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Senado.es: Vuelta al año 2000

Los fabricantes de lupas están de enhorabuena. En un momento en el que la pasta es un bien escaso y de fluencia con destinos indeseados, todo gasto público se mira  con la susodicha lente de aumento. Es una buena noticia para la democracia y una molestia más para quien se sitúa en el foco del escrutinio que, probablemente, estaba mal acostumbrado a actuar sin que se cuestionara mucho su proceder. El nuevo sitio web del Senado se ha lanzado hoy. El proyecto ha costado poco menos de 450.000 euros y, quizás, ese sea el más anecdótico de los problemas.

Cuando andábamos trasteando con nuestro acné juvenil, hablar del año 2000 sonaba ultramoderno. La mitificación de un año que simbolizaba un cambio de era -aunque luego ni siquiera se rompiesen los cajeros ni los ordenadores por culpa del efecto 2000- dotó a la fecha de un significado rupturista. Doce años después, que te digan que pareces del años 2000 es una afrenta tal que solamente se puede solucionar al amanecer, tras haber seleccionado arma y testigo. Pues bien, la web del Senado parece del año 2000.

La Cámara Alta, en palabras de su presidente Pío García Escudero, afirma que quieren que el sitio web «funcione como un canal de comunicación directa y constante con la sociedad». Como declaración de principios está muy bien, o mejor dicho, es algo obligatorio. El problema es que, deambulando por la web, se tiene la sensación de que, como en el año 2000, la comunicación fluye en una sola dirección.

La sección de contacto de la página ofrece teléfonos e emails, pero no otras manera de contacto, como enlaces a las redes sociales de cada senador o comentarios integrados directamente en el sitio. Existe un enlace al perfil en Twitter del Senado y enlaces a los perfiles en redes sociales de sus señoría en los perfiles personales de cada uno pero, en pleno boom de la internet social, siguen siendo escasos. Cuando García Escudero afirma que «pretendemos dar cauce y estímulo a la participación ciudadana, siendo conscientes de las nuevas posibilidades que ofrecen las redes sociales», no parece tener en cuenta que, para ello, es conveniente que todos los senadores cuenten con perfiles en dichas redes.

El presidente explica que la web debe servir «para potenciar la publicidad y la transparencia del trabajo parlamentario». Sin embargo, si bien el sitio ofrecerá cortes de vídeo procedentes de la retransmisiones (apropiadamente seleccionados por la autoridad pertinente, claro), lo hará en formato de descarga directa. ¿Cuánto cuesta el ancho de banda necesario para ofrecer ese material? ¿Cuánto cuesta el capricho de aferrarse a la época pre-YouTube?

Desde un punto de vista de la transparencia institucional, el hecho de que la web no cuente con APIs que permitan la utilización de la información fuera de la web o el formato en el que esta se ofrece (PDF en muchos casos), hace que un gobierno realmente abierto, que apueste por open data, sea un utopía inimaginable a estas alturas. Mientras que gobiernos autonómicos, como el de Euskadi, han apostado abiertamente por poner a disposición de los ciudadanos la máxima cantidad posible de datos, las instituciones nacionales van, como la mayoría de veces, tarde y sin intención de adelantar el reloj.

José Antonio del Moral, CEO de Alianzo, da su opinión en El Mundo acerca de si el coste pagado por la web se ajusta al precio de mercado o no. Para Del Moral, el precio es ligeramente excesivo. En cualquier caso, el problema no viene de la cifra en términos absolutos. Lo chocante es que se haya adoptado la decisión de realizar el proyecto con software propietarios y el precio de las licencias que eso implica.

Nos encontramos en un momento en el que, si la motivación ética no es suficiente para utilizar software open source, la económica constituye un argumento de peso para hacerlo. La servidumbre de las instituciones gubernamentales al software privativo es innecesaria y, ahora, fuera de todo sentido por los costes que implica.

Aproximadamente la mitad de todo el presupuesto, «corresponde a las licencias de uso del gestor de contenidos (Oracle UCM), a los elementos de infraestructura relacionados con la tramitación electrónica (Kinamik), a las licencias del buscador (Oracle SES) y a la compra de un nuevo servidor de aplicaciones (Oracle Weblogic)», según datos proporcionados por el propio Senado.

El desarrollador Pedro Ventura explica en su blog cómo alternativas como Drupal (gestor de contenidos), servidores cloud o buscadores gratuitos como Sphinx o Lucene podrían haber reducido sensiblemente la factura final.

Senado.es ha sido desarrollado por Vass Consultoría de Sistemas, S. L.. El buscadortiene como responsables a Grupo Corporativo GFI Informática, S. A. y las páginas temáticas de niños, jóvenes y la visita en 3D han sido obra de  Ibermática, S. A. El sitio incumple los estándares fijados por W3C, el Consorcio World Wide Web, y mantiene problemas muy bochornosos como el señalado por el abogado Javier de la Cueva, que denuncia que las URLs del antiguo sitio del Senado no han sido redireccionadas y no son, de momento, operativas.

Senado.es apunta también a problemas de seguridad que permiten, por ejemplo, la inyección de texto en el sitio.

Al final, lo que queda es la sensación de constante inoportunidad de quien nos gobierna. Un proyecto que, por cierto, se ha retrasado 18 meses más de lo previsto, sirve para certificar la poca sensibilidad de la clase dirigente y para reflejar la poca cintura de unos responsables capaces de salirse del patrón establecido para tomar decisiones como apostar por tecnologías abiertas y baratas. Claro que, para más INRI, los hemos elegido nosotros y, salvo excepciones, cada pueblo tiene lo que se merece.

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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