Sonríe y no te pongas tan intenso

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Te estás tomando demasiado en serio. Hubo un tiempo en el que no existía Twitter y las opiniones públicas eran más caras. Esto tenía una ventaja: no cualquiera podía emitir la suya. También tenía un inconveniente: no cualquiera podía emitir la suya.

A efectos prácticos y en general, para ser un líder de opinión uno tenía que arrogarse de cierto conocimiento y autoridad acerca del tema sobre el que hablaba. Cuando no era así, la cosa cantaba más que un pasaje de Guerra y paz en Mujeres, hombres y viceversa.

El problema de que todo el mundo tenga una opinión y nadie tenga mucha idea de cómo emitirla con autoridad es que el opinador vive en un estado de necesidad continua de ser aceptado por la audiencia. Hay una cosa muy difícil de aceptar: en el 99,9% de los casos tu opinión no le importa un carajo a nadie y esta columna es un ejemplo palpable. Así que deberías comenzar a plantearte lo de no ponerte tan intenso ni tan enfurruñado con todo bicho viviente.

El truquiconsejo de hoy consiste en copiar (copiar está bien si sabes a quien copiar) al físico Richard Feynman. Feynman era una eminencia en un asunto tan inabordable como la física cuántica y no se daba esos aires que te das tú en Twitter.

De hecho, como casi todo el mundo, tenía sus mierdas, algo que en pleno siglo XXI cuesta de aceptar en el prójimo, pero nada cuando al que se tiene en cuenta es a uno mismo. El estadounidense era asiduo –adicto es la palabra que se suele utilizar cuando se describe su conducta– a los locales de strip tease, donde desarrollaba sus teorías mientras se tomaba un 7Up fresquito.

Para compensar, sabía tocar los bongos (¡toma ya!), se peleaba en los bares y se libró de combatir en la Segunda Guerra Mundial por «deficiente mental». ¡Ah!, también ganó el Premio Nobel de Física, entre otros muchos hitos vitales.

Esta historia tiene una moraleja: cuando escuches un argumento a alguien, infórmate de si ese alguien tiene bagaje intelectual suficiente como para poder defender racionalmente lo que propugna. Vale, puede que ese alguien sea adicto a los bares de top-less. Al fin y al cabo, nadie es perfecto, pero que al menos sepa de lo que habla.

David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más). Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno. También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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