Mientras el foco sigue puesto en si los próximos Juegos Olímpicos de Tokio podrán celebrarse o no a causa del coronavirus, la cita olímpica sigue escribiendo su historia. En el apartado del diseño ha logrado un hito antes, incluso, de la ceremonia de inauguración del evento. Por primera vez los Juegos Olímpicos cuentan con pictogramas animados.
Las 73 figuras han sido diseñadas por Masaaki Hiroruma y animadas por el también japonés Kota Iguchi. 23 de ellas representan 22 deportes paralímpicos, mientras que las 50 restantes hacen referencia a 33 disciplinas olímpicas.
Como explican en la web de los Juegos, los nuevos pictogramas reproducen de forma dinámica los diseños presentados el año pasado por Hiroruma. Y lo hacen a través de tres movimientos: «aparición, estático y desaparición».
«Recrean los movimientos tridimensionales de los atletas en dos dimensiones, y son capaces de expresar movimientos más dinámicos, como giros», añaden los organizadores.
El equipo responsable de Kota Iguchi ha tardado algo más de un año en dotar de movimiento a los pictogramas. «Aunque han sido creados para los Juegos de Tokio 2020, desearía que se mantuvieran en las citas olímpicas venideras como un legado para el futuro y sirviesen de inspiración para diseñadores de otros países», explica Iguchi.
Además de imagen de marca de la cita deportiva, los pictogramas desempeñan un papel fundamental como elementos de señalética para deportistas y aficionados procedentes de todo el mundo. Con esa función surgieron precisamente en los juegos de 1924 que también tuvieron como sede la capital japonesa.
Aunque Markus Osterwalde, secretario general de la Sociedad Internacional de Historiales Olímpicos y especialista en el diseño gráfico de la cita deportiva, discrepa a la hora de señalar el origen de estos símbolos.
Osterwalde comenzó a interesarse por el diseño olímpico mientras realizaba su tesis hasta convertirse en casi una obsesión. Sus investigaciones, con las que continúa a día de hoy, le llevaron a descubrir claros antecedentes de los pictogramas actuales en las olimpiadas de París de 1924 e, incluso, en las de Estocolmo de 1912.
«Aún no ofrecían esa estética simple y clara que conocemos hoy. Eran ilustraciones complicadas, sin elementos verbales, que describían deportes, competiciones de arte u otras cosas», indica.
El salto cualitativo se produciría precisamente en el 64 en Tokio. «En aquella edición, los diseñadores redujeron las formas y tamaños al mínimo necesario. Los japoneses se enfrentaban con el problema del idioma. Nadie habla japonés fuera de Japón. Así que tenían que encontrar un sistema de comunicación que funcionara para las personas de otros países. Un sistema no verbal».
Osterwalde califica de «brillante» la labor de aquellos diseñadores entre cuyo legado se encuentran las populares siluetas que diferencian a los baños de los hombres y de las mujeres en los WC públicos.
Después de tres décadas de sequía en cuanto a nuevos diseños se refiere, en los 9, los JJOO de Invierno de Albertville y Barcelona’92 traerían una novedad: pictogramas elaborados con la técnica del pincel. «Estos se convirtieron en una parte integral del diseño general, como el personaje de Cobi, que tenía versiones para todos los deportes».
Porque además del importante papel informativo que cumplen estos pictogramas, Osterwalde remarca la labor que pueden desempeñar desde el punto de vista de la imagen del evento, así como para remarcar la particularidades culturales del país que lo acoge: «Si los pictogramas no son buenos, ¡no venderán nada! Serán simples símbolos que permiten a las personas saber que el deporte en cuestión es baloncesto o vela, pero nada más. Es lo que ocurría con los de los años 70 y 80, que eran meramente informativos. Pero luego eso cambió. Se convirtieron en parte de la herencia, de los juegos y de su comunicación comercial».