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¡A por las máquinas!

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Hace unos meses que el supermercado en el que solía hacer la compra cerca de mi casa instaló unas cajas de autopago. En un principio mantuvieron las cajas convencionales atendidas por cajeras junto a las automatizadas. Pero al poco tiempo las cajas tradicionales desaparecieron dando paso a un único lineal automatizado. (Opinión) 

Las cajas autopago me parecen un atraso. No solo son mucho más incómodas, ya que tienes que depositar toda la compra sobre un lector de códigos de barras en un mostrador sumamente pequeño, sino que por el mismo precio en cada producto, yo y otros compradores como yo estábamos prestando un servicio laboral no remunerado a dicho establecimiento. Donde antes había seis o siete cajas, cada una de ellas con su correspondiente empleado, ahora había doce terminales autopago atendidos por una única persona.

Esto es tendencia. No solamente sucede en el supermercado que hay junto a mi casa. Grandes compañías han implantado o están desarrollando políticas que acaban en sistemas parecidos. Amazon anunció hace unos meses que estaba experimentando realizar el reparto de sus pedidos con drones. Correos ha lanzado un sistema de consignas inteligentes para poder enviar y recoger paquetes desde el portal de las viviendas de sus clientes.

El sistema experimental de drones de Amazon, denominado Prime Air, cuenta con la ventaja -según la propia multinacional- de que el comprador pueda recibir su pedido en treinta minutos o menos. Las consignas inteligentes de Correos prometen poder entregar y retirar envíos las 24 horas del día. Estos son los últimos de entre una larga lista de inventos que robotizan el trabajo y por consiguiente destruyen empleos, pero hubo otros: los cajeros automáticos, las expendedoras de billetes del transporte público, las gasolineras autoservicio…

[pullquote class=»left»]Las cajas autopago me parecen un atraso. No solo son mucho más incómodas, sino que por el mismo precio estamos prestando un servicio laboral no remunerado al establecimiento[/pullquote]

Bajo la premisa de la urgencia y el servicio 24/7 las máquinas están copando casi cualquier puesto de atención pública. No temo que se produzca una rebelión de estas siguiendo los pasos de Skynet en la saga Terminator, pero no está de más que tengamos preparado nuestro propio John Connor por si la cosa se desmanda.

La historia no es nueva. En el comienzo de la era de las máquinas, en la Inglaterra de la Revolución Industrial, la política del poder también era el maquinismo. A esta tendencia se le contrapuso una de las estéticas más eficaces y originales de la historia de la lucha obrera: Ned Ludd.

Resulta curioso que una estética o una estrategia política tengan nombre y apellido. Nadie sabe a ciencia cierta si Ned Ludd llegó a existir o no, pero su nombre, su legado y sobre todo sus hechos consiguieron los objetivos perseguidos.

Los propietarios industriales de las factorías textiles comenzaban por entonces a equipar sus industrias con máquinas tejedoras. La implantación de dichas máquinas se traducía en un aumento de la producción y una estandarización de la calidad, pero también en pérdida de empleos y pobreza entre los vecinos de aquella región. Hartos de la situación, los trabajadores de dichas factorías decidieron lanzarse a destruir las máquinas que amenazaban su supervivencia e inventaron a un personaje que encabezara un movimiento carente de estructura y organización. Ahí es donde empieza la polémica. Se supone que Ned era el primero de los destructores de máquinas que en 1779 destruyó (no hay acuerdo sobre si por accidente o no) una tejedora. Pero en 1811, cuando oficialmente comienza el movimiento Luddita, Ned probablemente ya estaría muerto. Aquel Ned Ludd, aquel capitán Ludd solo era un argumento con el que firmar sus acciones.

El capitán Ludd en las zonas urbanas o el capitán Swing en las zonas rurales fueron dos de muchos otros líderes ficticios que, inventados por los auténticos artífices de los sabotajes contraindustriales, conseguían de esta manera un doble fin: salvaguardar su integridad y la de su compañeros y al mismo tiempo extender el terror y la inquietud entre sus patronos.

Durante la década de 1810, el luddismo mantuvo en vilo a la Inglaterra urbana e industrial y debió funcionar porque el movimiento luddita se extendió por Europa llegando hasta España, como por ejemplo durante los sucesos de Alcoy en 1821.

Malcon Thomis en su historia del luddismo (The luddites, 1970) y con la perspectiva de la distancia histórica, apunta que los ludditas primigenios no profesaban ninguna aversión a las máquinas y que tampoco les tenían miedo. De hecho eran obreros industriales que trabajaban a diario con ellas. Pero apunta que los ludditas entendieron que era la mejor estrategia para condicionar a aquellos que les oprimían.

Todas las políticas siguen una estética o viceversa. La estética de la maquinización sigue la política de la deshumanización del trabajo. Por el contrario, la máquina del maquinismo argumenta: una máquina hace el trabajo mucho mejor, más rápido y más perfecto de lo que lo pueda hacer una persona.

[pullquote class=»right»]Nadie está realmente en contra del progreso cuando el progreso supone eso mismo[/pullquote]

Yo no me veo bajando ahora al supermercado y saboteando una caja autopago. Tampoco intentando derribar un Amazon dron. Siempre he tenido muy mala puntería. Pero sí que creo factible emplear estéticas creativas en contra de políticas poco constructivas.

Nadie está realmente en contra del progreso cuando el progreso supone eso mismo. Pero conviene analizar en profundidad si el progreso que proponen determinadas políticas implica un avance social o simplemente uno económico que redunda exclusivamente en dichas empresas.

Comprar y obtener lo comprado en 30 minutos no puede hacer que la humanidad sea mejor. De hecho, si realmente necesitas algo con tan absoluta urgencia, te recomiendo que no lo compres por internet: baja al comercio que te pille más a mano y procura que te atienda una persona. O si es tarde, espera a mañana, quizá ya no necesites tanto eso que ibas a comprar.

Iñaki Carrasco González

Iñaki Carrasco González es poeta y escritor. Ha estudiado Conservación de Obras de Arte, Filología, Ingeniería Informática y Música. Cuenta con varios libros publicados y actualmente colabora con las revistas Yorokobu y Agenda Magenta. Puedes seguirle en @antiarmonico

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