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Ricardo Martínez dibuja animales y otros políticos

Detrás de la meticulosidad que define las ilustraciones de Animal ilustrado se esconde la sencillez de un hombre calmado. Ricardo Martínez lleva más de 40 años dibujando ilustraciones, cómics y viñetas. Y casi 30 años trabajando como humorista gráfico en el diario El Mundo. ¿Quién no recuerda a Goomer, aquel terrícola que vivía entre extraterrestes?

«Disfruté mucho los veintitantos años que estuve dibujando Goomer», explica Martínez a Yorokobu. «Siempre tuve pasión por la historieta –lo de las caricaturas políticas es otra historia—. Me paso más tiempo pensando en el tema y el guion que estoy dibujando. Lo mejor de todo es la ilustración. Tienes más tiempo para documentarte, para buscar un diseño atrevido… y luego está el placer de “esculpir” las ilustraciones escuchando música clásica. Es lo más cercano al paraíso de un ilustrador».

Animal ilustrado es su primer libro y el primer título de la colección Pantone creada por Libros.com, una joven editorial que se caracteriza por publicar todas sus obras mediante crowdfunding. Fueron ellos quienes contactaron con Ricardo Martínez para publicar la obra.

«Publicar un libro de estas características en España es muy arriesgado», explica el veterano ilustrador. «A mí me encantó el entusiasmo que pusieron en el proyecto tanto la gente joven de la editorial, que son expertos en el uso de las redes sociales, como Julio Rey, que dirige la colección Pantone. Él es también mi guionista en las ilustraciones que publicamos los domingos. O como Rodrigo Sánchez, que es el mejor director de arte que he conocido, y he conocido algunos excepcionales», continúa para explicar la génesis del proyecto. «Se formó una tormenta perfecta de entusiasmo, dedicación y cariño en el libro que jamás hubiéramos conseguido con una editorial convencional».

Las 200 ilustraciones que componen este libro están realizadas con la técnica del scratchboard. Martínez la descubrió cuando trabajaba para un diario norteamericano. «Estaba en The Miami News. Los periódicos americanos empezaban a utilizar el color en sus páginas, pero el blanco y negro continuaba siendo mucho más fiable», cuenta.

«El scratchboard es la técnica perfecta para el blanco y negro, porque como partes de un lienzo en negro del que vas arañando líneas en blanco, el resultado final es más oscuro, más sólido que si lo haces con un papel blanco y lo llenas de líneas negras», indica.

A priori, llama la atención que una técnica tan laboriosa en apariencia pueda ser compatible con algo tan inmediato como el periodismo y la información. Pero Ricardo Martínez tiene su método de trabajo.

Asegura que no es una técnica tan lenta como parece. En un principio, tardaba tres días en terminar una ilustración. Cuando pasó a formar parte de la plantilla del The Miami Herald, ese plazo se redujo a dos días. Tiempo que aún se acortó más cuando pasó a trabajar para El Mundo, donde solo tenía un día de margen para dibujar.

No le quedó más remedio que ingeniárselas para asegurarse acabar a tiempo los trabajos. «Llegué a hacer un planning de trabajo: media hora para cada ojo, media hora para la nariz, un cuarto de hora para la oreja… Al final la actualidad te dinamita un poco todos tus planes y solo se trata de correr para intentar entregar la ilustración a tiempo».

Algunas de las ilustraciones de Animal ilustrado fueron publicadas en distintos medios: en El Mundo y sus especiales, y en piezas publicitarias. Otras son inéditas. Rinocerontes, tigres, elefantes, dinosaurios… desfilan por sus páginas con un nivel de detalle tal que parecen reales, ya sean reproducciones exactas o animales humanizados. Y en muchos de ellos se deja ver el fino sentido del humor de su autor.

«Las que hago para El Mundo no me pueden llevar más de un día. Así es el periodismo, pero hay otras ilustraciones en el libro que he hecho para revistas estadounidenses y, sobre todo, las grandes ilustraciones, que me llevan muchísimo más tiempo», afirma. «Estos originales miden cerca de un metro de largo y a veces puedo tardar meses en acabarlos».

Elegir qué animales aparecerían en el libro fue tarea fácil, según cuenta: «Los animales serían lo más importante. Podría haber políticos, pero siempre y cuando hubiera algún animal en la ilustración. Y solo dibujos hechos con scratchboard».

La pasión de Martínez por el mundo animal viene desde que era niño. Sus padres le regalaron un álbum de cromos de animales que le fascinó. Pero como tardaban mucho en salir, el pequeño Ricardo decidió dibujarlos él mismo. El resultado de esa obsesión infantil es este libro.

Para Martínez, un día de trabajo empieza leyendo la prensa. Come en casa, duerme una siesta de 20 minutos y después busca el tema sobre el que versará su chiste. «Pienso en el guion y por último lo dibujo. Cuando hago una ilustración es diferente. Una vez que sé el tema que voy a ilustrar y ya tengo hecho el boceto, pongo música y me pongo a raspar el papel».

Todo es válido en el arte para este ilustrador. Tanto si lleva un mensaje implícito como si solo pretende despertar emociones. Pero matiza: «A mí me gusta por encima de todo ver calidad de dibujo, pintura y técnica. Los mensajes me gustan lo más sutiles posible».

A pesar de las circunstancias políticas y económicas del momento, Ricardo Martínez ve buena salud en el panorama de la ilustración española. «Hay ilustradores excepcionales en España», afirma con rotundidad. «A veces no entiendo cómo es posible que en estos tiempos que vivimos con tanta crisis y tantos problemas salgan tantos ilustradores e ilustradoras tan especiales».

Trabajador incansable, asegura estar siempre ideando algún nuevo proyecto. Sigue con su trabajo en El Mundo y con su manera pausada y sencilla de hacer las cosas. No hay prisa. Las prisas no son buenas. Hay que trabajar y no rendirse. Quizá ese sea el secreto. «Ahora quiero hacer una gran ilustración con un jaguar, pero no consigo dar con una idea que me satisfaga». Tiempo al tiempo.

 

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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