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Pequeño manual para sumergirse en el alma de un perro

perros gatos y retratos

Mario del Castillo fue uno de esos niños que nunca tuvo perro ni gato, pero siempre tuvo uno cerca que, de una manera u otra, marcó alguna etapa de su niñez y de su adolescencia. Todo eso cambió cuando conoció a Bingo, un perro acogido en una protectora, ya siendo adulto. Lo que empezó solo como un apadrinamiento, se convirtió al final en una adopción. Y en el cumplimiento de un sueño.

Interesado en ayudar al que había sido hogar de Bingo hasta su encuentro, preguntó qué más podía hacer como voluntario. «¿Qué sabes hacer?», le respondieron. Y entonces recordó que sabía hacer fotos. Lo de la fotografía le venía de cuando inició la carrera de Imagen y Sonido, formación que no llegó a acabar nunca, aunque era una actividad que tenía algo abandonada por culpa de ciertas inseguridades personales. Pero ahora tenía la oportunidad de volver a retomarla y pronto descubrió lo feliz que se sentía al tomar fotos de aquellos peludos y sentir que era útil.

perros gatos y retratos
Mario del Castillo

«Me dio un pinchazo muy gordo. Porque a día de hoy sigo sin tener mucho interés en hacer fotos que no sean de estos —afirma mientras señala las fotos de perros que cuelgan de la pared del estudio de edición que ha montado en una de las habitaciones de su casa—. No es que sea un fotógrafo que se ha metido en temas de perros, creo que soy un perruno que ha elegido la fotografía como un camino para comunicar. Y sigo sin tener muchas inquietudes fotográficas más allá de perros y gatos».

Así, como una actividad solidaria que ayudara a la protectora a conseguir adopciones, empezó a fotografiar a estos animales. Entonces conoció a Andresito, un enorme mastín para el que buscaban familia. «Yo, con los perros grandes tengo muchísima conexión. Entonces recordé que no se me daba mal escribir. Y con Andresito, lo que me pasó es que escribí una cosa tan bonita, tan emotiva para que lo adoptaran, que lo adoptaron al día siguiente». Sintió el subidón, era como si acabara de descubrir un superpoder que se desplegaba a través de sus palabras.

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Pero la alegría duró poco: Andresito fue devuelto a la protectora un día después de su adopción por morder un almohadón. Entonces, Del Castillo tuvo otra revelación: quizá ese superpoder que creía haber descubierto de sí mismo con la escritura fuera, en realidad, un problema que solo servía para fomentar adopciones compulsivas. «Llamar demasiado al corazón y al desgarro, eso… Mejor te esperas un mesecito y luego ya vemos si lo adoptas o no. Entonces me quedé un poco parado: “Ojo, que esto puede provocar muchas devoluciones, más que muchas adopciones”». Tocaba buscar el equilibrio, porque para entonces tenía ya claro que no quería dejar de hacer fotos y escribir.

«Mientras, seguía trabajando en otras cosas, pero volviendo un día de la protectora de Bingo, me dije: “Creo que he encontrado el propósito de mi vida. Tengo un gusanillo aquí que hasta ahora no había tenido”». Así, empezó a darle vueltas a esa sensación y acabó convirtiendo aquel voluntariado en una actividad un poco más profesional, un nuevo proyecto de vida. Tras una puesta en común con amigos, acabó dando con el nombre que le pondría: Perros, gatos y retratos, y aquello empezó a crecer. Montó un estudio en la sierra madrileña, donde entonces vivía, y aunque atravesaba por un momento personal complicado, ese proyecto le daba fuerzas, le hacía sentir vivo.

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«Sentía tener una libertad tan salvaje… Igual mañana estás en la puta calle, me decía, pero me daba igual… Y eso, por un lado, es aterrador, pero por otro, era la primera vez que estaba luchando por algo mío, que tenía un proyecto, que tenía algo que me tiraba mucho. Y sentía una energía que nunca había tenido. Así que personalmente me ha cambiado, ha sido mi viaje. Y si por el camino puedo echar una manilla, puedo concienciar, pues genial».

