Miden nueve centímetros de ancho por nueve de alto, son de plástico y su uso era tan común en los noventa como el de los casetes o las cintas de vídeo. La vorágine tecnológica ha relegado a los disquetes al olvido, pasando de ser el símbolo de la modernidad a una vetusta reliquia en menos de treinta años. Son basura.
Nació en la misma época que los discos flexibles y se rodeó de ellos en su infancia y adolescencia, pero nunca tuvo tantos como ahora. Gentry recibe donaciones de disquetes de gente que no conoce. Personas anónimas que revuelven en sus armarios y le envían sus trabajos del instituto, fotos, currículums, cuentos. Envían sus recuerdos encerrados en una lámina de plástico de nueve por nueve centímetros. Lo hacen para que Gentry cree arte con ellos. Sobre ellos.
Nicholas James Gentry utiliza una tabla de madera sobre la que coloca estos pedazos de plástico hasta formar un tablero (“he cogido tanta práctica con la pistola de pegamento que podría alicatar un cuarto de baño”, comenta con sorna). Después pinta sobre ellos, como si de un lienzo se tratara. “Los disquetes son interesantes para mí, ya que representan un momento de cambio, el paso del tiempo. Me gusta utilizar los objetos que tienen una historia para poder hacer una reflexión sobre el presente”, asegura Gentry. En esta reflexión, los disquetes suponen una metáfora del ritmo desenfrenado en la vida moderna, la producción en masa y la imperante cultura del usar y tirar. Casi nada.
También se puede hacer una lectura más metafórica de un trabajo que habla sobre la cibercultura, sobre lo efímero de los tiempos modernos y la deriva de lo material a lo intangible. En Obsolete, Gentry reflexiona sobre las personalidades abstractas que poco a poco nos estamos creando en el mundo online. “Aunque pueden crearse al detalle, no dejan de ser una representación virtual, no algo real, ni de alguna forma creado por un individuo. Las pinturas replican este proceso ya que los disquetes contienen un surtido de datos históricos, que unidos, crean una nueva personalidad”.
En ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, obra clave en la literatura de ciencia ficción, el autor Philip K. Dick habla de la prueba Voight-Kampff, un test para diferenciar a un replicante o androide de un humano. basándose en las constantes vitales y los ojos. Los ojos son una ventana al interior de las personas y los cuadros de Gentry representan esa ventana haciendo coincidir las pupilas del retratado con el círculo del anverso del disquete, con el corazón del disco, el que mantiene unida toda la información. La ventana a los recuerdos que se esconden bajo plástico y pintura. Probablemente no pasarían la prueba Voight-Kampff, pero los cuadros de Gentry tienen mucho de humano, de quienes grabaron en su interior y de quien pinta su exterior.
Fotos de Nick Gentry y Roger Fritz