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Los padres de los milenials son unos mierdas

Sería muy fácil escribir un artículo como el de Antonio Navalón, como la columna en la describe a una generación entera, a un espectro social de casi dos décadas, de la manera más simplista que uno pueda imaginar.

Sería muy sencillo condenar a toda una generación con argumentos de taberna de serrín y cabeza de gamba en el suelo. Y como es tan fácil, lo vamos a hacer, no sin antes repasar las citas más chanantes del discurso del instagrammer Navalón (por favor, seguidle, que le hace mucha ilusión).

[pullquote][…]No existe constancia de que ellos hayan nacido y crecido con los valores del civismo y la responsabilidad[/pullquote]

Yo no quiero decir nada, Antonio, pero los que educaron y propusieron la escala de valores con la que debían crecer los milenials eran los de tu generación. Como sé que no estás haciendo un ejercicio de autocrítica, repasa con qué valores crecieron los nacidos a partir de 1980.

[pullquote]Hasta este momento, salvo en sus preferencias tecnológicas, no se identifican con ninguna aspiración política o social[/pullquote]

Como demuestra el hecho de que los partidos políticos o movimientos sociales carecen de afiliados y militantes menores de 40 años.

[pullquote]Son una generación que tiene todos los derechos, pero ninguna obligación[/pullquote]

Da igual el siglo en el que leas este argumento: siempre habrá un señor asomándose a la tercera edad que lo mantenga.

[pullquote]Me encantaría conocer una sola idea milenial que no fuera un filtro de Instagram o una aplicación para el teléfono móvil[/pullquote]

¿Las aplicaciones móviles son como los baterías de los grupos de rock, instrumentos del diablo? ¿Seguro que no hay nada más, Antonio, que filtros y apps?

[pullquote]Lo único que les importa es el número de likes, comentarios y seguidores en sus redes sociales[/pullquote]

No sé, Antonio, algo me dice que eso, más que generacional, es un asunto de cada usuario y sus particularidades.

Si los milenials difundiesen un recurso tan de brocha gorda y tan lleno de rencor como el de Antonio Navalón, si fuesen tan injustos como él, podrían:

1 Echar la culpa a las generaciones precedentes de la crisis de económica y de valores que se ha instalado en todo el planeta. Solo se premia el crecimiento económico y el fracaso es patrimonio exclusivo de perdedores y personas que no se han esforzado. Casualmente, Navalón ganó un patruzal como comisionista en los años 80 y 90. Un ejemplo de esfuerzo de titán.

2 Recordarle que la edad dorada de la corrupción en España se inauguró a finales de los 80, cuando sus generación era la depositaria del futuro de la nación. Por aquella época, destacaba un banquero con pelazo y ejemplo de ‘para-qué-quiero-valores-teniendo-la-pasta-que-tengo’. Mario Conde saqueaba Banesto y en el banquillo de acusados que dio con sus huesos en la cárcel se sentaba también otra persona acusada de falso testimonio, cohecho, tráfico de influencias y prevaricación. Esa otra persona era el rey del mambo, Antonio Navalón. Salió absuelto, pero mi madre le habría advertido acerca de las amistades con las que se juntaba.

3 Culpa a su generación de reventar una burbuja inmobiliaria que ellos mismos generaron y que ha definido el estilo y las posibilidades de vida de toda la generación que les ha sucedido.

4 Recordarle que su generación es la que ha liderado los grandes partidos políticos en los momentos de mayor corrupción de la democracia de España. Filesa, las Gürtel y su millón de ramificaciones, los ERE andaluces o el 3% de CiU en Cataluña.

5 Explicarle, aunque seguro que lo sabe porque un buen amigo anda en el ajo, que su generación ha llevado a los grandes medios a una situación tan crítica que cada mañana se hace un ejercicio de reflexión acerca de cómo va a ser el futuro de la prensa generalista.

6 Preguntarle a Antonio cuál ha sido el legado de su generación más allá de los «volquetes de putas», las ciudades de vacaciones con servicios creados para borregos o los derechos laborales anoréxicos.

7 Ponerle una canción preguntándole acerca de su relación con la Tesorería General de la Seguridad Social.

Devuélveme la pasta que me debes
que los que tú ya sabes me quieren matar.
Como no me la devuelvas cómo voy a convencerlos
de que ha sido culpa tuya en realidad.
Lo que me debes me lo tienes que pagar.

Es fácil hacerse un retrato aproximado de quién es Antonio Navalón a partir de toda la información aportada por el periodista Eduardo Suárez.

Sin embargo, es imposible retratar a toda una generación con cinco frases manidas como las que acabas de leer un poco más arriba. Es, además, tremendamente injusto hacia quiénes se dejaron todo para dejar un mundo algo mejor a la siguiente generación.

Celebramos que el tsunami que has desatado, Antonio, te haya hecho reflexionar.


