«Precariada nació en un momento de mi vida en el que todo iba mal y tenía la necesidad de quejarme como vía de escape», cuenta la creadora de esta cuenta que califica como de «humor absurdo». Descubrir que podía quejarse riéndose de lo malo; criticar, de paso, la situación política, el machismo y la precariedad laboral de los jóvenes (de ahí el nombre), y que, a la vez, podía hacer reír a otras personas que pasaban por el mismo bache le hizo ver la luz.
«Antes pintaba con acuarelas, óleos, lápices de color, etc., pero un día dejé de hacerlo porque me di cuenta de que cuando más me divertía pintando era cuando me rompía la cabeza tratando de transmitir un mensaje que formase un todo con la ilustración. Y por eso me gusta pensar que Precariada es un poco como Batman, porque intenta hacer el bien con una personalidad semisecreta».
«A mí me gusta pensar que el humor absurdo es el que más gracia hace a la gente inteligente, y que eso, a su manera, lo convierte en humor inteligente», comenta la ilustradora. «Lo bonito es la sencillez, cuanto más hagas reír con menos palabras o elementos, mejor». Para Precariada, «el humor es como el clítoris, un invento de la fuerza creadora divina que sea cuyo único objetivo es darnos placer y vidilla para que la vida no se nos haga bola. Y por eso, y otras cosas, la vida mola bastante, aunque sea una mierda y un poco mala pécora a veces».
A esta ilustradora le gusta tratar temas que le afectan en primer grado y mezclarlos con la cultura pop: el feminismo, internet y su impacto, los estigmas sociales, el drama de hacerse mayor, las relaciones de pareja, el sexo, la política… Un poco de todo mezclado, a veces, con Disney, El diario de Patricia y Art Attack para darle, asegura, un toquecillo especial y reventar recuerdos de la infancia, de paso.
«Me gusta que mis viñetas sean frescas; es decir, que si ocurre algo importante en el mundo, mi cabeza se pone a darle vueltas hasta que consigue dar a luz una idea. A veces se me viene a la cabeza de repente y otras me puedo pasar horas, e incluso días, dándole vueltas hasta que consigo aterrizar la idea, no hay término medio. Pero es que cuando consigues ilustrar algo y que la gente se sienta representada y/o se ría, es supergratificante, es casi mejor que un orgasmo», explica. «Si con una de mis viñetas consigo hacer reír a ese alguien y cerrar así el círculo de cómo empezó la cuenta, me doy por más que satisfecha».