Tras mudarse a Madrid e iniciar una nueva vida, Perros, gatos y retratos acabó convertido también en un perfil de Facebook donde Del Castillo compartía las fotos que hacía, con textos que le salían del corazón y que, como él mismo reconoce, le han servido también de terapia. Después también abrió perfil en Instagram. «Básicamente, ha sido una trayectoria muy extraña que me ha permitido volver a escribir, volver a hacer fotos, y, sobre todo, curarme», resume así todo el camino andado hasta llegar a lo que es hoy. Porque las escritografías que publica en sus redes sociales y que hablan de soledad, de abandono, de muerte, pero también de amor incondicional, de humor, de risas, de amistad…, son, en realidad, su manera de entender la vida y a las personas.

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«Lo de escritografías es una broma mía. Un amigo me dijo “No sé si eres un escritor que hace fotos o un fotógrafo que escribe”. Y respondí: “soy escritógrafo», cuenta entre risas el origen del nombre. Hoy, explica, está más centrado en escribir y publicar una serie de libros con esas escritografías. El primero de ellos, Perros, gatos y relatos, verá la luz en septiembre. Y ya está preparando otros dos más, estos con frases más cortas, no tanto textos largos, que formarán la serie Enredones en el alma.

Viva la imperfección

Las fotos de Mario del Castillo son muy reconocibles. A todas ellas les aplica texturas, capas que podrían representar la vida misma, porque todas las historias que nos rodean y conforman están entrelazadas y no hay una línea sentimental y de tiempo plana.

perros gatos y retratos

perros gatos y retratos

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Pero, además de buscar una manera de dar un toque personal a su trabajo, es también el reflejo de huir de lo perfectamente definido. «Hoy en día, la ultraalta definición ya puedes conseguirla con un móvil de 400 euros. Estaba un poco cansado de que todo se viera tan jodidamente bien, y me pareció que era una forma de distinguirme y crear una firma personal. Es un juego con tres texturas que tengo siempre. Me apetece que no se vean tan bien, que sean un poco más pictóricos que fotografía perfecta. Y puede que me esté quedando un poco atrás, ahora con todo el tema de la IA. Pero es que no quiero saber nada de ella. Al revés, nos vamos a volver artesanos; ahora el que haga una foto sin esa ayuda va a ser la hostia».

«No quiero una foto de ellos, les quiero a ellos en una foto»

Ese es el leit motiv que ha movido siempre a Del Castillo a la hora de retratar a perros y a gatos. «¿Sabes los retratos psicológicos de Alberto Schommer?, la aspiración de llegar a trascender lo que es una imagen para reflejar la personalidad interna del personaje. Pues yo, mi aspiración loca es hacer retratos psicológicos de perros». Lo cierto es que, cuando miras una de esas fotos, no ves solo un animal feliz, asustado, enfadado, dormido o indiferente, estás viendo mucho más allá. Así que podría decirse que sí, que esa aspiración se está viendo cumplida.

Pero no es fácil lograrlo. Hay fotógrafos que trabajan con perros que buscan estimularlos y lograr la foto perfecta a base de premios en forma de comida y de llamar su atención alzando mucho la voz. Él, sin embargo, prefiere dejarlos fluir, concederles todo el tiempo del mundo. La prisa queda totalmente fuera de sus sesiones.

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«Para mí es un tema de conexión. Yo no voy de rollo “Buah, me comunico con ellos”… no. Mi proceso es: tú entra con el perro, vamos a tomarnos un café y que el perro se mee en el estudio, se dé una vuelta, que nos vea tranquilos a nosotros… Yo pongo musiquita relajante de fondo, luz en penumbra… Y normalmente es verdad que si un perro es un torbellino superdivertido, a lo mejor su forma de reflejar su psicología es verle desquiciado, con la lengua caída. Pero yo, normalmente, les dejo supertranquilos. Yo, superlento… Y los dueños empiezan a emocionarse, el perro empieza a entrar en un estado de “qué está pasando aquí, estoy como drogado, esto mola”, y salen imágenes como que están muy relajados. Y yo creo que ese es el tipo de imagen que más creo que transmite».

