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‘Retícula cobarde’ o cómo mandar a la mierda lo que no te gusta del curro

Por mucho que te guste tu trabajo, hay momentos en los que explotarías y lo mandarías todo a la mierda. Pero si tu naturaleza no es violenta, qué mejor que recurrir al sentido del humor y a la ironía para lanzar pullitas contra lo que no te emociona del curro y liberar, así, tensión.

Retícula Cobarde podría ir de eso, de soltar lastre negativo con respecto a una profesión con claros (muchos) y oscuros (menos). «La idea surge casi de manera espontánea a partir de conversaciones con amigos de profesión en los eventos de postín», explica Andrés Requena, director del estudio creativo Requena Office.

 

«Es una forma cómica de evidenciar o dejar al descubierto ciertas dinámicas del sector. Pertenecemos a una disciplina con luces y sombras, donde a día de hoy, aún hay temas esquivos o directamente tabú que solo se debaten en corrillos, como los viejos del pueblo jugando al mus con el carajillo».

El proyecto es cosa de todos los que componen el equipo de la agencia, incluido el propio Requena. Lo del nombre también tiene su explicación (y no, no tiene que ver con Chiquito): «En diseño la retícula goza de mucha fama y es muy respetada, pero a mí la retícula me cuadricula, me limita, prefiero a ojo, voy a tope. La retícula es, de algún modo, como la red de seguridad del equilibrista, de ahí «Retícula cobarde”».

Más que una forma de encauzar los malos rollos del día a día en la agencia (mejor recurrir a eso que no a los ansiolíticos o a algo más fuerte), «se trata solo de un juego con situaciones exageradas, aumentadas y llevadas al esperpento como forma de burla satírica. Intento olvidar mi posición, o mi opinión, para adoptar tonos diferentes. A veces me pongo en el lugar de un cliente, de un proveedor, de un estudiante o de alguien totalmente ajeno al diseño».

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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