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Por fin una clínica en la que no da miedo ir al dentista

RIGI

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Acudir al dentista es una experiencia aterradora para muchas personas. El torno, la anestesia y hasta el precio son razones suficientes para que la revisión anual se retrase un poco más porque, quien dice anual, dice cada tres años. O cinco.

Tal es el pavor que genera el dentista que para muchos es el patrón a la hora de medir el grado de miedo, asco o desagrado que produce cualquier otra actividad cotidiana.

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Conscientes de esta situación, cuando el estudio shanghaiano de arquitectura RIGI tuvo que renovar el interiorismo de una clínica dental, decidió cambiar por completo el concepto que se tiene de ese tipo de lugares. Frente al espacio frío y aséptico, RIGI decidió crear un ambiente agradable, divertido y que, en lugar de rechazo, invitase a entrar y quedarse.

«A la hora de desarrollar sus proyectos, RIGI Design intenta tener siempre presente el punto de vista del usuario. Comprender cuáles son sus necesidades para lograr hacer un mejor diseño, porque un mejor diseño puede lograr transformaciones positivas en la vida de la gente», explica Rita Chow, responsable de comunicación de RIGI.


El reto al que se enfrentaba RIGI era desterrar de la mente del usuario las experiencias traumáticas vividas en las clínicas convencionales y generar un sentimiento de confianza hacia el lugar y sus profesionales que, al fin y al cabo, están ahí para mejorar su salud.

«El diseño debía generar un entorno acogedor que permitiera reducir la ansiedad e inseguridad que provoca el tratamiento odontológico. Eso había que hacerlo desde la entrada hasta las consultas. Para ello se creó un mostrador de recepción amplio y abierto que permitía ver cómo trabajaba el equipo de la clínica», comenta. «Además, diseñamos una zona infantil que transmite a los pacientes la idea de que la clínica también se preocupaba por sus hijos. Para los adultos creamos una zona de espera con una gran mesa de comedor en la que pueden sentarse a hablar o estar tranquilos, pero arropados y en un entorno agradable».


Todo ello se completó con una zona de laboratorio y esterilización diáfana que nunca queda oculta por los revestimientos de cristal, que permiten verla desde fuera, y una señalética que descartaba las convencionales placas en las puertas de las consultas y apuesta por números y líneas pintados en el suelo a modo de guía.

«RIGI quería que los visitantes se sintieran como en su casa porque, como en una casa, dentro de la cínica también resuelven problemas que surgen en el día a día», explica Chow. «De la misma manera que se hace en una casa, para llegar a esas soluciones se emplearon tanto métodos de análisis racional como soluciones puramente emocionales referidas al tamaño del mobiliario, las relaciones de escala entre las diferentes piezas, la elección de los materiales, los colores y, en último término, cómo se integra todo eso en el espacio y cómo se percibe por el usuario».


La respuesta de los usuarios parece indicar que el trabajo de RIGI ha sido más que acertado. Además de llamar la atención del sector de la salud, el proyecto de la clínica ha hecho que empresas vinculadas al diseño relacionado con niños se pongan en contacto con el estudio para encargarles nuevos trabajos.

«El diseño permite romper las fronteras de lo tradicional, de lo aceptado, pero ese proceso debe realizarse a través de la reflexión, en el análisis y teniendo siempre en cuenta el momento histórico y social en el que nos encontramos, porque en ocasiones puede que no sea el momento adecuado de romper ciertas reglas y que haya que esperar al futuro».

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