Si eres realizadora y animadora de stop motion, lo normal es que cuentes tus historias mediante esta herramienta. Si eres poco amiga de los paños calientes, es perfectamente entendible que la narrativa vaya a degüello.
Si eres las dos cosas, como ocurre en el caso de Lula Gómez, el resultado es Eres una caca, una serie que aborda algunos de los capítulos más cotidianos del machismo que sufren todas las mujeres. Gómez explica que «como no soy académica, no me imaginaba haciendo algo serio, dando lecciones. Y como soy animadora de stop motion y me encanta el humor como herramienta, hice clic ahí y todo tomó forma». Directa al meollo.
El proyecto, que se autodefine como una serie «que reparte justicia feminista», se organiza en breves capítulos semanales que reflejan comportamientos que muchos hombres (y no menos mujeres) tienen como normales. Sin embargo, no son más que conductas inasumibles que se han aceptado como costumbre desde hace siglos.
Las historias de Gómez repasan mucho de lo que vemos en cualquiera de nuestros entornos. Si vigilas el móvil de tu pareja, eres una caca. Si te molesta el #NiUnaMenos, eres una caca. Si eres de los de «que no me entere yo que ese culito pasa hambre», eres una caca.
La animadora argentina afirma que fue «educada en el más rancio machismo y hace unos años empecé a tomar conciencia real de la opresión que sufrimos como mujeres. Vi mujeres brillantes asumiéndose como feministas y alentándonos a todas a entender la necesidad de hacerlo».
[pullquote]Alrededor de un 30% de las adolescentes sufren la vigilancia de sus dispositivos móviles por parte de sus parejas y muchas de ellas y sus propias parejas lo asumen como normal.[/pullquote]
De ahí a comenzar a hacer algo solo hubo un paso: el que consistía en conceptualizar cómo contar las historias. «De alguna manera supe que era mucho mejor llamar a la serie Eres una caca que Eres una mierda. Aunque los protagonistas son mierdas hechas y derechas, el no-insulto, el llamarles cacas, cantadito con una voz suave y amable, peta más el cerebro machirulo que el insulto que esperan para desplegar más aún toda su mierda», explica Gómez.
Lula Gómez lleva tres escasos meses con el proyecto y la cosa le ha explotado en las manos. Más de 40.000 personas siguen las andanzas de las caquitas en Instagram y, sorprendentemente, las hordas antifeministas no han comenzado con el acoso masivo (aún). «Sospecho que tiene que ver con lo que contaba sobre el título de la serie. Me imagino conversaciones internas del machirulo aludido: «¡Qué caca más linda! Encima piensa como yo. ¡Qué fenómena! Huy, pero la pisan, serán feminaz… ¡Oooh, qué linda cancioncita! ¿Me enfado o no me enfado?»».
En cualquier caso, el encuentro con la jauría es un fenómeno intrínseco a la feminista que trata de contar una historia en internet. La reacción de Gómez ha pasado de la indignación a la indiferencia. «Ahora no pierdo ni diez segundos explicando nada a ningún machista. Me río un rato de ellos y los mando a Google o a la mierda, depende del grado de virulencia que tenga el tipo. Y si insisten, bloqueo. Es lo que les aconsejo hacer a todas las que me siguen: no pierdan tiempo ni energía en energúmenos, úsenlo en hablar entre ustedes, conocerse, leer, dibujar o pensar ideas».
Gómez es paciente y mantiene un hilo de esperanza aunque, a día de hoy, aún desconfíe de que la situación cambie y «lo vea chungo». La visibilización del feminismo en redes ha provocado a la vez una respuesta de los defensores del patriarcado, reaccionarios por definición.
La argentina confía en que, en no mucho tiempo, la mayor parte de personas que ahora son machistas se avergonzarán de ello. El camino es, sin embargo, largo e intrincado. «Pienso en otras luchas, como la del pueblo afroamericano, y aunque han ganado muchos derechos y ser racista finalmente se instaló como algo negativo y de lo que avergonzarse, racistas sigue habiendo muchísimos. En el día a día, la discriminación que afecta a lo privado y lo público es evidente», cuenta. «A nosotras, siendo la mitad de la población mundial, todavía ni siquiera se nos acepta nuestra lucha como legítima».