En la primera portada que Buba Viedma firmó hace ya unos años para Yorokobu, un hombre se alejaba para contemplar con perspectiva el trabajo realizado: una especie de Monte Rushmore donde aparecía tallado el nombre de la revista. La escena era una metáfora de su etapa vital en ese momento. «Por aquel entonces, comenzaba a poder vivir de la ilustración y necesitaba tomar distancia para comprobar si lo que estaba construyendo tenía sentido».
La portada de este número es diametralmente distinta en cuanto a estilo, pero en esencia es una continuación de la primera. Ahora Buba hace balance de todo lo transcurrido desde entonces, en lo personal y en lo laboral. «Aunque estuve un tiempo sin colaborar con Yorokobu, es un medio que me ha visto nacer y crecer profesionalmente».

Por eso, aprovechando la participación de la revista y de él mismo en el Festival Moments, Buba se prestó a realizar un minihomenaje a la revista en formato portada. Para ello ha recurrido al universo onírico que Viedma denomina Beyond The Rainbow de manera oficial y al que en petit comité se refiere con frases como «últimamente soy el tonto del arcoíris».
Cada letra de Yorokobu es un símbolo personal. La Y, por ejemplo, es un jarrón de tres rosas, sus tres hijos, «hermosos, pero llenos de espinas». O la U, que es un muro de ladrillos con cristales incrustados, un guiño a «las concertinas» que tantas veces vio en su infancia en Vallecas.
Aunque como ocurre con los símbolos y con los propios sueños, probablemente para cada quien represente una cosa distinta. Y eso es algo que a Buba, lejos de preocuparle, le entusiasma.