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La Mecha: Periodismo universitario bipolar

— ¿Por qué no montamos una revista el año que viene?
— Vete a la mierda y déjame dormir.

Así prendió La Mecha, en una madrugada de un viaje a Montpellier en la que, por falta de dinero, dos chavales decidieron dormir en el coche. El insomnio, con sus mañas habituales, urdió una conspiración. Fue Carlos Barragán, universitario y actual director de la revista, quien lanzó la idea. Al día siguiente, su compañero de viaje, Ángel Plasencia, ya menos somnoliento, se entusiasmó con la propuesta.

Era el verano de 2015, pero al comienzo del curso reunieron un equipo de siete amigos. Todos estudiantes y con los 20 años apenas cumplidos. En unos pocos meses, surgió La Mecha, una publicación gratuita que se reparte en las cuatro universidades públicas madrileñas. El proyecto se ha ido pergeñando motivado por una terquedad de periodista en plena hambruna.

Para conseguir buenas entrevistas, le pisaron los talones a Juan Carlos Monedero hasta que no le quedó más remedio que agachar la cabeza y dejarlos pasar a su despacho; también cortejaron a la jefa de prensa del ayuntamiento hasta que Manuela Carmena los metió en su agenda con calzador, saltándose la lista de espera. Luego vinieron rodadas Cristina Cifuentes, Andrea Levy o Alberto Garzón.

Uno de los motivos por los que se entregaron al proyecto fue el olor a muerte intelectual que, a veces, paradójicamente, expelen las facultades universitarias. «La universidad es un cementerio de ideas. Nuestra carrera está siendo una pérdida de tiempo. No queremos aprender cosas que no tienen sentido práctico, queremos hacer periodismo», se queja Barragán. Los integrantes de La Mecha llevan meses sin acudir a clase y, ahora, deben examinarse de asignaturas que ni siquiera conocen: «Dedicamos la vida entera a la revista».

«Decidimos montar una publicación que no veíamos en ningún lado. Una revista de política, sociedad y cultura. El único contenido que se repartía por todas las universidades era el 20 Minutos, además de los panfletos políticos. Los únicos que se organizaban para hacer información era la gente con ideas más radicales», recuerda Barragán.

Querían imprimir 3.000 ejemplares al mes y necesitaban dinero, al menos 4.000 euros. Se presentaron a una beca del Matadero y ganaron un asesoramiento de tres meses que les sirvió para montar una campaña de crowdfunding en la que acabaron recogiendo más fondos de los solicitados.

Cuando se reunieron para concretar la idea de La Mecha, se les ocurrió crear un magazine bipolar. Sustituyeron la contraportada por otra portada. Cada número se divide en dos mitades, la Sobria y la Ebria. «La primera son entrevistas, reportajes, análisis y editorial; la segunda, humor, relatos, ilustración y necrológicas políticas. Con esa parte intentamos atraer al público universitario para que luego se interese por el contenido político, social y cultural», explica.

Cuando Carlos Barragán habla del proyecto desprende prudencia y ganas a partes iguales, continuamente mira de reojo a su inexperiencia igual que quien vigila a una fiera. Es muy consciente de sus 20 años, se refiere a ellos como si fueran una limitación y luego habla de Thomas Mann o de literatura rusa.

Al planear La Mecha, se enfrentaron a dos estigmas del periodismo del siglo XXI: los jóvenes ya no leen y el papel ha muerto. «Nos decían que cómo se notaba que teníamos 20 años, que editar en papel iba a ser una catástrofe, pero si hemos alcanzado cierto éxito ha sido gracias a él».

Para tratar de sortear el otro problema, el de que el cerebro de la juventud se ha ido adaptando a la talla de un tuit, se concentraron en escribir con un estilo rápido y ágil, y en confeccionar unas entrevistas que no fueran vástagos acomplejados de las que publican las grandes cabeceras. «Entrevistamos a políticos que salen todos los días en los medios, que no paran de hablar y de repetir lo mismo. Comprendimos que no les íbamos a sacar ninguna exclusiva, que teníamos que hacer entrevistas distintas», cuenta el director.

