Japón 2049. Los peores pronósticos se han cumplido. El aumento del nivel del mar propiciado por el cambio climático ha sumido bajo el agua a numerosas ciudades de todo el mundo. Entre ellas, Tokio, la más poblada del planeta.
En la capital nipona la subida del mar sufrida durante las últimas décadas ha afectado especialmente a barrios como el de Koto y Edowaga, convirtiéndose en el mayor reto al que se ha enfrentado la población en los últimos tiempos. Aunque no el único. A este hay que sumar los altos niveles de contaminación que sufre la urbe, las elevadas temperaturas en el exterior o la falta de espacio debido al aumento de la población o la migración climática, entre otros muchos.
Ante tal panorama, ¿es posible generar espacios funcionales para la ciudad? ¿Integrar medidas sostenibles para buscar soluciones? En definitiva, ¿se podría aprovechar la subida del mar como algo positivo?
Son algunas de las preguntas de las que parte Sekai Kan, el trabajo de fin de grado de Ángela Conde, alumna de Diseño de Interiores de IED Madrid.
Conde eligió Tokio como escenario de su futuro distópico por su alta densidad de población y por el envejecimiento de esta. La exposición a determinados desastres naturales de la isla y el ambicioso plan Tokio 0 emisiones ideado por las autoridades locales son otras de las razones.
Con todos estos ingredientes, la estudiante ha concebido una futura Tokio en la que los problemas de espacio son acuciantes, con cada vez una mayor cantidad de ciudadanos senior, que, en su mayoría, viven solos: «Esto me hace pensar que, en el futuro, la gente buscará vivir con más personas, pero no con su familia, amigos o pareja, sino compartiendo espacios con desconocidos, formando una comunidad. Esto se resume en un concepto japonés llamado Wa, que se traduce como una unidad pacífica dentro de un grupo social en el que los miembros prefieren una comunidad armoniosa sobre sus intereses personales».
Con esto, más el problema de la elevación del nivel del mar, el reto consistía en buscar espacios para acoger a estas nuevas comunidades. Conde investigó las propuestas arquitectónicas más innovadores y futuristas del mundo real. Pero también buscó inspiración en el cine, las series y la literatura.
En muchas de esas películas y novelas distópicas, dice Conde, se presentan nuestros posibles futuros ambientados en espacios que suelen ser fríos «y casi se podría decir que escultóricos. Así que mi cuestión era cómo diseñar los espacios de las ciudades, generando soluciones innovadoras que pudiesen ayudar a mejorar esas posibles versiones de nuestro futuro». Espacios más cálidos, acogedores y también más asequibles.
Y, por supuesto, sostenibles. No en vano, los proyectos de fin de Grado de la Design School IED Madrid deben crearse partiendo del marco común de los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. En esta edición, además, hay que sumarles los valores de la New European Bauhaus (NEB): belleza, inclusión y participación.
Partiendo de todas estas premisas, Conde ideó Sekai Kan, cuyo significado es visión del mundo en japonés. Una ciudad estructurada en siete niveles: «La primera es el metro, que iría bajo tierra; después la marisma, creada por la subida del nivel del mar; los pilares y los ascensores, que conectarían la ciudad con la antigua red de metro de Tokio y con los que también se podría acceder a la marisma; las conexiones; las vigas estructurales y por último, los edificios y los puentes, estos últimos actuarán a modo de calles».
En cuanto al programa de alimentación, la estudiante investigó sobre los cultivos y otras actividades que la población necesitaría para subsistir y los clasificó en tres grupos. En primero lugar, el cultivo de distintos tipos de bambú que podrían servir tanto para alimento como para embalaje o, incluso, como material para la construcción de edificios.
«El segundo grupo sería el cultivo de superalimentos; son aquellos que cubren las necesidades diarias recomendadas. Algunos de los superalimentos que se podrían cultivar en Tokio son el bimi, un tipo de hortaliza; el matcha, un tipo de té verde; el yuzu, un cruce entre pomelo, lima y mandarina; el natto, una legumbre, etc.».
La tercera pata sería la apicultura. «En la actualidad, en el distrito de Ginza, en Tokio, se encuentra en algunas de sus azoteas colmenas y las flores necesarias para la polinización. Dado que la entrada a estos edificios quedaría inundada, se podrían reaprovechar sus azoteas para generar una gran red de apicultura y así, además, ayudar a potenciar la especie de las abejas».