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Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

7 respuestas a «Los padres de los milenials son unos mierdas»

Yo no creo que el mal del mundo esté en ninguna generación en concreto pero hay que reconocer que una generación educada a reglazo limpio, muy sana mentalmente no puede estar. Y los hijos de estos pues otro tanto de lo mismo. Se salvarán los que consigan hacerse conscientes de los malos tratos recibidos y dejen de adorar a sus maltratadores. La obra «Por tu propio bien» de Alice Miller explica claramente como una educación anomala puede influir en la historia llegando incluso a engendrar un genocida como Hitler.

Este personaje es un incendiario. Mejor dejarle solo hasta que se auto inmole por síndrome de abstinencia de lectores.

Señor García, aunque valoro su esfuerzo, la simplificación nunca ayuda a argumentar sobre estos particulares. Si realmente desea hacer un análisis sobre las generaciones que han ayudado a caer a este país, hablando de corrupción y un Estado en perpetu decadencia, deberá remontarse a la dictadura. La corrupción que ya en aquel tiempo imperaba es la misma que aún hoy impera. La gestación de la burbuja inmobiliaria, así como todos los males que que hoy padecemos, suceden por la ausencia de una verdadera transición, pasando simplemente de una dictadura a una democracia totalitaria. El Millennial, o como quiera llamarle, denominación a todas luces absurda e imprecisa, sin ser el mal en sí mismo, es la reencarnación de éste, por cómplice.

Totalmente de acuerdo, pero no debemos obviar que las siguientes generaciones se harán las siguientes preguntas de: por qué nos quedamos sin agua? Por qué la comida es tan cara? Por qué no queda vida en los océanos? Dónde están los bosques de los que me hablaban mis padres? Y un largo etc de por qués.
Nosotros al igual que generaciones anteriores somos cómplices del delito que se está cometiendo contra la.siguiente generación . Cómplices por inacción, y con inacción me refiero a no importarnos un carajo el cómo los partidos políticos en época de elecciones afrontan el tema medioambiental.
A veces me siento como un bicho raro cada vez que comento estas cosas con gente de.mi generación.
Sin embargo como docente de secundaria y ambientólogo he de decir que con la mayoría de chavales he podido mantener unas buenas y productivas discusiones al respecto, parece que hay esperanza.
Por lo tanto, para concluir, me gustaría ver más artículos productivos al respecto de estos temas, porque sigo teniendo la sensación de que todo se reduce a seguir culpándose los unos a los otros y la casa sin barrer.
Que conste que es una crítica constructiva. Gracias por cederle este espacio de opinión.

Yo, millenial

Señor Navalón, yo soy Millennial. Nací en 1991, pre-olímpica me han llamado alguna vez. Catalana de raíces andaluzas, madre sevillana y padre barcelonés, nacida en Sant Joan de Deu.

Verá, yo estudié en un colegio de monjas (bastante suave, nada de Opus), por aquel entonces mi madre consideró que era la mejor opción para una niña de 3 años y padres separados. Empecé con 3 y salí con 18 años recién cumplidos. No repetí ningún curso y saqué buenas notas. Realicé extra-escolares como cualquier niño de la época: ballet, natación, dibujo artístico, solfeo, guitarra… Elegí el bachiller Social mixto, con Economía y también con Historia del Arte. Tenía claro que quería ser periodista. En la selectividad saqué nota para ir a estudiar a la Autónoma de Barcelona pero finalmente fui a la privada, a Blanquerna (en la que pasé los 4 años más intensos de mi vida estudiantil). Estudié dos años mixtos de Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad y RRPP, me gradué y me marché a Salamanca a cursas un Máster en Comunicación Política (cosa que le sonará a Chino ya que usted asegura que, siendo millennial, mi interés por los asuntos de Estado son nulos).
He trabajado en la televisión pública, en empresas privadas, en nuevas tecnologías y en lo que «había antes» por llamarlo de alguna forma.
Siento vergüenza de que alguien de la generación de mis padres hable de los millennial como si no fuésemos fruto de la educación que vosotros nos habéis dado. Por cierto, la mía es exclusivamente gracias a la gran mujer a la que llamo mamá.
Somos la generación que cuestiona vuestras prácticas porque tenemos la información a nuestro alcance, tan cerca que nos da para documentarnos de cualquier cosa, para compartir cualquier vivencia, contenido y reflexión y para conocer más de cualquier lugar del mundo de lo que vosotros habríais soñado. Somos la generación que está aprendiendo cómo quiere ser, qué quiere para su mundo, pero que aún no puede cambiarlo porque vosotros seguís instalados, agarrándoos como garrapatas para que no irrumpamos con nuestras ideas.

Dice usted que tenemos derechos pero no obligaciones, que yo sepa, señor mío, yo tengo tantas o más obligaciones que usted, la primera impuesta por su pensamiento, que es la de demostrar que soy más de lo que usted define. También nos acusa de no tener ideología política propia, supongo que para alguien que ha decidido estudiar un Máster en Comunicación Política, eso suena a chino. Me pregunto si no se referirá a esos jóvenes que asisten a programas de televisión a dejar en evidencia al resto de la generación (programas que su generación ha creado para hacer de las masas, borregos que asienten y que comen basura frente a las miserias de la pantalla). Dígame que no le va genial a su generación, que existan algunos de la mía, dispuestos a consumir su «mierda» sin preguntarse nada más.

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