Sin embargo, al mismo tiempo, se negaban a caer en otra debilidad universitaria, el elitismo intelectual. «No queríamos preguntarle a Garzón sólo sobre el populismo teórico; puede ser interesante, pero lo tiene que entender la gente». «Si tú haces algo muy bueno y nadie te lee», matiza, «no es muy bueno, es una mierda».

La edad de los mecheros no ha supuesto una traba para que los entrevistados los tomaran en serio. «Al final, se olvidan de tu juventud o se alegran de ver a alguien tan joven haciendo estas cosas. En el trato hay de todo. Esto va a sonar raro, pero cuanto más a la derecha, mejor nos tratan. Pensábamos que los partidos de la nueva política serían los más receptivos y luego han pasado más de nosotros».

No obstante, el contenido político sólo es una parte del invento. Se vuelcan, por otra parte, en publicar temas propios, en hablar con personajes que puedan mover el interés de los alumnos. Han publicado textos como Tras el follaje, abordando el mundo del cruising; una entrevista a Hala Doudieh, la primera refugiada siria que vino a España a estudiar; o un reportaje sobre José Cesteros, el hombre que recorre Madrid con su triciclo atestado de bombillas.

Con cada nuevo número, el equipo dedica una semana a merodear por las facultades para abordar a los estudiantes, explicar el proyecto y ofrecer ejemplares. Se han aliado con algunas librerías de las universidades para que les ayuden en la distribución. A fuerza de escarmentar, han ido entrenando el ojo. El objetivo es que el dinero y el esfuerzo no acaben hechos una pasa periodística por las papeleras del metro. «Nos fijamos en los gestos, en cómo hablan, en si llevan algún libro o en qué facultad estudian».

La ideologización del alumnado provocó que muchos rechazaran el número en que salía Cristina Cifuentes. Los estudiantes le miraban con un ojo guiñado, recordaban la primera edición de la revista con la entrevista a la alcaldesa de Ahora Madrid y se extrañaban. ¿Pero, bueno, de qué ideología sois? «La gente joven es muy de izquierdas, nosotros no somos de derechas, pero luchamos contra la idea única de la universidad. Cuando intentas escribir con pluralidad, los más suspicaces te tachan de lo que no eres».

Sin embargo, la existencia de La Mecha no está garantizada. De hecho, en el último número publicaron su propia necrológica… aunque ya están diseñando un plan para financiarse en 2017 a través de publicidad: la línea roja es la gratuidad. El proyecto no ha recibido atención por parte de la institución universitaria. «A pesar de que, probablemente, nos conozca la mayoría de los estudiantes, nadie nos ha llamado para preguntarnos qué estábamos haciendo. Algunos profesores se quejan de que los alumnos no van a clase a aprender, pero les enseñas una publicación seria y no se interesan», lamenta Carlos Barragán.

Por Esteban Ordóñez Chillarón

Periodista en 'Yorokobu', 'CTXT', 'Ling' y 'Altaïr', entre otros. Caricaturista literario, cronista judicial. Le gustaría escribir como la sien derecha de Ignacio Aldecoa.

4 respuestas a «La Mecha: Periodismo universitario bipolar»

«Estilo ágil y rápido». Vamos, otro medio para apuntalar el pensamiento ‘fast food’. Gracias por vuestra contribución, espero que se os recompense con alguna subvención por parte de la universidad.

De Antemano, ¡enhorabuena!. Como buen trastornado bipolar (tipo I), cuando practicaba el periodismo en episodios maniacos, siempre salía despedido por «claridoso», etc. Ahora, con 64 años cumplidos me di el lujo de escribir mi ‘Bio eBook’ de título Bipolario. Se encuentra en el ciberespacio literario de Amazon/español. ¡Ánimo y, Joder, sí, a joder!

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