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Porque en las sesiones de este fotógrafo madrileño no hay indicaciones de ningún tipo, ni para animales ni para personas. «Yo no sé decirle al perro cómo ponerse, pero el perro, cuando yo le dejo que se relaje muchísimo, me regala esto. Ellos me las permiten, yo no las hago». No pasa lo mismo cuando hay humanos de por medio. Ahí, explica entre risas, «se jodió todo, sobre todo cuando me preguntan cómo ponerse o qué hacer. Últimamente, lo que he hecho ha sido decirles que se olviden de que estoy delante y que quieran con locura a su perro, como hacen siempre. Y han salido fotos muy bonitas. Pero yo no sé dirigirles, yo con los humanos no soy así de bueno. Me pasa en la vida en general, jajaja».

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«Hubo un amigo que me dijo “Tío, tienes una cosa que tienes que explotar. Tú no vendes sesiones, tú vendes experiencias”. Las fotos son el resultado de aquel momento, pero lo que a la gente no se le va a olvidar es aquel día con la música, abrazada a su galgo, llorando».

Pero lo que resulta más sencillo con los perros, con los gatos se complica. «Con gatos, el 95% de las veces tienes que ir tú a donde esté él, intentar pasar desapercibido y hacerles las fotos como puedas, normalmente con un teleobjetivo. Es muy raro que un gato se vaya a un estudio y se deje hacer. En una sesión en Sevilla, el gato se metió debajo de una pila que había. No hubo ni foto ni gato, porque no había quien lo sacara de allí. Es jodido, con gatos es jodido. Tienes que estar tú en su ambiente y robarles, en plan caza fotográfica de safari, cositas. Y si con suerte has podido poner detrás un fondo y dos luces, pues igual cuela. Pero es superdifícil».

Ayuda para protectoras

Para poder hacer esas sesiones más largas, Del Castillo reconoce que necesita un estudio. Ahora solo dispone de uno portátil, porque, además de los libros, también sigue entregado al voluntariado en protectoras. Su forma de ayudar es organizar con estas asociaciones sesiones fotográficas en distintas ciudades, donde los dueños de mascotas acuden con sus animales para fotografiarlos. Y el dinero recaudado sirve para financiar los proyectos y el día a día de esas instituciones.

El fotógrafo no saca ningún beneficio económico de ello, casi al contrario (en más de una ocasión ha tenido que poner de su propio dinero). Pero, a cambio, sí consigue aumentar su archivo fotográfico. «En realidad, yo a las protectoras y a los dueños que acuden a las sesiones les pido, si les parece bien, que me firmen un permiso para, en caso de que pudieran formar parte de alguno de los libros, me dejen usar esas fotos. El 99% están encantados».

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Porque cada foto le inspira una frase, un sentimiento distinto que siente la necesidad de compartir. «Todo conecta con todo, porque incluso en la parte en la que pretendo llegar a ganar algún euro [la venta de los libros y las sesiones particulares que surjan a partir del voluntariado], también está conectada con mensajes solidarios y de concienciación».

Esas sesiones y los libros no son los únicos proyectos en los que trabaja ahora. Actualmente, está viendo la manera de volver a exhibir su trabajo en salas. Aunque quizá, más que una exposición fotográfica al uso, se incline más por la proyección de sus imágenes, un espectáculo visual acompañado de música. Pero aún está por perfilar y definir. «Ahora estoy en un momento en que estoy enamorado de lo que hago».

Postdata: Andresito consiguió, al final, un hogar definitivo y una familia que cuidara de él.

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