Las plantas acuáticas también serían de vital importancia en este futuro: «principalmente, se cultivarían dos especies locales: el wakame, una especie de alga que puede cosecharse todo el año, sin el uso de fertilizantes, ni pesticidas; y el Kahi-Nam, una planta acuática minúscula que contiene tres veces más nutrientes que cualquier otro vegetal». Y por último, la piscicultura y la avicultura. Japón cuenta con las técnicas más avanzadas del mundo en piscifactorías. En cuanto a la avicultura, Japón es el tercer productor de huevos del mundo.
A la hora de planificar los espacios de la ciudad, Conde distinguió en una primera fase entre viviendas y espacios comunitarios.
Las primeras se dividirían, a su vez, en tres tipos, en función del número de miembros de la familia/comunidad. Todas ellas estaría vestidas con varias capas de pieles: «De exterior a interior, estaría la estructura biodigital, unas sujeciones de bambú, instalaciones de distintos tipos, tiras de LED para la iluminación, otra capa de estructura biodigital, suelos de bambú, y las ramas de los árboles, también de bambú, que servirían como ayuda a la estructura general de la vivienda».
Elementos que tratan de paliar algunos de los problemas propios de vivir en Japón, entre ellos la humedad, agudizado por la subida de las aguas. También la contaminación lumínica, presente ya en la mayoría de ciudades del planeta.
De entre los espacios de estos nuevos hogares, Conde pensó específicamente en uno de ellos: el baño. En su afán por mantener el equilibrio entre modernidad y tradición que caracteriza a la cultura nipona, la estudiante se ha inspirado en los onsen, baños tradicionales japoneses para que, más que simples aseos, estos espacios sean verdaderos spas caseros.
En cuanto a los espacios comunitarios, estos, al igual que las viviendas, cuentan con varias capas y se reparten en distintos cubículos, cada uno encargado de ofrecer un servicio: huertos urbanos, tiendas, farmacias, gimnasio, hospitales…
Sobre las conexiones, Conde distingue tres esenciales: los puentes, que harán las veces de calles debajo de las cuales se instalarán las máquinas depuradoras, tanques, etc., así como zonas de aparcamiento de las aeronaves de uso compartido. El segundo es el mirador de la marisma, situado bajo el agua y donde se podrá admirar el nuevo paisaje. Y por último, el metro, una infraestructura que, según la diseñadora, se intentaría preservar tal cual está ahora en la medida de lo posible.
Conde ha tenido en cuenta el impacto ambiental que tendría su proyecto, para lo cual ha estudiado las condiciones climáticas de Japón. Para minimizar los riesgos de posibles nuevas catástrofes, ella propone distintas soluciones sostenibles, entre ellas, el uso de distintas fuentes de energía renovables (energía mareomotriz, undimotriz, geotérmica,…), el uso de materiales y programas como la creación de granjas de algas, hoteles para insectos, espacios biofílicos…
El guiño de Ángela Conde a la cultura japonesa resulta evidente desde la presentación del proyecto. Desde la memoria, escrita como un cómic manga que se lee de derecha a izquierda y de arriba a abajo, y contenida en marcos koma, a las ilustraciones, renders o el vídeo de estética anime.
La diseñadora se remite a una frase de K.K. Barrett, diseñador de producción de la película Her, al que conoció mientras preparaba el proyecto y que le pareció especialmente inspiradora:
[pullquote]«Creo que, a veces, cuando las personas piensan en el futuro, se obsesionan con las cosas que cambiarán en lugar de las cosas que permanecerán igual. Al pensar en el futuro, la gente siempre piensa en la tecnología y en qué es la tecnología, en lugar de en la experiencia humana con la tecnología».[/pullquote]
«Me pareció muy inspiradora y considero que refleja bastante bien lo que yo he querido transmitir con mi diseño. Sekai Kan no busca un futuro donde todos tengamos robots mayordomos o una ciudad llena de hologramas y paneles. Sekai Kan es una ciudad viva, en constante crecimiento y cambio. Por lo que se podría decir que Sekai Kan es, en una frase, un abrazo entre la cultura y la tradición con la innovación».
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