Cuando escuchamos la palabra atlas es muy probable que lo primero que se nos venga a la cabeza sea un libro lleno de mapas que nos ubica en el mundo y nos informa de aspectos geográficos como la población, la orografía y el clima. Cosas, por decirlo de alguna manera, medibles.
A priori, aspectos tan intangibles e imprecisos como la felicidad no parecen tener cabida en este tipo de obras. Pero Joan Tort, director del departamento de Geografía de la Universidad de Barcelona, y su equipo han querido aproximarse a este concepto y representarlo cartográficamente. El resultado ha sido el Atlas de los países en busca de la felicidad (Larousse, 2022).
El atlas parece construirse como un panóptico que trata de abarcar todos los ámbitos en los que pueda medirse la felicidad de un país. Explica, en primer lugar, los índices que han tratado de medirla y hace un recorrido por la historia y cómo el concepto de felicidad ha cambiado de un siglo a otro. Y todo a través de gráficos y mapas, como corresponde a una obra de este tipo.
Unas veces parecerá claro que la felicidad de un país dependerá de su riqueza, de su desarrollo y de su PIB. Otras, las encuestas a poblaciones de naciones económicamente pobres revelan que la felicidad no está en el dinero, sino en los lazos sociales, en la cultura y la tradición, en el arraigo de la naturaleza.
Al final, más que dar respuestas, el atlas coordinado por Joan Tort lo que hace es que el lector se plantee muchas preguntas. Empezando por la obvia.
Cuando se lee la palabra atlas, una espera encontrar otra cosa. ¿Cómo llegasteis a la idea de que era necesario una obra de este estilo?
Un atlas tiene que servir, o al menos la idea de lo que ha sido este tipo de obra históricamente, para que uno se haga preguntas, para no quedar indiferente ante la realidad del mundo en un sentido amplio. Es decir, el atlas tiene mucho que ver con la geografía como conocimiento. Es una puerta al conocimiento geográfico. ¿Y qué es o ha de ser el conocimiento geográfico? Fundamentalmente, un modo de tomar conciencia del mundo. Sea a gran escala o a pequeña escala, que quiere decir la ciudad, el barrio, el entorno de la persona.
La felicidad, a priori, es un tema que queda fuera de la representación tradicional. Atlas hay de todos tipos desde la antigüedad, pero que tenga un alcance temático tan diverso, por ejemplo, en este caso de la felicidad, esto ya es algo más reciente, de las últimas épocas en las que también la cartografía trata de representar lo intangible. Temas que a priori puedan parecer difíciles de plasmar gráficamente.
Pero a través de plantear preguntas y posibilidades, desde un tema tan amplio como es la felicidad, caben muchas visiones. Mejor dicho, cabe la posibilidad de transmitir mucha información potente, en algunos casos con una gran carga significativa.
Cualitativamente, hoy tenemos la posibilidad de acceder a mucha información relevante. Luego se trata solo de trasladar estas cuestiones a un relato gráfico convincente. Y aquí está la clave, un producto editorial que haya hecho esta apuesta y que ha optado al final por ese resultado, tratar desde esa multiplicidad de visiones o de ángulos, de aproximarse de un modo u otro a los significados que pueda tener una idea tan difícil de coger, tan escurridiza como la felicidad.
Queda claro con echar un vistazo al atlas lo difícil que es definir el concepto de felicidad. Parece que asociamos la felicidad a conceptos como el bienestar y todo lo que produce. ¿Podemos decir que si tenemos bienestar somos felices?
Creo que es importante darse cuenta de la diferencia de matices. No estamos hablando de lo mismo. Probablemente, la idea de bienestar sea indisociable de la felicidad, pero como muchísimas otras cosas, en este caso, materiales.
Que, evidentemente, el progreso material a diferentes escalas y en diferentes contextos puede ser indisociable de una idea abierta de felicidad, por descontado. Sería un error plantearlo como un discurso independiente. El progreso material, de un modo u otro, condiciona, interviene, influencia en la vida en sentido amplio, y en las expectativas de las personas, de la sociedad.
Es decir, hay un juego permanente entre materialidad e inmaterialidad en nuestra vida. Por tanto, que se preste atención a estos aspectos me parece importante, y de hecho, si analizáramos el índice del atlas del principio al final, veríamos que muchas cuestiones se han evaluado con parámetros cuantitativos, índices que tienen que ver con el bienestar material.
Pero paralelamente hay toda una serie de cuestiones de aproximación muy difícil, porque siempre está este aspecto intangible detrás, pero que conecta directamente con lo que sería la aspiración humana a la buena vida, en el sentido filosófico del término.
