Imaginad un documento escrito donde encontréis joyas como: *2+2=5. Seguramente un puñetazo en el ojo derecho os duela menos que la burrada matemática que acabáis de contemplar. ¡Ole sus narices!, pensaréis. Ahora, imaginad otro documento con este otro diamante: ‘MENU DIA DE REYES 15.50’. ¿No os duele? ¿Seguro que está bien escrito? ¿Acaso las tildes no tienen derechos en este mundo? ¡Ah, claro!
Perlas de este tipo y peores (o mejores, según se mire) son las que Ana Peña y Carmen García, dos filólogas españolas, suben a diario en su página de Facebook ¡Ostras, qué perlas!
Carmen y Ana se conocieron haciendo el camino de Santiago. «Durante el camino, era muy común que nos asaltaran las erratas, faltas de ortografía, incongruencias, traducciones rocambolescas, etc. Esto no solamente ocurría en los carteles, era muy usual en las cartas de los restaurantes o en las indicaciones de entradas a los pueblos», comentan. « Si tenemos en cuenta que estamos hablando de la «Calle Mayor de Europa“, por donde transitan millones de peregrinos de todo el mundo, el tema de las faltas de ortografía es más que denunciable. No olvidemos que es una cuestión de imagen».
Pero fue la aparición de un *tí, así, con la tilde en todo lo alto, lo que colmó el vaso de la paciencia de estas dos filólogas. Así que, terminado el camino, siguieron en contacto a través de sus perfiles de Facebook, intercambiándose aquellas perlas que habían encontrado («no buscado»).
«Para ese fin, empezamos a fotografiarlas y creamos un grupo, pero notamos que el grupo crecía muy rápido y 3 meses más tarde, en septiembre de 2012, decidimos abrir la página porque nos daba más posibilidades». De esta manera nació ¡Ostras, qué perlas!, con la intención de denunciar esa falta de rigor a la hora de escribir.
OQP quiere poner de relieve lo mal que escribimos en nuestro día a día. No faltan, pues, esos estupendísimos avisos vecinales que se cuelgan en los ascensores y en los portales de los edificios de vecinos, que son auténticas patadas al diccionario. Pero quizá sean más insufribles en su opinión la gran cantidad de faltas ortográficas que medios de comunicación tan importantes como la televisión cometen a diario en sus programas, frente a lo que pudiera parecer.
Errores los cometemos todos, sí, pero no hay que olvidar el carácter masivo de este medio y la cantidad de público al que llega. Una burrada ortográfica aquí se queda grabada para siempre en la retina del espectador, por lo que la tendencia a reproducirla es enorme.
Sin embargo, lo que más les molesta a Ana y a Carmen es la poca preocupación que demuestra el Gobierno por nuestro idioma. «Nos duele en el alma que el Estado permita que la cartelería de las carreteras, los nombres de las calles, indicadores de cascos urbanos, etc. vayan plagados de faltas de ortografía a costa de nuestros impuestos».
No se libra tampoco del ojo crítico de OQP la publicidad, que más de una vez desluce una cuidada campaña de márketing por no revisar un texto con faltas ortográficas. Y llaman especialmente la atención sobre las traducciones. «Parece que todo el mundo se sube al carro de traducir y de escribir en otros idiomas, metiendo la pata hasta lo más hondo. ¡Cuidado con los traductores automáticos!», nos advierten.
Pudiera parecer que la intención de colgar todas esas perlas que sus seguidores les envían por correo electrónico («entre 200 y 300 perlas por semana») es la burla. Nada más lejos de la realidad. «Nuestra intención es decir «esto no está bien», nunca reírnos del analfabetismo o hacer mofa del autor».
Cuelgan las perlas indicando quién las envía y entrecomillando los comentarios del mensajero. Solo de vez en cuando, si alguien así se lo pide, dan alguna explicación de forma académica, pero tienen claro que su intención es fomentar el debate sin permitir insultos ni comentarios fuera de tono.
«Muchos seguidores nos mandan mensajes para felicitarnos por el buen ambiente que hay en la página, y es que de eso se trata: de aprender divirtiéndose». Tanto es así que han llegado a organizar encuentros con sus seguidores con el objetivo de «conocer a la gente que contribuye a mantener viva la página, tomarnos algo con ellos, charlar y divertirnos un rato». Eso sí, con menos frecuencia de lo que les gustaría ya que ambas viven en países diferentes.
El 99% de las perlas muestran faltas de ortografía, pero también se trata la parte gramatical, aunque «no nos llegan tantas perlas de este tipo», reconocen. Por ello completan la información subiendo de vez en cuando algún artículo sobre lingüística, algún apunte sobre ortografía y menciones a otras plataformas que, como la suya, también están preocupadas por el idioma. «Queremos que la buena ortografía llegue a todo el mundo y son muchos los agradecimientos de los seguidores que se lo pasan bien con OQP a la vez que aprenden». De ahí su lema: ‘Porque escribir bien cuesta muy poco’.
Cada día llegan perlas a sus buzones desde todos los rincones del planeta. De hecho, el 90% de las perlas publicadas son enviadas por sus seguidores desde más de 40 países, principalmente de España y Latinoamérica, pero también de otros tan exóticos como Marruecos, Emiratos o Egipto. Y, por supuesto, de EE UU, cuya aportación principal son esas sorprendentes y marcianas traducciones plagadas de faltas spanglish.
Pero, ¿de quién es la culpa de que escribamos tan mal? ¿Del sistema educativo? Quizá. «Se supone que un alumno que termine la ESO debería ser capaz de usar el español con corrección, saber escribir una carta, un mensaje… Pero, tristemente, la mayoría no lo es», comentan. Y advierten: «Ningún profesor, sea de la materia que sea, debería pasar por alto los errores en redacción y ortografía».
Las redes sociales tampoco han hecho mucho en favor de la buena escritura. Tampoco pretenden ellas demonizarlas, de hecho con su página y su actitud se demuestra que sí es posible escribir bien en Facebook y Twitter. Limitaciones de caracteres, como la de esta última, pueden tener algo que ver con el hecho de que los usuarios de estas redes sociales no tengan en cuenta las normas ortográficas, porque sea más importante para ellos el hecho de comunicarse antes que escribir correctamente.
«Lo trágico –se lamentan- es que el tema se ha convertido en una cuestión de rebeldía, y es común «ke aora los jobenes eskrivan asi». Y una de las pruebas de que no es una mera cuestión de ahorrarse caracteres es que, por ejemplo, alternan «b» y «v» de manera aleatoria, incluyen «h» donde no deben ir o sustituyen «y» por «ll» sumando una letra más a su limitado mensaje».
«La cuestión es que faltas ortográficas y gramaticales son demasiado frecuentes. Muchas veces no por desconocimiento, sino por pereza o dejadez. Querer mantener vivo un chat el mayor tiempo posible, la restricción en la cantidad de caracteres, la inmediatez y la herencia de los mensajes de texto y de Twitter, contribuyen a ese nuevo y extraño lenguaje», argumentan las dos filólogas.
¿Está todo perdido, entonces? Su mensaje es optimista. «La red supone una gran oportunidad para la lengua; de hecho, cada vez es mayor la preocupación por escribir con corrección». Y nos animan a no bajar la guardia ante burradas ortográficas y gramaticales que nos golpean la vista a diario. «Debemos tener claro que nuestra ortografía es nuestra tarjeta de visita».
No estaría mal, reivindican, recuperar la figura del corrector de textos y estilo. Si no se tendiera a prescindir de él por abaratar costes, quizá perlas como la encontrada en esta publicidad nunca habrían existido.