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Fernando Higueras: el arquitecto que vivió bajo tierra

Cuando Fernando Higueras contaba a sus alumnos que vivía en una cueva bajo tierra le solían mirar con perplejidad. Ahí, delante de ellos, estaba un genio, conocido por hacer edificios inconfundibles como las Viviendas para el Patronato de Casas Militares o la Corona de Espinas. No se creían que un arquitecto renunciara a la oportunidad de lucirse con su propia casa.

Pero Higueras no era como otros arquitectos. «Él iba siempre por libre», rememora Lola Botia, quien fue su pareja durante 20 años y actual responsable de la Fundación Fernando Higueras. «Cuando finalmente visitaban el espacio entendían por qué. No sientes claustrofobia. Te sientes mejor que en un apartamento donde te da un sol de justicia. No te tienes que proteger de nada y de nadie. No te van a construir delante jamás. No molestas ni te molestan los vecinos».

Antes de que los arquitectos se llenaran la boca con palabras como sostenibilidad, Higueras ya pensaba en ello de forma casi innata. «La temperatura es casi constante entre 16 y 26 grados. En invierno no pasas frío, solo necesitas un apoyo mínimo de dos radiadores en el cuarto de baño. Miras hacia arriba y solo ves el cielo y los árboles». Estar bajo tierra minimiza la exposición a las condiciones climáticas.

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Más adelante, Higueras acabaría llamando su casa el Rascainfiernos. «Fue el nombre que dio a una propuesta que presentó para la zona cero un año después del derrumbe de las torres gemelas». Mientras los demás luchaban por construir hacia arriba en un alarde falocéntrico, él había hecho lo opuesto, dirigiéndose hacia el centro de la tierra.

En su apogeo, su hogar estaba lleno de cuadros y esculturas. Había pinturas de Antonio López y Sorolla. Las hiedras se adueñaron de la casa bajando desde el jardín y llenando el salón.

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En el año 2000, Higueras cerró su estudio de Avenida América, vendió sus cuadros y trasladó su espacio de trabajo al Rascainfiernos adquiriendo su aspecto actual.

Higueras «decía que había que volver a las cuevas». No signficaba encerrarse en la oscuridad. Se trataba de aprovechar los preceptos de nuestros antepasados que profesaban la sostenibilidad por necesidad y uniendola a la búsqueda de la luz cenital que traspasa las claraboyas del rascainfiernos y lo convierte en una forma mucho más sostenible de vivir. Unas lecciones de vida que vuelven a ser vigentes.

Planos cortesía de la Fundación Fernando Higueras.

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