Lo que nos enseña la filosofía y los clásicos es que una cosa es el vivir bien y otra, el buen vivir. No son nociones del todo independientes, pero sí son indudablemente diferentes. Y a mí, en este sentido, me llama mucho la atención, y además me parece significativo, que hay un modo de presentar la filosofía ya desde los tiempos más antiguos en el sentido de ser un conocimiento que puede ayudar al buen vivir, no solo atendiendo a cuestiones materiales, sino a saber estar en el mundo.
Aprender a saber estar en el mundo. Esto era muy claro, al menos entre algunos filósofos y escuelas filosóficas antiguas, y en cambio hoy me parece que ni entre los mismos filósofos habría acuerdo sobre eso. Pero me parece relevante que esto haya servido en algunas cosas para plasmar alguna de las propuestas del atlas.
Sí, podría identificarse con una especie de búsqueda del equilibrio continuamente. Unas veces la balanza se inclina a lo material y otras, no hay felicidad sin no hay bienestar interior e individual. Me llama la atención cómo buscamos la naturaleza, por ejemplo.
Claro, esto conecta mucho con las preguntas que decíamos al principio. Si al abrir y ojear el atlas alguien ya se hace preguntas, ya me parece que la obra cumple su cometido. Hacerse preguntas es el principio de todo. En ese sentido, atender hoy todas las cuestiones que nos afectan y, sobre todo, darse cuenta de que hemos de ir a parar a este juego entre lo material y lo inmaterial, lo tangible y lo intangible, y en definitiva, ver la doble naturaleza de las cosas, me parece absolutamente fundamental.
Los interrogantes acerca de la naturaleza están a la orden del día y es algo que, además, viene de muy lejos. Y vale la pena insistir. Hoy los retos son diferentes de hace 100 o 200 años. Pues planteémoslos de acuerdo con nuestro contexto actual.
Lo de la naturaleza no deja de ser un tema abierto. Lo han tratado filósofos y científicos de todo tipo y sigue siendo un concepto abierto, nadie es capaz de definir qué es lo natural y qué no lo es, ni nadie es capaz de trazar una frontera estricta entre lo uno y lo otro.
La idea de la naturaleza es asimilada a la idea de la complejidad, es un intangible, en cierto modo, aunque tenga ciertos aspectos objetivables. Pero pensar en la profundidad de lo que significa el juego en torno a la naturaleza y a sus parámetros es una cuestión casi te diría de vida o muerte.
O enfocamos en esta dirección los interrogantes y tratamos de ir en la línea de la toma de conciencia de muchas cosas importantes y graves que suceden en el mundo o por mal camino vamos. Como mínimo, mantener la mente abierta y receptiva en todo momento me parece que es la receta fundamental.
Otra de las conclusiones que se sacan al leer el atlas es que somos felices cuando aspiramos a esa felicidad, es decir, cuando no perdemos la esperanza de ser felices.
Completamente de acuerdo, y te diría que ya es una lección importante de una obra así. Si uno es capaz de llegar a esta conclusión, adelante, porque el resto lo irás desarrollando en la medida en que tú mismo despliegues tu vida. Pero partir de esta expectativa a mí me parece que es clave. La actitud está en la base de cualquier cosa que hacemos en nuestra vida.
Es difícil fijar cuáles son las claves de la felicidad porque depende de muchísimos factores. Pero ¿hay algunos que sí puedan considerarse definitorios?
Quizá hay factores de consideración necesaria o más necesaria que otros, pero tampoco me atrevería a proponerlos en catálogo cerrado. Aquí estamos yendo a parar a cuestiones de fondo de gran profundidad.
No es por casualidad que hablemos, al tratar todas estas cuestiones, de los grandes tratadistas y filósofos de la antigüedad. No es por una cuestión de renombre o de que tenga que ser así por principio, sino simplemente porque hablamos de personas que en un momento dado fueron capaces de traducir en palabras o en preguntas lo que serían algunas de las grandes cuestiones de nuestra existencia. Y esto no cambia a través del tiempo. Cambian las formas, cambia el progreso, o lo que entendemos por progreso, pero las cuestiones de fondo perduran, y esto es lo que vale la pena reconocer.
A partir de ahí, una idea tan plástica como puede ser la de felicidad probablemente se irá adaptando a los escenarios, a las épocas, a las sociedades que planteen la cuestión.
¿Puede haber aspectos más claramente objetivables que otros? Solo hasta cierto punto. En la medida en la que necesitamos la materialidad para nuestra vida cotidiana, para el día a día. Aquello de poder respirar para vivir o comer… lo que sea para poder tener nuestro día a día normal.
Pero el resto, yo creo que forma parte básicamente de esta unidad de existencia que somos cada uno de nosotros, y a partir de ahí, todo lo que podamos tomar a nuestro favor para leer de una forma más viva y más potente nuestra realidad, pues adelante.
Puede ser, en un momento dado, un libro, la lectura de un texto de un periódico, una imagen que nos llega por el teléfono, un poema o un atlas como este.