunda cercanía en la que, además de fotos y de charlas interminables, hubo hasta cenas de Navidad y de verano en el ambigú.
«La tortilla de papas de Luisa, la taquillera, hecha en un camping gas en un cuartito de la vieja sala de proyección, es una imagen mítica», recuerda Sara. «Y todo esto con el sonido de la película porno de fondo sin cesar. Nosotros hablando de la tortilla y por detrás follar y más follar…», añade Laura.
«Aquellas cenas eran muy locas porque Rafa nos metía en un viaje de regreso a una reunión familiar de las de cuando eras niña, jugando al juego de la silla, escuchando a uno de los clientes cantar copla y riéndonos a lo loco. Una cosa increíble era que siempre se mezclaba el lado guarro del cine X con la ingenuidad y las fantasías de Rafa, que vive muy dentro de la idea mítica del cine, de la sesión continua, de una manera de relacionarse muy de barrio. Eso es: el cine Alba era como un barrio, muy peculiar, pero barrio», revela Sara.
Por supuesto, el sexo estaba a flor de piel. Porque los clientes de este cine mantenían encuentros sexuales amparados por la oscuridad de la sala o por la privacidad de los bañeros. Eran básicamente encuentros entre hombres: rara era la vez que hubiese una mujer.
«Cuando una mujer entra en la sala, todo cambia. Ellas suelen mantener sexo con varios anónimos y esto pone a todos, homosexuales y heterosexuales, en un estado de excitación especial. Realmente las identidades sexuales se desdibujan», narra Laura.
«En el texto hay un testimonio de una mujer, ELLA, que en realidad soy yo. Una vez entré con un amante y viví una situación para mí muy emocionante, no mantuve sexo con más tíos, pero sí que sentí esa atracción animal de todos hacia mí», agrega.
Para Carlos Luján, es el Dúo más auténtico. «Es él más puro en cuanto al concepto inicial que teníamos porque, desde un principio, tanto Laura como Sara han trabajado juntas en el tema», afirma Carlos. «Simplemente sin Sara no existiría el proyecto, sería un reportaje de fotos y ya. Lo más probable es que seguiría en mi cajón de mi escritorio», reconoce Laura.
El caso del Dúo 02 es diferente porque el trabajo fotográfico de Pablo Chacón, Autopsia, ya estaba hecho de antemano. Sobre los accidentes de tráfico es un relato sobre muerte, dolor, pérdida y destrucción. Pablo, ex ingeniero forestal convertido a la fotografía, documenta de forma sistemática accidentes de tráfico mortales 24 horas después del suceso, con la precisión y el rigor propios de un cirujano.
«El tema de los accidentes de tráfico es algo de lo que sabemos todo y a la vez no sabemos nada. No es un fenómeno al que te puedas asomar directamente. Es algo que sucede constantemente. Es una no noticia. El lugar del suceso no tiene nada de espectacular: es un no lugar anodino. Se hace evidente en las fotos de Pablo. No hay un acceso directo, sino oblicuo. No hay epifanías y, si las hay, son escurridizas. Partí de un cierto desconcierto, tenía claro que debía construir la escena con indicios, no con evidencias. Con sensaciones, no con datos», cuenta Isabel Navarro, periodista y autora del texto.
Al hilo de las imágenes de Pablo, que retratan los objetos sobrevividos al accidente y los escenarios del suceso, Isabel construye un relato fragmentado, como si de un edificio con materiales de derribo se tratara.
«Quise hacer un mosaico de voces, casi teatral, que se comunica de manera subterránea», explica Isabel.
«Cuando conocí a Pablo y le entrevisté, me quedé muy impresionada con su experiencia y con su mirada. Hay algo muy abstracto y muy científico en sus fotos, pero a la vez algo muy inocente, como un niño que agita y rompe el juguete convencido de que dentro está su alma. Pablo persigue esa alma con eficiencia, pero es una búsqueda que nace fracasada por su propia naturaleza. Ya sabemos, de la muerte no se puede contar nada», agrega.
Isabel visitó desguaces, «esos territorios invisibles, llenos de carcasas y de monstruos», y recogió el testimonio dramático de una amiga que perdió a ambos hijos en un accidente de coche.
«Por último, el otro material de derribo fui yo misma, mis recuerdos, mis experiencias, mis miedos… Jugué un poco a la autoficción real, a la libre asociación de ideas, que me llevó a mi adolescencia, al pueblo, a los viajes en moto, los riesgos que asumes como diversión, porque nada te parece tan ajeno como la muerte», revela.
«Isabel decidió que yo debía ser uno de los protagonistas de los relatos que iba a introducir en su obra. Participé encantado. Por lo demás, es cierto que me mantuvo al tanto de todo lo que iba escribiendo, pero yo solo era un mero espectador, cosa que agradezco, ya que no soy muy hábil con las palabras”, afirma Pablo.
El secreto de Dúo está en que el texto no es una mera ilustración de las fotos, sino un discurso independiente, que camina de forma paralela. «Bailamos sueltos la misma música. No hay sincronía, pero sí miradas cómplices», resume Isabel. «En el caso de Dúo 02, creo que si no hubiera imágenes, al leer el texto, ellas mismas surgirían de forma muy similar a las fotografiadas. Dúo es la misma realidad interpretada por dos músicos diferentes. La oportunidad de descubrir dos miradas sobre un tema concreto», agrega Pablo.
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