Categorías
Ideas

Permiso para hablar: el poder visibilizador de los referentes públicos

Estamos en la era de la libertad de expresión. Ahora se puede hablar de todo lo que se quiera y más importante aún, cuando se quiera. No hay límites a simple vista. Las redes sociales se hacen eco de nuestra voz, llevando y amplificando nuestra palabra a un nivel que nunca hubiéramos soñado.

Cada día nos encontramos en nuestros teléfonos móviles cientos, miles de post, stories, vídeos, donde personas anónimas comparten sus historias de vida, sus anécdotas, con los demás. Los medios sociales se han convertido en el perfecto altavoz para hacerse oír; para defender nuestras creencias o simplemente para compartir nuestras vivencias, sin una intención superior. Y es que hablar para los demás, hoy parece fácil. Un acto que hacemos todos los días y al que no damos mucha importancia en la mayoría de los casos. Solo hay que coger el móvil, conectarse a una red social y hablar.

Pero esto que, para la mayoría de nosotros, forma parte de lo cotidiano, para otros se convierte en ciencia ficción. Por muy raro que parezca, hay muchas personas que no pueden hablar con libertad, que viven literalmente amordazadas. Y no nos referimos a la gente que vive en zonas donde la libertad de expresión está limitada o restringida por motivos políticos o religiosos.

No, nos estamos refiriendo a gente que vive aquí, en nuestro país, en nuestra ciudad, y que probablemente algunos de ellos, sean nuestros vecinos de la puerta de al lado. Miles de personas que no disfrutan de la posibilidad de hablar abiertamente. Personas que no pueden contar o compartir sus historias, sus vidas y sentimientos, porque el mero hecho de hacerlo les señalaría, aislándoles del mundo. Y ante esa posibilidad, prefieren callar, viviendo su vida en el más completo de los silencios.

Porque hay temas que, como si de una faringitis común se tratara, nos hacen perder la voz. Temas de los que no queremos o no podemos hablar, que se enquistan en la garganta, como ocurre con algunos diagnósticos como el VIH. Temas tabúes, prohibidos, que avergüenzan. Y de los que, en muchos casos, no se habla ni siquiera con el núcleo más cercano, con aquellos que nos tienen que apoyar incondicionalmente.

Porque las consecuencias de alzar la voz son impredecibles. Y ante el miedo al rechazo, al cuestionamiento, ¿cómo es que tienes VIH?, ¿qué hiciste para contagiarte?, callar se presenta como la única respuesta. Un silencio que todo lo llena, opresivo, que sumerge al que lo practica en la más profunda oscuridad.

Sin embargo, hay un antídoto para esta afonía social que sufren muchos, los denominados referentes públicos. Individuos que gozan del reconocimiento social que, como un escudo protector, les permite sacar a la luz los temas que están sumidos en la oscuridad.

Estos personajes públicos han destapado grandes temas como la salud mental, la homosexualidad, los trastornos alimenticios, el cáncer, el consumo de sustancias prohibidas y un largo etcétera del que, en algún momento, la sociedad se ha avergonzado y ha acallado. Pero su testimonio valiente ha logrado lo que miles de voces anónimas han sido incapaces de hacer, lograr la visibilización de estas temáticas; y más importante, su normalización y aceptación en nuestra sociedad.

Porque la voz de los referentes es mágica. Tiene el poder de hacer visible lo que era invisible. Voces que se elevan por encima del resto, que defienden su existencia. Pero para que esta magia se produzca se necesita otro ingrediente, los medios de comunicación. Solo cuando estos se hacen eco de este tipo de noticias la voz de las minorías se proyecta más allá de sus círculos de confianza.

El rol de los referentes sociales es vital para que la sociedad avance y saque a la luz temas que nos hacen más diversos, más tolerantes y, sobre todo, más humanos. Porque una sociedad justa no debería anular a los colectivos que se salen de lo que se considera normativo.

Pero, a la vez, es triste pensar que, sin la existencia de estos referentes, a los medios de comunicación les cuesta hacerse eco de las historias que afectan a miles de personas anónimas. Porque lamentablemente no todas las voces valen lo mismo; el anonimato invisibiliza, mientras que los referentes sociales visibilizan.

En un mundo perfecto y, el nuestro dista mucho de serlo, todas las personas deberían tener el mismo derecho a hablar y a mostrar su realidad, sin miedo al prejuicio y al silencio. Porque todos tenemos una voz, que tiene todo el derecho a ser escuchada, sin límites.

Raquel Espantaleón es directora de estrategia en Sra. Rushmore.

Por Raquel Espantaleón

Raquel, directora de estrategia de Sra.Rushmore, lleva 27 años trabajando como consultora de marca en agencias creativas. Pero lo que de verdad le apasiona es descubrir los misterios del funcionamiento de la mente humana: cómo pensamos y cómo tomamos decisiones. Entender qué escondemos en nuestras cabezas. Por eso es una apasionada de la economía conductual, que ha llevado al extremo, estudiando un máster en Perfilación Criminal e Inteligencia Emocional, para entender cómo funciona la mente de los asesinos en serie.

Tiene una especial fijación con la dinastía XVIII egipcia y con Akhenatón, que fue el primer faraón que cambió el culto a un solo dios, Aton, el dios sol. Este se dice que fue el padre de Tutankamon y marido de Nefertiti.

Salir de la versión móvil