¿Ves sus dibujos en todas partes? No es casual. Ricardo Cavolo lleva tiempo instalado en la élite del muralismo y la ilustración española con un estilo fabricado a su medida, pero este no siempre le rentó: «Yo he sufrido mucho hasta llegar donde estoy ahora porque el arte en España es muy jodido, casi misión imposible; sobre todo si no tienes ningún tipo de enchufe, como es mi caso. Sufres en el sentido de que si quieres hacer el camino a tu manera, con tu estilo, con las cosas en las que tú crees y tus historias personales, es más complicado que si tratas de adecuarte a lo que suele gustar en la sociedad», opina el artista.
La personalidad de su pincel es justo lo que ha logrado que Skoda le haya buscado para dar su visión del nuevo modelo Karoq. Arropado por la consigna «A tu manera», el artista salmantino ha pintado un mural en el metro de Barcelona (estación de María Cristina) con todo lo que le sugiere la palabra viaje. Aparecen en él elementos reconocibles de su obra: ojos superpuestos, llamas, soles, caras sonrosadas; todas las imágenes que le han servido para conquistar una voz pública en el escenario del arte plástico nacional.
Mientras se limpia las manos llenas de pintura, Cavolo cuenta que durante los primeros pasos de su recorrido profesional fue perdiendo trabajos por querer llevárselos a un terreno propio e intransitado. Exigente. Una aparente testarudez que, sin embargo, terminó resultando un acierto en la medida en que hoy nadie pierde medio minuto para explicarle cómo debe pintar un mural. «Quien me llama hoy es porque quiere lo que voy a proponer, y eso, en parte, se lo debo al concurso de portadas de Yorokobu», explica tímidamente pidiendo perdón por el agasajo. «Una de las primeras cosas que puso mi estilo en el mapa fue ese concurso».
El estilo del que habla, la forma de hacer las cosas, funciona un poco como imitación del carácter: después de tantos y tantos esfuerzos en la forja del autodescubrimiento, cuesta horrores introducir modificaciones, nervio si uno es pasivo, brillo si uno es monocromo, etc. Y aun con eso, siempre hay resquicio de duda: «¿Me cuestiono mi estilo? Claro, y malo sería que no lo hiciera. No es que esté analizándome constantemente, pero a veces veo cosas que no me gustan y entonces procuro alejarme de aquello que no va tanto conmigo. No hago una revisión constante, pero soy crítico. He de serlo», resuelve Cavolo.
Tal vez haya titubeado en alguna ocasión; no lo hará en este mural del metro Maria Cristina. Ricardo escucha rap –empieza con Kanye West y de ahí viaja a otros raperos– a la vez que avanza en su obra con la precisión de un relojero («antes de empezar sé cómo quedará, cómo lo haré y cuánto tardaré»). A su alrededor, Barcelona. Tránsito de pasajeros recorriendo el hall del suburbano catalán, gente que ralentiza el paso y mira de reojo y otros que se detienen dos segundos para seguidamente arrojarse –de nuevo– a la sopa de su pensamiento. Hay quien pregunta: «¿Cómo se llama ese que está pintando?». Y hay quien lo sabe, como un chaval que dice haber salido de casa solo para fotografiarse con su ídolo.
El trasiego en torno a un pintor no se da con asiduidad, pues este arte acostumbra a reservarse el espacio de lo íntimo. Aquí, sin embargo, hay algo de performativo: el muralista se enfrenta a su obra y a su público, todo a la vez. ¿Cómo se lleva con semejante escrutinio? «Con mucha naturalidad, no tengo ninguna especie de miedo escénico. Sé que el 99% de la gente que se para delante es porque le gusta o le interesa, por tanto es buena energía la que notas de quien va pasando. Cuando estás en un mural grande y ves a gente que camina por debajo de la grúa, casi siempre te gritan halagos, porque son personas que va a convivir con tu obra durante los próximos meses».
Su obra, su manera: volvamos a ella, a cómo un artista dibuja el trazo de su destino. En la pintura, ¿hay que probar de todo? «Yo he probado otras cosas alejadas de lo que suelo hacer, pero las pruebo en mi estudio y a modo de ejercicio, no de obra. Pese a que me gusta experimentar en otros ámbitos, después de varios años de carrera voy sabiendo de qué manera quiero que evolucione mi trabajo. No lo ves en el momento, pero son pequeñas cosas que funcionan y que las incorporas poco a poco. Ya no hago un trabajo un día y lo contrario al día siguiente».
¿Ni siquiera por dinero? ¿Modificaría Cavolo su forma de hacer las cosas si un cliente viene y se lo pide? «No. No lo hice ni cuando faltaba comida en el plato; es pan para hoy y hambre para mañana. Podría pintar cosas realistas porque tengo formación para ello, pero no es mi discurso. De cualquier modo, durante los primeros años de mi carrera, si venía algún cliente despistado, lo rebotaba a un colega que estuviera especializado en aquello que me pedían. Así también hacía un favor a mi compañero o compañera; los artistas tenemos que cuidarnos entre nosotros».
Antes de recoger sus pinturas, tras más de siete horas de trabajo, el autor de Periferias se despide reflexionando sobre la imagen del Skoda Karoq que le devuelve ese espejo recién pintado en la pared: «Un mural hecho para un cliente no dice tantas cosas de mí. Donde sí me veo 100% es en las obras que hago a título personal, en ciertos murales o en los cuadros que dibujo para mis exposiciones. Ahí se ven todos los rincones de mi cabeza actual, y han de verse nítidos porque la obra es consecuente con lo que has sido tú durante los últimos meses o años. Si pudiera hacerla a ciegas, me reconocería en ella igual».
¿Quieres dibujar un mural a tu manera? Hasta el 17 de abril, ŠKODA lanza un concurso para que ilustradores amateurs aporten su propia visión del nuevo KAROQ. Más información aquí.