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São Paulo, una pesadilla urbanística que mola mazo

¿Puede una megalópolis de 20 millones de habitantes, la mayor ciudad de Brasil, de América Latina y de todo el hemisferio sur, la octava mayor aglomeración del planeta, ser considerada un destino turístico atractivo? Eso parece. Por segundo año consecutivo, São Paulo figura en las primeras posiciones de la lista de destinos brasileños preferidos por los extranjeros. Es lo que indica el ranking de TripAdvisor, realizado a partir de las opiniones de viajeros de todo el mundo sobre hoteles, restaurantes y atracciones variadas.

Si en 2014 São Paulo se alzó con el récord de mejor destino de Brasil, superando a Río de Janeiro, este año se ha quedado en un digno tercer lugar, por detrás de Gramados (en la zona sur del país) y de Río.
La disputa entre São Paulo y Río de Janeiro es tan acérrima como la que opone a Madrid y Barcelona, o a Milán y Roma. Pero con una diferencia: el tamaño. Hasta hace algunos años, parecía imposible que una ciudad de este porte, cuya polución del aire triplica los niveles admitidos por la Organización Mundial de la Salud, pudiese soñar con ser tan apreciada por foráneos como la de Río, sin estar agraciada por la naturaleza exuberante y bella orografía que justifican su apodo de Cidade Maravilhosa.
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Sin embargo, y a pesar del retroceso de este año, São Paulo gana por goleada a Río de Janeiro en muchos aspectos: por la gastronomía, la agitada vida nocturna y la riquísima vida cultural. «Para mí, São Paulo es la megalópolis por excelencia del hemisferio sur: es enorme, vibrante, caótica, siempre hasta arriba de gente, rica, problemática y, principalmente, diversa. Esta es la palabra que diferencia São Paulo de las otras ciudades de Brasil y de Río, claro», asegura Lemuel Cintra, paulistano empedernido que trabaja como consultor de marketing en Lima, Perú.

«São Paulo tiene de todo a cualquier hora, de cualquier forma, abarca a todos, independientemente del sexo, de la raza, del origen, de la edad o clase social. Es desigual y difícil, pero ofrece oportunidades y opciones para todos. Allí puedes salir de casa a las 4 de la mañana de un lunes para tomarte una cerveza con un amigo insomne. Allí encuentras a gente de todo el mundo estudiando y produciendo conocimiento en los campos más diferentes del saber. Allí puedes comer un auténtica moussaka griega, hamburguesas gourmet, el típico plato nordestito baião-de-dois y las mejores pizzas del mundo. Y hay mucha, pero mucha gente llena de ideas fantásticas, creando cosas nuevas en las artes, inventando soluciones revolucionarias para problemas antiguos o contemporáneos, o emprendiendo modelos de negocio que pueden transformar el mundo», añade Lemuel.

«Si te gusta comer, São Paulo es tu ciudad. Eso sí, prepara el bolsillo», recalca Verónica Barranco, una asturiana que trabaja en una multinacional de comunicación. «La oferta cultural es inagotable, con programas semigratuitos que hacen los domingos más llevaderos. De todos, me quedo con el Sesc, una sociedad de comerciantes que tiene varios centros por todo Brasil», agrega.

Es por todas estas razones de peso que el año pasado São Paulo recibió unos 15 millones de visitantes. «São Paulo pulsa intensamente, tiene vida las 24 horas del día. A pesar de ser una ciudad que oprime, termina impulsando muchos movimientos artísticos que ocupan el espacio público y le dan más encanto», señala Maíra Soares, fotógrafa paulista y profesora de portugués afincada en Madrid.

Last but not least, hay más seguridad. No es que la capital económica de Brasil sea un remanso de paz, pero resulta más confortable para el turista en comparación con Río, su competidora. «Vivo aquí desde hace 35 años y nunca fui asaltada. Claro que hay casos, pero sentí más miedo en Río de Janeiro», señala Vivian Guilhem, productora cultural y comunicadora. En lo que va de año, en Río se han registrado unos 200 heridos por arma blanca en asaltos violentos, un récord incluso para una ciudad con un abultado histórico de criminalidad.
«En São Paulo los vigilantes de los barrios pasean las calles en moto silbando para ahuyentar a los ladrones y que no se acerquen. A mí esto me parece entrañable», escribía hace unos días la diseñadora gráfica Ana Dee al despedirse de la megaurbe, tras una estadía de ocho meses.

Claro, que también hay una parte oscura que lleva a muchos habitantes a dejar esa metrópolis. «Es una ciudad dura, exigente, no siempre cariñosa. Las personas son más introvertidas y pueden no resultar tan abiertas y afectuosas. Todos están siempre corriendo. Y el tráfico es una locura. En otras palabras, São Paulo tiene todos los problemas de gestión de cualquier ciudad grande, que creció desordenadamente y hoy sufre con los intentos paliativos de encontrar una solución a problemas que son más bien estructurales», reconoce Lemuel desde Lima.

«El metro es maravilloso, pero cubre una parte muy pequeña de la ciudad. La contaminación también molesta. En épocas de sequía, los hospitales de llena de personas con problemas respiratorios. Yo soy uno de ellas», reconoce Vivian. «Lo que más indigna es la falta de conservación de los monumentos históricos. Desde hace un par de años ha mejorado algo, pero ya han derribado mucha cosa. Incluso los edificios protegidos han sufrido este tipo de depredación», agrega.

Por supuesto, los extranjeros que viven el día a día de esta piovra urbana sin cabeza experimentan una mezcla de atracción y repulsión. Tras casi dos años en la metrópolis latinoamericana, Verónica ya conoce sus puntos negros. «Lo peor son las distancias. Tu vida puede cambiar considerablemente dependiendo de donde vivas y trabajes. ¡¡Y las filas!! Hay fila para todo: para ir al museo, al cine… Incluso existe una app para eso: se llama Tem fila».

«Es tan difícil moverse en São Paulo que la gente anda siempre a contrarreloj, agotada, y acaba priorizando el trabajo por encima del ocio. Es contradictorio porque incluso ofreciendo mucho, son pocos los que pueden vivir en São Paulo y disfrutar de ella. Si añadimos la inseguridad, es una ciudad con una baja calidad de vida, ideal para visitar, no para vivir», afirma Maíra desde Madrid.

«Creo que los turistas están interesados en la ciudad multicultural que no para nunca, donde puedes ir a restaurantes de diversos países, donde hay un barrio italiano y otro japonés. Ahora bien, visitar São Paulo es diferente de vivir en esta ciudad. Para un turista puede ser muy agradable; pero vivir en esta ciudad requiere mucha energía y ganas», señala Bel Mercês, una paulista autoexiliada. Tras su paso por Madrid, una ciudad que adora, esta guionista de cine y TV escogió Río de Janeiro como hogar.

«Río de Janeiro se ha convertido en una ciudad carísima, con precios más altos que muchos destinos internacionales. Además, esta reciente oleada de inseguridad, con atracos constantes, está teniendo mucha repercusión. Río continua teniendo la playa y la belleza natural: nunca dejará de ser la Cidade maravilhosa. Sin embargo, las cosas malas alejan a los turistas. El sistema de transporte es de risas: los buses se caen a pedazos y los conductores van locos», concluye Bel.




Por Valeria Saccone

Periodista, fotógrafa y políglota. Mis dos pasiones: Brasil y Rusia.
Tengo dos blogs: Historias de la pacificación y Viaje al Corazón de Rusia

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