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Reciclar Madrid

Madrid tiene un problema. Sus habitantes no tienen ni idea de hacia dónde se dirige la ciudad en términos urbanísticos. El pasado miércoles contaba José María Ezquiaga, decano del Colegio de Arquitectos de Madrid (COAM), que «a Madrid le falta una narrativa».

La ausencia de rumbo contrasta con la que tenía Barcelona a comienzos de la década de los noventa. «Casi cualquier ciudadano sabía que la ciudad peleaba por acercarse al mar y por crear áreas de centralidad», explicó durante TRANSFORMINGMADRID, su ponencia en la Semana de la Arquitectura COAM 2015.

La idea de Ezquiaga pasaba por ofrecer algunas de las pautas que él considera primordiales para reducir la hostilidad que la ciudad insinúa en ocasiones. Los últimos años han visto cómo las plazas sustituían el verde por el gris inerte y cómo los espacios públicos convertían a los ciudadanos en elementos hostiles e indeseados.

La recuperación del Madrid vivible pasa, en palabras del arquitecto y sociólogo, por volver a invadir los espacios públicos de la ciudad. Ezquiaga sostiene que no hacen falta grandes inversiones para revertir la situación de la calles invadidas por el tráfico. «Basta con poner ahí a la gente. El espacio público siempre ha sido de la gente».

Foto: @Zuloark

El madrileño puso como ejemplo el caso de Copenhague. La capital danesa era una ciudad invadida por los automóviles en la década de los sesenta. Desde ese momento a la actual arcadia ciclista, el proceso ha visto cómo se sucedían elementos de invasión por parte de peatones y ciclistas, de lucha y tensión y de posterior adaptación.«Los ciudadanos comenzaron la batalla. No fue fácil y empezó con poco. Ahora gozan de un sistema complejo y plural de movilidad», contó.

Reciclaje

Las urgencias de la ciudad pasan, sin embargo, por la rehabilitación de lo que se construyó en la segunda mitad del siglo XX en adelante. Ezquiaga incidió en la atención que se debe prestar a la corona intermedia situada entre las zonas más antiguas del centro de Madrid y las grandes zonas de ensanche a partir de las que se está expandiendo la ciudad en este momento: el ensanche de Vallecas, Carabanchel y el norte de la ciudad. «Debe existir una estrategia estatal de rehabilitación de los barrios construidos el pasado siglo. Los planes generales, muy rígidos tal y como se conciben ahora, son en muchas ocasiones un obstáculo», dijo.
El otro obstáculo es la propia crucifixión del sector de la construcción tras el estallido de la burbuja a finales de la pasada década. «El sector entero fue demonizado tras la crisis. Se dejó de dar un euro al ladrillo. Sin embargo, el reciclaje también es ladrillo y necesita financiación».

Imagen: @JMEzquiaga

El horizonte de la ciudad

Desde las premisas que expuso Ezquiaga, su propuesta es que la política urbanística de la ciudad recupere un rumbo en el que han de existir objetivos inamovibles. «Madrid fue durante muchos años esclava de la dictadura empresarial. En ese escenario, solo importaba crecer y construir. Ahora, Madrid necesita apuestas en base a lo que queremos, a objetivos como la preservación de elementos naturales como la sierra o la conservación de bienes escasos como el agua».

Imagen: @JMEzquiaga

Para el arquitecto, el futuro pasa por «meter el verde en Madrid». La tendencia debería ser la contraria a la que se producía en los años setenta y ochenta, cuando los habitantes de la ciudad se iban a vivir fuera de la misma para acercarse a la naturaleza. En su visión, Ezquiaga dice que «no hace falta construir grandes parques. Es necesario tener pequeños verdes cercanos, verdes de proximidad, porque ya tenemos a la gran naturaleza muy cerca. Han de ser microproyectos pensados globalmente».

El decano de COAM sostiene también que Madrid debe apostar por incentivar la economía de las personas y decidirse a atraer al talento más puntero. «El talento se atrae desde el propio talento. Se trata de personas que tienen afán por compartir el conocimiento». Insistió que este tipo de redes «no nacen espontáneamente. Se forman en un momento determinado», como ocurrió en Massachussets con polos de conocimiento como el MIT o la Universidad de Harvard, «y continúan atrayendo más talento».

Ezquiaga insistió en que la ciudad «debe abrir su planeamiento a la innovación, ha de abrirlo a la gente, devolver el urbanismo y la ciudad a sus habitantes». Los Madriles, una plataforma para indexar los proyectos de autogestión y participación ciudadana, muestra muchos lugares donde ponerse a buscar ciudadanos que se erijan como agentes de cambio. Sin embargo, el arquitecto quiso puntualizar que, si bien la energía presente en esas iniciativas es el combustible para la transformación de la ciudad, no son esos propios proyectos los que conseguirán el objetivo. «Solo pedimos a la instituciones que no pongan obstáculos a estas ideas», señaló.

Mapa de Los Madriles.

Desde el prisma social, Ezquiaga insistió en que «la cohesión social es la clave para hacer una mejor ciudad. Entre otras cosas, la inseguridad está mucho más marcada por la desigualdad que por la pobreza». El arquitecto dijo que es necesario eliminar las barreras de la ciudad, «tanto las visibles como las invisibles. Hay que eliminar muros invisibles que no son fáciles de percibir». Puso el ejemplo de la barrera formada por el Paseo de Extremadura, la M30 en el sur y el este y la carretera de Barcelona. «Bajo esa frontera, por ejemplo, no había hospitales en el año 80».

La integración de los villanos

El arquitecto y sociólogo aclaró la necesidad de asirse al realismo básico que supone «asumir la importancia de establecer una base económica, en la que los grandes elementos de economía financiera estén en contacto con la ciudad». En un momento en el que las grandes figuras del juego económico gozan de escasa popularidad, Ezquiaga puso de relieve la nula relación del poder financiero con el actual Madrid. «El aislamiento de estos agentes es evidente en casos como los de Telefónica, Santander o BBVA. Todos han huido de Madrid y han creado sus propias ciudades aisladas», expuso.

Se da la circunstancia de que en muchos de esos casos, las entidades niegan su relación con la ciudad para replegarse en una vida organizada en la empresa, en pequeñas ciudades construidas de una vez. «Sus habitantes llegan en coche para, ya allí, hacer vida en entornos microurbanos». Para el arquitecto, es necesario que estos actores también participen en el proyecto urbano del futuro.

El mundo ha cambiado

Las necesidades urbanísticas no tienen nada que ver con las de hace medio siglo. América del Norte, Europa y el resto de regiones económicamente estables tienen a cerca de un 85% de sus habitantes viviendo en ciudades, es decir, ya tienen la ciudad hecha. «Por eso, su urbanismo ha de ser el del reciclaje y la rehabilitación».

Las autoridades viven momentos de debilidad a causa de su precariedad económica. La consecuencia de esta circunstancia es o bien la acción a partir de la corrupción o «algo que podría incluso ser peor», según explicó José María Ezquiaga: «la inacción».

El antídoto a esta debilidad pasa, según el decano de COAM, por insistir en la importancia del diseño de las ciudades y del planeamiento como «un pacto necesario entre ciudadanos y administración». Aclaró que, en cualquier caso, el planeamiento convencional es una herramienta insuficiente y expuso el peso que han de tener las normas y la gobernanza en la gestión de las ciudades.

Imagen: @JMEzquiaga.

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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