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Relatos ortográficos: ¿Por qué lleva tilde ‘bíceps’ si es llana y acaba en s?

Se lo habían advertido por activa y por pasiva: «Amiga, date cuenta, este hombre no es lo que parece». Pero ella, cegada por el amor, se negaba a ver la realidad. El que ella creía el amante perfecto la colmaba de mimos, de regalos y de intensas sesiones de sexo apasionado y desinhibido, que a ver quién era la guapa que se resistía. Siempre con la palabra perfecta que necesitaba escuchar en cada momento, con la mirada dulce y entregada de quien ve a otra persona como el sueño cumplido, y con un cuerpo musculado lo justo para no empalagar.

Y, por si fuera poca perfección, el buen mozo cocinaba, planchaba y se encargaba de las tareas de la casa sin necesidad de que ella le recordara que en aquel apartamento vivían dos. «¿Y eso te parece que lo hace un hombre normal?», le insistían sus amigas para que abriera los ojos. «¡Pues claro que no es normal!», se defendía ella, «¡es perfecto!».

Lo cierto es que, desde que aquel hombre había entrado en su vida, era una mujer inmensamente feliz, así que sus amigas, que la habían visto lidiar con una depresión unos meses antes, decidieron no volver a comentar nada de esto con ella y acordaron seguir pagando la suscripción a Hombreperfectos.com, aquel estrambótico fabricante de muñecos sexuales que lo estaba petando entre las solteras del mundo. ¿Para qué sirve, si no, la amistad?

Nada es lo que parece, eso es algo que todos debemos aprender si no queremos que nos la den con queso (o con bitcoins, si nos queremos actualizar). Tampoco lo es la palabra bíceps, que, a pesar de ser una palabra llana acabada en s, lleva tilde.

¿Y cómo es esto posible?, se preguntará vuestra mente inquieta y ávida de conocimiento. Pues porque no acaba exactamente en s, sino en ps, es decir, un grupo consonántico. Y en español, nos recuerda la RAE, llevan tilde las palabras llanas terminadas en más de una consonante, aunque la última sea una s. Lo mismo que les ocurre a cómics, cíborgs, wéstern, récords o referéndums.

Y, en el lado opuesto y por la misma razón, tampoco llevarán tilde las palabras agudas que acaben en grupo consonántico, como esnobs, tuaregs, anoraks e icebergs.

Y ya estaría.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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