Ni siquiera cuando dejamos este mundo dejamos de ser un problema para él. Los que optan por pasar la eternidad bajo tierra lo tienen cada vez más difícil dada la escasez de suelo disponible en las ciudades. Eso sin mencionar el problema medioambiental que suponen quienes eligen ser incinerados. Se calcula que en torno al 16% del total de las emisiones de mercurio en Reino Unido proceden de los crematorios.
La aparición de una tercera vía más ecológica era cuestión de tiempo. Y ese momento llegó hace unos años cuando un grupo de bioquímicos escoceses propuso una técnica para el tratamiento de restos humanos conocido como ‘resomation’.
El sistema imita al periodo de descomposición de los cadáveres aunque a muchas ‘más revoluciones’ ya que reduce a unas dos horas y media un proceso que de forma natural se desarrolla durante unos 20 años.
El cuerpo se diluye en agua caliente (a unos 180º) y alcalina sin utilizar ningún tipo de combustión lo que permite reducir a un tercio las emisiones de gases con efecto invernadero respecto a los que se producen durante una cremación. Los tejidos quedan convertidos en líquido que es posteriormente vertido en el sistema de aguas residuales. Algo que no implica ningún riesgo medioambiental ya que, según los responsables del sistema, dicho líquido no contiene ADN y resulta completamente inocuo.
Los huesos, por su parte, se tratan de la misma manera que en las cremaciones convencionales (esto es, se aplastan), mientras que los implantes y otro tipo de prótesis se retiran de forma segura.
Una funeraria de San Petersburgo será la primera en utilizar esta tecnología. A ella se sumarán, en breve, las de los seis estados de EEUU en los que ya se ha aprobado la utilización de este sistema.