Esta ilustración es Rocío Cañero en 18 x 23 centímetros. La dibujante muestra ahí decenas de historias de su vida escondidas en forma de cuarzo, lápiz o aleta de tiburón. Destapar el fin de un culo o pintar de rojo las uñas de una mano huesuda es algo habitual en sus ilustraciones. Cañero quería introducirse ahí. En lo común de sus dibujos. En esas escenas que le atribuyen su autoría más que su propia firma. Esta ilustración es, además, la portada de la revista Yorokobu de este mes de junio.
«Quería contar algo mío, algo sobre quién soy yo», relata la ilustradora. «Pero, además, aprovechando que en junio llega el verano, pensé que era hora de destaparnos y enseñar un culo blando con celulitis. La realidad es así. Las personas que ves por la calle son así. No encuentras modelos como las que aparecen en las revistas. Por la calle ves carnes blandas».
Esa observación se adentró en sus dibujos hace años. Cañero no reniega del paisaje imperante. Le gusta tal como es y lo lleva más allá. Hasta los ojos incluso. Y eso le hace dibujar «ojos blandos». Ojos que parecen un globo desinflado, una nube de azúcar o una goma pegajosa. «Me gusta que te den ganas de tocar los dibujos. Que quieras meter los dedos».
Pero los ojos atesoran un significado más. «Mi trabajo está siempre expuesto a la mirada de los demás. Al dibujar estás lanzando tu trabajo al público».
A Rocío Cañero le gusta dibujar mujeres y cuando las dibuja resalta siempre sus rasgos femeninos. «Me encanta que sean voluptuosas», dice. «Creo que a las chicas nos gusta dibujar chicas y a los chicos les gusta dibujar chicos. Yo soy mujer y me encanta ser mujer». Y, quizá, por eso, su colección de ilustraciones está invadida de mujeres, labios, laca de uñas y flores.
Esta ilustradora, orgullosa de un apellido que califica de «maravillosa» herencia de su padre, deja claro que la portada no es un autorretrato. Es un dibujo cargado de simbología. Quizá haya algo de sus manos en el dibujo pero, por lo demás, dice: «¡Ya quisiera yo tener ese culo!».
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