Icono del sitio Yorokobu

Por qué el alemán tiene una palabra específica para todo

cómo se forman las palabras en alemán

Uno de los efectos colaterales que ha tenido la crisis del coronavirus es que ha obligado a definir nuevos conceptos y a crear nuevas prácticas en el día a día, prácticas que no siempre existían antes o no tenían un nombre con el que referirse a ellas. El coronavirus nos ha obligado a encontrar nuevos términos, aunque no todos los idiomas lo han hecho con el mismo entusiasmo y casi se podría decir con la misma eficacia.

Si pienso en las nuevas palabras que dejó la pandemia en mi entorno, así, a bote pronto, solo se me ocurren como nuevos vocablos el covidiota que se tradujo desde el inglés al castellano y tuvo su momento de gloria en el verano de 2020, y el covidauto y el cribabús que el Servizo Galego de Saúde sumó al gallego abriendo esos servicios y nombrándolos así.

Por el contrario, si yo fuese hablante de alemán, tendría mucho más para escoger. Una estimación de principios de este año apunta que el alemán sumó más de 1.200 palabras durante la pandemia. En alemán hay una palabra para la mascarilla de diario (alltagsmaske) o para la distancia social (mindestabstandsregelung) y la gente que la cumple a rajatabla (los anderthalbmetergesellschaft).

Pero lo cierto es que, si yo fuese esa hablante de alemán, en realidad, tendría palabras para todo, hasta para el dolor premenstrual. Se llama mittelschmerz y que la palabra exista maravillaba hace unas semanas a los usuarios de Twitter.

Igual que hace unos años Steve Jobs prometía que habría una app para todo, el idioma alemán podría hacer lo mismo, pero en el plano del vocabulario. Tiene una palabra para absolutamente todo. Si alguien con quien estás comiendo ha pedido un plato que en realidad te gusta más y ahora te arrepientes, tienes futterneid. Si no puedes contener la emoción cuando ves unas ruinas históricas, sufres de ruinenlust. Y así término tras término.

NO ES MAGIA, ES GRAMÁTICA

¿Por qué los alemanes tienen palabras para todo y consiguen condensar en términos específicos cuestiones complejas que en otros idiomas requieren párrafos llenos de explicaciones?

Para una persona que viene de las lenguas romances, la cuestión parece magia. En estas lenguas, hay palabras comodín que valen para todo (y que asumo que son la pesadilla de quienes las aprenden), pero no esa casi brujería de encontrarse un término específico para una necesidad concreta. Simplemente, me dijo una amiga que estudió alemán en su juventud cuando le comenté esta fascinación sin terminar de comprenderla y pinchando la magia, son palabras compuestas.

Al otro lado del teléfono, Gabriele Kreuter-Lenz, la directora del Goethe-Institut Barcelona, me da la razón, al menos en el primer punto. Sí, en alemán existen palabras «muy específicas, muy concretas», aunque también recuerda que en inglés también se han ido creando términos bastante específicos.

Tanto Kreuter-Lenz como Alexandra Gassler, profesora de alemán en Berlitz, la otra experta en el idioma con la que hablé buscando una explicación a esto, acaban hablando de lo mismo que señaló mi amiga. Si en alemán hay tantas palabras tan específicas, es porque el idioma permite hacer palabras compuestas. Vamos, que no es magia. Es gramática.

UNA LENGUA FLUIDA 

«El alemán es conocido, sobre todo, por las palabras ultralargas, que casi siempre son al mismo tiempo las palabras ultraespecíficas», me dice Gassler; «estas son el resultado de compuestos». Esta profesora las compara con el mecanismo que en castellano usamos cuando unimos términos con la preposición de, como en toque de queda. En alemán, las palabras se fusionan.

Por supuesto, para hacerlo existen reglas gramaticales, pero aun así la realidad es mucho más flexible y el idioma casi se podría decir que es más plástico. De hecho, lo sorprendente no parece tanto que esas palabras existan como el hecho de que rápidamente se integren en la lengua, como ocurre con la avalancha de nuevos términos generados por la pandemia del coronavirus. Gabriele Kreuter-Lenz explica que en alemán «hay mucha más fluidez» en la lengua. Las palabras nuevas se integran rápido y lo mismo ocurre con los cambios en la gramática. «Cosas que hace seis años eran errores ahora se pueden leer en los periódicos más importantes», añade.

Ayuda, quizás, que los medios de referencia no estén esperando a que los términos tengan el ok de un organismo como la Real Academia Española, mucho más lento que la lengua de la calle, para aceptarlos.

Eso no implica que el alemán fluya sin ningún tipo de control. Las nuevas palabras compuestas entran y salen de los diccionarios más importantes, pero también se hace un seguimiento de los cambios que se registran. «La creación de nuevas palabras está documentada, por ejemplo, por el Leibniz-Institut für Deutsche Sprache, una institución científica que se dedica al análisis de cambios en el alemán actual», apunta Alexandra Gassler.

POR QUÉ NO TENER MIEDO A LAS PALABRAS LARGAS 

Quizás, por muy mágicas que parezcan desde fuera, las palabras compuestas son uno de esos elementos que hacen que el alemán dé miedo.

Para quien no habla alemán, (nos) parece una cumbre demasiado complicada de alcanzar. Gassler reconoce que generan «un efecto intimidante a los principiantes», pero que una vez que se comprende cómo se forman se entiende que «su semántica es generalmente transparente». Gabriele Kreuter-Lenz añade que, una vez que has pasado esa primera etapa, queda claro que este tipo de palabras se crean de forma lógica. Lo mejor, dice, para descubrir si aprender alemán es para nosotros, es probarlo.

Luego, poder crear palabras a medida parece, ciertamente, un poderoso incentivo.

Salir de la versión móvil