La imagen: un toro de lomo sangrante mira de frente a un hombre armado. ¿Pensará? Agacha la cabeza, escupe rojo y resopla tratando de conseguir el halo de aire que le dé la última oportunidad de defenderse. Él no quiso meterse en esa pelea, el toro. Le llevaron. Al centro de un circo arenoso; rodeado de cientos de humanos por alguna razón hambrientos de ver cómo muere.
Poco antes vio llegar a un señor a caballo. Vino para ensamblarle sin motivo aparente una lanza afilada un palmo dentro del cuerpo. Después, otros tipos con los que tampoco tenía pleito corretearon a su lado con unos floreados listones con garfio que le están desgarrando la espalda. Solo ir hasta esa plaza donde está siendo mortificado supuso una carrera junto a un pueblo entero que le introdujo hasta el redil a gritos, golpes y petardos. Al fin el último sablazo. Muestra su nuca esperando la puñalada que acabe con lo que está pasando. Cuando todo se ponga oscuro, el hombre de la espada, al aplauso de «¡valiente!», exhibirá como trofeo sus dos orejas y su rabo cercenados.
«Es una inquietud que llevo arrastrando desde la infancia, cuando era espectador forzoso en fiestas de estas atrocidades, y en casa con las retransmisiones por televisión de las corridas de toros», cuenta Miguel Ángel Rolland el génesis de Santa Fiesta, el proyecto del que es ideólogo.
La idea de convertir esa inquietud en un documental llegó aprovechando un cambio de dirección profesional. «Atrapé el ánimo necesario para involucrar a un grupo de personas en una aventura que iba a llevar un año de salidas en secreto y asumir algunos riesgos físicos, pagando los costes de producción de mi bolsillo y con la aportación generosa de su trabajo hasta que se consiguieran apoyos financieros», explica. Lo que se trae entre manos es un largometraje documental y multiplataforma con el que pretenden «mostrar a una audiencia internacional la despiadada tortura animal que se realiza en los festejos religiosos de los pueblos de España».
Tratan de financiar por Indiegogo el último tramo de una aventura contra el maltrato animal. No solo de toros sino de animales de todo tipo. Lo que empezarán a pasear por los festivales a partir de 2016 es una película filmada a escondidas en 12 de los festejos más «crueles» del país y una web de historias editoriales, fotografías, documentos sonoros e incluso creaciones de código abierto que propaguen solidaridad contra el sufrimiento animal en los festejos nacionales.
Yorokobu: El nombre que habéis elegido, para vosotros, es una ironía al cuadrado, por lo de «santa» y por lo de «fiesta». ¿Qué título le darías sin ironías a los festejos en los que se involucra a animales?
Miguel Ángel: Ya existe un término para referirse a ellas: fiestas de sangre. Se utiliza como argumento para pedir a los pueblos que se pronuncien como ‘pueblo sin sangre’ garantizando que no se torturará y matará animales en sus fiestas, ni se usarán cadáveres como objeto de entretenimiento.
Y: ¿Por qué piensas que tanta gente lo sigue viendo así aún, como fiesta y como santa?
M.A.: Hay muchas explicaciones, y sobre la bendición eclesiástica habrá que preguntar al párroco, arzobispo, conferencia episcopal y por ende al Papa. Lo que tengo claro es que las fiestas podrían existir sin esa parte salvaje, violenta y descarnada. Me encanta que la gente se emborrache una vez al año, baile, salte gritando «¡Viva mi pueblo!» y se divierta.
P: ¿Crees que existe algún antídoto para evitar que lo consideren de esa manera?
M.A.: El mejor que se me ocurre es suprimir las ayudas públicas, utilizar ese dinero en conciertos y mil cosas más constructivas e inspiradoras que asfixiar toros por las calles o decapitar aves muertas. En ese sentido no me parece justo odiar porque sí a un pueblo y sus gentes por una fiesta cruel; deberíamos ayudarles a mejorar sus opciones de ocio y fiesta durante todo el año.
Y: ¿Cuántos animales mueren así en España cada año?
M.A.: Es difícil cuantificar porque los municipios ocultan las cifras, síntoma evidente de su mal hacer y trapicheo. Los presupuestos dedicados a las fiestas con animales deberían ser públicos y las muertes o manejo de animales muertos tendrían que ser certificadas. Ahí tenemos un primer paso que dar. Desde hace unos años se usa la cifra de 60.000 animales abusados, torturados o sacrificados en fiestas populares que elaboró la Asociación Nacional para la Protección y Bienestar de los Animales. Según el informe de Asuntos Taurinos hecho público este mes pasado por el Ministerio de Cultura español, solamente en los festejos taurinos mueren más de 11.000 animales.
Y: ¿Quién promueve, y por qué, que estas fiestas no sean erradicadas? ¿Piensas que existe ese puro amor a la «tradición» o existen otros intereses?
M.A.: Los Ayuntamientos de los pueblos en los que se celebran las fiestas son los promotores y consentidores y, por ende, las gentes que habitan en los municipios por no exigir el cese de esos abusos. Existe la excusa emocional de la tradición, pero hay claros intereses corruptos por el dinero que se mueve —un toro puede llegar a costar hasta 6.000 euros— unidos al embrutecimiento al que se viene sometiendo a los pueblos. Hemos dado la espalda a sus gentes y en eso hay responsabilidad compartida.
Y: ¿Lo que más te ha impresionado?
M.A.: Cualquier festejo con maltrato animal es bárbaro, incluso cuando son animales muertos como sucede con las fiestas de Puig en la que durante la piñata de los Quintos empiezan a tirarse ratas muertas. Una de las más recientes y escalofriantes es los Toros de San Marcos en Ohanes, donde ocho toros enmaromados son constantemente empujados por el pueblo y se les obliga por grupos de mozos a agachar la cabeza frente a la figura de San Marcos, patrón de la localidad.
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